Es un poco increíble y perturbador que aún a esta altura la inacción, el vacío, la negación, la reminiscencia (copia) a los manifiestos de seis (y más) décadas atrás tengan tan soberbia presencia en la escena del arte contemporáneo argentino. Aburren y atrasan discutiendo qué es arte y qué no lo es cuando a una afectada desde su propia nomenclatura se le ocurre, con complicidad de un funcionario vago y anodino, hacer lo mismo que hizo Klein en el ’58, lo mismo que hizo Cage en el ’52, lo mismo que copiaron en 2008 en una bienal de San Pablo. La nada, el vacío, el silencio. Hay casi un siglo entre La fuente de Duchamp y la última edición de ArteBA, en la que un lituano intenta que alguien pague 3 mil euros por un archivo digital de un garabato, un solo trazo hijo del impulso, al que ni siquiera el mote de abstracto puede redimir, hecho en Paint o alguna otra básica aplicación similar de Apple.
Mientras esa autopista snob se embotella con vehículos de nada, otros asumen que en la era digital el error es creación y los elementos florecen del mismo vientre de la tecnología. No significar ya no significa nada, y si de verdad habrá intención de interpelar al espectador o inducirlo a algo como la reflexión, pues deberá ponerse el arte a la altura del milenio. 404 es el código informático que indica que allí no hay nada, not found. Es el nombre que lleva, como un autodesafío, el festival internacional de arte y tecnología más imponente del país que ya ostentó ediciones en Italia, Taiwán y Rusia, pero que en la Argentina no ha podido salir de los límites de Rosario. “Todo error nos perturba porque derrumba la certeza de nuestros siglos de conocimiento, pero cada vez que nos equivocamos una parte de nosotros suele darnos la razón”, plasma en el primer manifiesto Gina Valenti, la artista que soñó un ardid de instalaciones y dio vida al 404 doce años atrás.
No hace falta un catalejo para advertir que el futuro del arte –¿o el arte del futuro?– está ligado a todo eso que lo convierte en proactivo, tallerista, lúdico, interactivo, que llama al espectador, lo invita, lo traga, lo desafía, lo entretiene. Todo eso es la tecnología. “La tecnología permite que el arte se relacione con los espectadores utilizando la gama de expresión de la sociedad contemporánea. No es suficiente mirar e interpretar el mundo; los artistas podemos (y debemos) comunicarnos con nuestra audiencia usando las herramientas de nuestro mundo”. El que habla es Jeffu Warmouth, estadounidense que participará en esta nueva edición con la instalación Jeffu Burger, un stand interactivo para ordenar comida rápida que despierta singulares conductas en el empleado de la pantalla. “Los visitantes de todas las edades en general se sienten encantados de ‘hacer pedidos’ en la pantalla táctil. La gente se ríe, y también piensa críticamente porque reconoce la sátira de la cultura de consumo, que se aprecia en los videos”, dice Jeffu.
Sadam Fujioka es un activo partícipe del 404 y ésta será la sexta vez que presente una instalación con su compañía, Anno Lab Inc. “El arte debe ser siempre nuevo, porque el arte es cuestión de los tiempos. Usted puede ver la tecnología en el arte, en cualquier momento y en cualquier lugar. Y la tecnología es una de las herramientas más poderosas para traer una nueva dimensión al arte, porque la tecnología está tratando de dar una respuesta a los tiempos”, reflexiona este japonés que promete una de las instalaciones más atractivas del certamen, A Tail of Spacetime. Consiste en una proyección y un pedestal del que los participantes pueden sujetarse. Cuando se mueven a su alrededor, su imagen queda de manera residual en la pantalla y comienza a variar su velocidad, superponiéndose a la persona que se mueve en tiempo real, hasta que en un momento la imagen de su pasado alcanza a la del presente, fundiéndose una con la otra. “Ven en la trayectoria su propio tiempo y en el espacio su propio pasado. Imaginan que van hacia su propio futuro y pueden darse cuenta de que en su propio pasado o en su propio futuro casi pueden ser otra persona”, dice Fujioka. Desde Taiwán, Fujioka reflexiona: “La tecnología tiene un papel muy importante en esta época; podemos utilizarla para crear patrones que nunca existieron antes, atrapar las miradas de la gente, pero todavía necesitamos transmitir aquello que quiere decir el artista. Eso sigue siendo lo más importante”.
