CULTURA

Obrist al límite

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Si uno comprende por qué el ruso Sergei Diaghilev puede ser uno de los más grandes héroes culturales de todos los tiempos, entonces puede entender también por qué Hans Ulrich Obrist es hoy el personaje más influyente en el mundo del arte. Diaghilev no era bailarín ni coreógrafo ni músico ni director de ballet, pero fue capaz de hacer que Nijinsky, Picasso, Braque, Cocteau y Stravinsky, entre varios otros, trabajaran juntos e hicieran lo que él quería.
Diaghilev creó los Ballets Russes a comienzos del siglo XX y logró, desde esa plataforma multisoporte, que todos los genios del arte de su época colaboraran para realizar una obra que iba más allá de lo que cada uno podía aportar. Hoy, Obrist hace algo parecido: pone en relación artistas, situaciones, contextos, lecturas y producciones que, a partir de su intervención, terminan siendo mucho más ricas y productivas de lo que habían logrado ser antes de que él las convocase.
Obrist nació en Weinfelden, Suiza. Su relación con el arte comenzó a los 10 años, pero lo que lo transformó (lo que lo trastornó) fue la gran muestra The Tendency Towards the Total Work of Art (Zurich, 1983), curada por Harald Szeemann, el curador que inventó cómo pensar y mostrar el arte contemporáneo antes de que nadie supiera siquiera que existía. Obrist visitó 41 veces esta muestra: estaba literalmente alucinado y conmovido por ella. Dos años más tarde, fue al Centro Pompidou a ver Les Immateriaux, la muestra sobre el arte digital y conceptual, pensada y curada por Jean-François Lyotard. Un nuevo mundo surgía y el futuro curador lo había visto nacer.
Lo que diferencia a Obrist de muchos otros curadores, críticos e historiadores del arte es que no trata de imponer su visión al artista con el que colabora. Se piensa como un colaborador que dialoga con el artista: aportándole una mirada externa al proyecto mientras se desarrolla y no imponiéndole un relato a algo que parecía carecer de palabras.
Muchas veces trabaja con obras y proyectos que están en curso. Suele generar exhibiciones a partir de semillas que fueron sembradas hace décadas. Por ejemplo, su muestra Do It (cocurada con los artistas Christian Boltanski y Bertrand Lavier) comenzó en 1993, continúo en 120 ciudades –ahora está en Salt Lake City– y posiblemente siga un siglo más. Esta muestra se inspiró en las instrucciones que Marcel Duchamp enviaba por carta desde la Argentina a su hermana para que ella construyera ready-mades. Do It también es un homenaje a la obra de John Cage y Yoko Ono.
Así como Andy Warhol y Joseph Beuys se propusieron ampliar la idea de lo que entendemos por arte, lo que se está proponiendo Obrist es ampliar el campo de lo que se entiende por curación y exhibición del arte. Y lo está haciendo en un mundo en el que los museos y las galerías convocan a cientos de millones de personas en todo el planeta. Obrist es una mezcla casi exacta entre James Cameron y Michael Foucault. El espectáculo y el riesgo llevados al límite.