Veníamos planeando un asado con unas amigas desde hacía bastante. La fecha estaba puesta hacía dos semanas. Pero a medida que se acercaba el día, el pronóstico extendido me tiraba las peores predicciones… o la peor predicción: lluvia no solo ese día, sino los cuatro anteriores y los tres posteriores. Les mandé un wathsapp y les dije que pusiéramos en práctica todos los payés que conociéramos para cambiar el mal tiempo.
Mi madre, que conoce muchos secretos (así le decimos: el secreto), no recuerdo que tenga uno para la lluvia. Sí para cortar las tormentas, su secreto más famoso y espectacular. Porque es un espectáculo ver cómo el cielo negro, amenazante, se abre en dos y deja pasar la claridad… cómo el viento se va calmando como un chico malcriado cuando se cansa de sus propios berrinches. Mi madre corta las tormentas con un hacha, claro. Bajo el cielo turbio busca el frente de tormenta achinando los ojos porque ya hay viento y el viento arrastra tierra, hojas e insectos; cuando lo encuentra pega un hachazo sobre el jardín, levanta nuevamente el brazo y pega otro hachazo en forma de cruz. Así tres veces y la última el hacha queda clavada en el suelo como una clara amenaza. Mágicamente la tormenta afloja, se vuelve un viento revoltoso, la lluvia, algunos relámpagos. Cuando la tormenta es muy fulera pero a pesar de eso los hachazos de mi madre logran controlarla, la abrazamos y le damos las gracias; mi madre, modesta, dice que seguro también el viejo tal que sabe el secreto habrá hecho lo propio. Sola contra semejante frente no hubiera podido.
Todas confiamos en que a medida que se aproxime el día el clima dará un giro de 180 grados. Cuántas veces nos confiamos del pronóstico y se equivocó. Es común que no acierte. Sin embargo las nubecitas negras con lluvia y algunos rayos seguían firmes en la pantalla cada vez que consultaba el teléfono.
El día antes una de ellas dijo: ¿cómo era eso de llevarle huevos a una santa para que no lloviera? Nunca habíamos escuchado tal cosa. Pero tampoco lo gugleé hasta hoy: penúltimo día de mal tiempo según parece.
A la que le llevan huevos es a Santa Clara de Asís, patrona del buen clima. El dato curioso es que se los ofrendan las novias para que no les llueva el día del casamiento. No se lo llevan a la santa, sino a las monjas a cambio de que recen para que no llueva. Me acuerdo del terror de las novias de mi pueblo a los días de lluvia. Casi no se hacían casamientos en invierno, a menos que la novia estuviera embarazada: entonces no podía esperar y había que casarse llueve o truene.
Uno de los pocos amigos míos que se casaron, lo hizo bajo una lluvia torrencial, y eso que ya existía el Weather Channel: no lo habrán consultado como a veces no consultamos el GPS y confiamos en nuestro instinto. De todos modos fue una fiesta preciosa y esperan su segunda hija, así que mal no les fue.
Ese es el dato curioso de la ofrenda. Pero el dato extrañísimo de Santa Clara es este: en 1958 el papa Pío XII la declaró “patrona de la televisión y las telecomunicaciones”. Lo primero que pensé cuando lo leí fue que también la televisión andaba mal los días de lluvia y había que salir a girar la antena una y otra vez. Pero no fue por eso, por supuesto. Es mucho mejor; Dios es más ingenioso que yo. Una Navidad Santa Clara estaba muy enferma y no podía salir de la cama para asistir a la misa. Pero, milagrosamente, Dios le dio una visión de la eucaristía en su convento, en tiempo real, una suerte de transmisión espiritual en directo.