¿El matrimonio entre arte y tecnología ha abierto un nuevo plano significante? ¿Esta fusión creó una nueva dimensión en el arte? “Puede ser. Hasta cierto momento el arte era algo que se encontraba en un lugar o estaba hecho para alguien. Hoy en día la tecnología permite romper el tiempo-espacio del arte y hacer que éste esté en otro plano”, piensa Martín Dasnoy, argentino, que participará en el festival con su video Run. “La unión entre el arte y la tecnología no es sólo mixta, sino también compuesta. Eso significa que genera un nuevo tipo de arte, y que la importancia del arte y la de la tecnología son iguales. Al igual que el agua (H2O), compuesta por hidrógeno (H2) y oxígeno (O2). Pero H2O es totalmente diferente de H2 y O2, y el agua se puede aplicar en muchos campos. Entonces la unión entre arte y tecnología se llama New Media Art, y estimula al mismo tiempo el desarrollo de ambos”, dice Jason Lee, artista de Taiwán que participa por segunda vez del evento y lo hará con Boxlet, instalación que invita al público a hacer su propio origami e intentar convertirlo en una réplica digital de píxeles. Claramente, la manufactura del arte tecnológico tiene sus líderes en Asia, como históricamente ha sucedido con el desarrollo de la tecnología propiamente dicha. También desde Taiwán, Sung Heng aporta su mirada: “La combinación de tecnología y arte rompió por completo las reglas de limitación. Los creadores no se limitan sólo al uso de herramientas, giran a una variedad de formas creativas, de pensar elementos y trabajos que pueden contener una sustancia química, un movimiento mecánico, físico, imágenes digitales, sonidos, incluso biomedicina. Tal estado de la técnica híbrida está siempre lleno de futuro”. Heng es miembro del Merlin’s Mustache Lab, grupo que pondrá en escena dos instalaciones harto lúdicas y participativas; AR Gallery, que utiliza realidad aumentada mediante una aplicación y así los “jugadores” harán de sus teléfonos lentes de realidad aumentada, distorsionada, como un caleidoscopio virtual que se activa al observar los cuadros en la pared; y Air Caligraphy, una máquina que actúa y escribe ideogramas en función del movimiento de cada cuerpo que la opere. El catálogo del festival sostiene que Merlin’s Mustache Lab “cree que la tecnología digital es la magia del mundo moderno. A través de los magos de la tecnología y los hechizos de la mente espiritual, crea ciencia emotiva del futuro”.
“Nunca lo consideré como dos elementos disociados que repentinamente se recontextualizaron para crear algo nuevo”, dice Damián Linossi, de Córdoba, con relación al vínculo entre arte y tecnología. “Desde mis inicios expresivos trabajamos con tecnología digital, y es parte de nuestra naturaleza como artistas contemporáneos. Creo que lo distinto es el aumento progresivo de la cantidad de información absorbida e incorporada por el artista. Es casi una negación a la especialización en arte; hacemos difusas las categorías y creemos en un entorno multidisciplinar”, piensa el artista, autor de Un concepto de envejecimiento de una estrella blanca, obra de video que exhibirá en esta edición.
La premisa de interacción no tiene una naturaleza única. Para la mayoría de estos artistas que desarrollan instalaciones es vital estimular al público con la propuesta, y el desafío aumenta para que el entretenimiento no subyugue el concepto de la obra, o el mensaje, ni la capacidad de pensar en eso que allí opera. El juego puede ser un arma de doble filo, pero es la debilidad de gran parte del tech-art. “Cuanto más juega o se comunica el público con mis obras, más entiende el concepto oculto en ellas”, dice Lin Pey Chwen, taiwanesa que este año participará del 404 con Revelation of Eve Clone III. “El desafío con obras de arte que sólo son lúdicas es cómo lograr transmitir el significado y el contenido”, retrucan Chris Coleman y Laleh Mehran, de Estados Unidos. “Utilizar tecnología no significa necesariamente que la obra tenga alguna profundidad o criticidad. Creemos que el espectador siempre debe desempeñar un papel activo en la participación con obras de arte (y con el mundo) y no un papel pasivo”, agregan. Para Fujioka, “la mejor manera de aprender o descubrir algo es sentándote a jugar. Si haces algo lo debes hacer porque te gusta. Me siento feliz cuando veo a alguien jugar activamente con esta obra, como si se olvidaran de que están en un espacio público”, dice. La instalación del nipón obliga al participante a correr alrededor de un eje.
Si la tecnología moldea el futuro del arte, o el arte del futuro se halla en esta relación, ¿puede pensarse el arte sin tecnología en el futuro? Para el inefable Jason Lee, sin rodeos, “tecnología y arte cooperarán más estrechamente. Cada nueva tecnología dará al arte una nueva dimensión y un nuevo dominio”.