CULTURA
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Miami siempre estuvo cerca

Con una nutrida concurrencia de artistas y galeristas argentinos se llevó a cabo en la ciudad costera norteamericana una nueva edición de la tradicional feria de arte.

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Miami era para mí “algo supuestamente divertido que no volvería a hacer”, título de la crónica espléndida de David Foster Wallace que escribió después de un viaje en crucero y que con su inteligencia y talento convierte en un ensayo misántropo sobre el ocio. Había estado una sola vez con mucho calor, pocos días, mala información. No me había gustado nada. Entre el prejuicio y la constatación se había transformado en ese núcleo duro de resistencia a un destino muy apreciado por mis coterráneos.

La feria Art Basel de este año era una segunda oportunidad: podía probar a ver de qué iba esa reunión de eventos, inauguraciones, fiestas con Paris Hilton de DJ y la concentración de millonarios más alta por metro cuadrado. Dos museos nuevos, Colección Rubell, Espacio 23 del coleccionista Jorge Pérez y el warehouse de la galería Maman en Allapatah, una zona que los emprendedores quieren conquistarle a los depósitos de frutas, eran más motivos de interés. La nutrida concurrencia de artistas y galerías argentinas que se fue incrementando desde la primera, en 2002, era tentadora para incursionar en otras aristas de la ciudad de División Miami, Susana y Ricardo Fort.

Y la de Alan Faena. En la primera noche invitó a The Last Supper, de impecable blanco. Faena habló en el Faena Forum del Faena Day en el Faena Festival para seguir en la playa del Faena Hotel. Antes ver cómo Gabriel Chaile, al barro original de su producción, le aplicó bronce, para brillar y vestirse de fiesta. De su horno, el pan salió caliente. La mentada “última cena” la dio Francis Mallmann con un asado para más de 300 personas. Los humos cruzados del horno del artista y el brasero del cocinero impregnaron el aire y la vestimenta de los asistentes que comimos después de hacer una larga fila, en una noche ventosa, una carne que, caliente, hubiera sido deliciosa.

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Sin un dogma dominante sino más bien una heterodoxia espiritual, las esculturas del chino Zhang Huan, dos Budas de gran tamaño, refrendaron la religiosidad buscada del evento curado por Zoe Lukov. El de aluminio estaba refulgente, mientras que el que había sido realizado con cenizas colectadas en muchos templos sería desenmascarado ante mucha concurrencia. Nunca nada tan literal: la cara del Buda salió por completo, junto con su cabeza, frente a su gemelo intacto. Ya se sabe que el hombre propone –sea artista, curadora, sponsors– y Dios (o el material) dispone.

Una instalación de Leandro Erlich estuvo y quedará en South Beach. Order of Importance juega a los autitos, pero de tamaño natural, en las arenas de Miami. La larga fila de vehículos detenidos, semihundidos en la arena, realizados con ella misma, son una presencia inmóvil e inquietante para una ciudad que prefiere más la superficie brillante y lujosa.

Al día siguiente se inauguró en el Collins Park Disrupciones, curada por Florencia Battiti y Diana Weschler, con las obras para espacio público de Marie Orensanz, Agustina Woodgate, Marcela Sinclair, Graciela Hasper, Pablo Reinoso y Matías Duville. La propuesta desde el título tiene que ver con la idea de lo que las obras de este tipo plantean a quienes no son simples espectadores, ni siquiera voluntarios, sino que conviven con ellas. A pesar de que estamos acostumbrados al monumento a caballo instalado en la plaza, el arte contemporáneo puede refrendar las mismas ideas, incluso sus propósitos. Para la apertura, hubo empanadas y asado. Dentro de unos siglos, un estudio de civilizaciones pretéritas arrojará que los argentinos se alimentaban mayormente ahumándose en ritos singulares. Mientras tanto, ¡una no gana para tintorería!

Al tercer día abrió la feria. La novedad fue Meridians, espacio dedicado a grandes piezas. El sector estuvo curado por Magalí Arriola y una escultura de caños de Luciana Lamothe ocupaba un lugar central y fue mencionada en el discurso de apertura del director de Art Basel.

Lamothe es una artista de Ruth Benzacar que participa de la feria desde hace tiempo. “Las primeras en venir hace mucho”, sonríe Orly hoy que trabaja con su hija Mora. Jorge Mara estuvo en la sección principal e Isla Flotante y Barro, en el espacio Nova, se contaron entre las más de 200 participantes.

El ritual de la banana de Maurizio Cattelan fue la frutilla de un postre que todavía discute qué es arte y qué no. En todo caso, Comedian, el fruto pegado con silver tape en la pared de la galería que se vendió por US$ 120 mil que aludía a la tapa disco de The Velvet Underground de Warhol (y a todo lo que significa ese artista, más bien) podría entenderse como darles bananas a los monos, repúblicas bananeras, arte fácil, precio obsceno. O de cómo la gran aventura de la vanguardia del siglo XX tiene adeptos. Para horrorizar y movilizar. Para dar de comer a sus seguidores y detractores. Porque ante la pregunta ¿qué le pareció la obra de Cattelan?, la mejor respuesta fue: “Estaba muy rica”.n

*Desde Miami.