En el principio hubo un grito. “Lo que pasó en Alemania fue una especie de trauma para nuestra generación. Como alemán, vuelvo sobre mi propia historia. Por supuesto que no somos culpables de lo que sucedió durante la guerra, pero hay un destino alemán muy especial, hay una enorme vergüenza. Y tal vez sea por eso que la manera alemana de tocar este tipo de música siempre suena un poco diferente, al menos en comparación con otros lugares de Europa. Se parece más a un grito”, advierte el saxofonista Peter Bröntzmann en el prólogo de Future Days: el Krautrock y la construcción de la Alemania moderna, el fascinante libro del periodista inglés David Stubbs, editado por Caja Negra. Durante la Segunda Guerra Mundial, el padre de Bröntzmann había peleado en el ejército alemán y fue capturado por los rusos. El hombre jamás habló sobre aquellos años sangrientos, y se negó hasta antes de morir a reconocer ese “grito” de la música de su hijo. Quizá, como especula Stubbs en diálogo con PERFIL desde su Londres natal, ese silencio terrible y el grito que surge de él son algunos de los dolores vitales que están presentes en el nacimiento del Krautrock.
Pero el Krautrock no fue sólo ese grito primal. Sus tonalidades navegaron sonidos brutales, caóticos y algo mecánicos. Pero también incluyeron experiencias serenas, cósmicas y aun pastorales. Tomando distancia del modernismo del free jazz y también del sonido beat (la música que escuchaban las tropas de ocupación angloamericanas), y criticando la banalidad del pop alemán dominante del Schlager, en los últimos años de la década del 60, bandas tan diversas como Amöön Duel, Faust y Kraftwerk se propusieron empezar de nuevo. Completamente de nuevo. “Pensé que el Krautrock era un fenómeno interesante para investigar porque su experimentalismo estaba vinculado a la historia del mundo. Una generación de jóvenes que reacciona a la colonización de posguerra en una Alemania Occidental ocupada militar y económicamente. Deciden crear una nueva forma de música con raíces alemanas, y rescatan el arte progresista que intentaron destruir los nazis, como la experiencia de la Bauhaus. Pensé que ése era el comienzo de una buena historia.”
Stubbs fundó la revista Monitor y es miembro histórico del staff de Melody Maker. Con Future Days, se propuso capturar la esencia del Krautrock, con una prosa poderosa y pasión de auténtico fan. “Creo que, como mucha gente, mi primer contacto con la música experimental alemana fue cuando escuché Autobahn de Kraftwerk. Esa experiencia reforzó la fascinación que tenía con Alemania Occidental. De chico había visto las películas sobre la Guerra Mundial, esas de soldados británicos luchando contra los nazis. Sin embargo era consciente de que el Estado alemán moderno no tenía nada que ver con todo eso. También admiraba la técnica que tenían el seleccionado alemán de fútbol y el Bayern Munich. Me fascinaba el ruido de las bocinas que hacían sonar los hinchas en los partidos. De a poco me convertí en un ‘germanófilo’. Empecé a darme cuenta de que había mejores maneras de hacer las cosas que a la forma inglesa.”
El futuro ya llegó. Corría la década del 60 y la próspera e industrializada Alemania Occidental vivía aletargada por el consumo, luego de las privaciones y el horror de la Segunda Guerra. En ese contexto, una buena cantidad de jóvenes comenzó a generar una nueva identidad cultural y artística bajo la influencia de la Bauhaus, el hippismo, la vida comunal, la psicodelia y la contracultura (Subkultur). Sin dejar de lado la música clásica europea y el arte vanguardista de Joseph Beuys. Criticaban parejamente el american dream y la frialdad amnésica de posguerra que anunciaban los psicólogos Alexander y Margarete Mitscherlich en el clásico Fundamentos del comportamiento colectivo.
Stubbs destaca que el Krautrock trazó puentes entre la alta cultura y la cultura popular: “Grupos como Kraftwerk y Can estaban al tanto del arte contemporáneo; de la importancia de las formas, pero también del contenido. Stockhausen fue una suerte de figura paterna para ellos. Eran jóvenes que no le tenían miedo a la alta cultura o a las galerías de arte. Al contrario, se sentían como en casa. El Krautrock, a diferencia del rock progresivo británico, entendió que los conceptos, las ideas y las formas eran más importantes que la capacidad para tocar un solo de guitarra de largo aliento.” “Música experimental alemana”, la llama Stubbs, y aclara que el término kraut, que significa “chucrut”, fue utilizado para apodar en forma despectiva a los alemanes durante la guerra. El término Krautrock fue originalmente acuñado por la prensa británica, y su uso todavía guarda muchos reparos entre los alemanes. “Es muy irónico que Alemania siga siendo uno de los países menos receptivos al Krautrock. En ese sentido, se podría decir que fue un fracaso. Es como si un parisino nunca hubiese oído hablar de Edith Piaf.”
En su libro, Stubbs arriesga que el Krautrock representó el rechazo del correlato musical de la situación moral y material alemana de posguerra. Con críticas a la desnazificación tutelada, al “milagro económico” y la cultura provinciana de los años del canciller liberal Adenauer. Tuvo también algo de edípico. “No tenemos padres”, llegó a declarar Ralf Hütter, miembro de Kraftwerk. Se puede agregar que tampoco führers, ya que el rechazo al paternalismo brutal del Tercer Reich también dejó sus marcas. Según Stubbs, “el Krautrock rechazó esa postura falocéntrica que arruinó al rock angloamericano. Es como si una parte del proyecto del Krautrock fuera rechazar la patria y abrazar a Gaia, la Madre Tierra”. Aunque el rol secundario de las mujeres en los grupos demostraba que el Krautrock no estaba tan adelantado a sus tiempos.
¿No hay futuro? “Esta no es una historia solamente sobre Alemania, sino sobre una música global para el tiempo futuro. El Krautrock es un territorio de disidencia en cualquier lugar del mundo porque no se trata sobre hacer canciones, sino de crear sonidos”, explica el periodista, que también es autor del libro Jimi Hendrix. The Stories Behind Ever. Y agrega: “No creo que el Krautrock haya tenido suficiente fuerza global como para generar un cambio político. Su influencia ha sido más sutil y subliminal; una suerte de banda de sonido de nuevos mundos imaginarios. Mundos a veces utópicos, otras veces imposibles, pero siempre fascinantes”.
La psicodelia funk de Can, el minimalismo rutero de Neu! y la electrónica industrial de Kraftwerk. Sonidos que marcaron a fuego a varias generaciones de músicos (U2, Sonic Youth, Bowie y PIL), y que fueron clave para el desarrollo posterior del post-punk, el hip hop y también el techno. “Los post-punks tomaron la Europhilia; a finales de los 80, grupos como Loop exploraron la veta psicodélica; ya en los 90, los trippy utilizaron los elementos dance en la era post-rave; y en la actualidad el ritmo motorik es muy apreciado.
Ese puede ser el legado del Krautrock: abrir nuevos caminos. No hay que seguir la ruta convencional, gris y recta que han tomado el Britpop y el Britrock. Se pueden explorar las montañas, las cuevas y también los cielos”