En 1929 se produce una escisión dentro del grupo surrealista. Se aleja Georges Bataille, acompañado, entre otros, por Michel Leiris y André Masson. Bretón les dedica varios párrafos negativos en el Segundo Manifiesto del Surrealismo, pero ya es demasiado tarde. La potencia crítica de este desprendimiento es irrefrenable. Pronto, muy pronto, deja de ser un desprendimiento para convertirse en una línea de pensamiento autónoma y profundamente original. Cercanos a una relectura anarquista de Nietzsche, cargados de una erudición llamativa, tenían una mirada personal sobre el mundo, que incluía una vuelta de tuerca sobre temas como la sociología, la religión, la economía, la literatura, el capitalismo, la violencia, lo sagrado y el fascismo.
De Michel Leiris, extrañamente, poco se conoce en castellano, y ni siquiera en Francia tiene el lugar que se merece. Bataille, en cambio, ocupa un lugar central en el pensamiento filosófico contemporáneo. La aparición, a mediados de los 80, de La comunidad inoperante, de Jean-Luc Nancy, y La comunidad inconfesable, de Maurice Blanchot, implicaron una bisagra en la recepción de su obra. Ambos libros retoman la noción batailleana de comunidad negativa, “la comunidad de los que no tienen comunidad”. Frente al fracaso de las democracias liberales y ante al avance de todo tipo de integrismos, este concepto negativo de comunidad (que evita todas las tentaciones y malversaciones de las que fue víctima el término: la comunión cristiana, el comunismo real, la volkgemeinschaf nazi) ha sido extremadamente fértil en el terreno de la estética, la filosofía y la teoría política (como lo muestran las obras del propio Nancy, y también la de Agamben o Roberto Esposito).
En Argentina, la obra de Bataille es ampliamente difundida, incluso sus novelas, como El azul del cielo o Abad C, entre otras. Pero la novedad es que en los últimos años ha comenzado a ser traducida por varias editoriales independientes. Traducir en Argentina, en medio de la hegemonía económica de las grandes editoriales españolas, ya de por sí es un logro. Mucho más, si se trata de un autor de la radicalidad de Bataille.
En 2003, la editorial Alción publicó Lascaux o el nacimiento del arte, inédito hasta entonces en castellano, donde Bataille piensa las imágenes prehistóricas no como un testimonio representativo, sino como la puesta en escena de una serie de pulsiones, pasiones y juegos. Luego, la editorial Paradiso publicó en 2005 Discusión sobre el pecado, y anuncia para este año Una libertad soberana, compilado por Michel Surya (probablemente el mejor especialista en la obra de Bataille), una recopilación de artículos inéditos firmados con seudónimo, que tocan temas como la fiesta, el sacrificio, la violencia; a los que se les suman un excelente ensayo sobre Blanchot y una serie de entrevistas también inéditas. Atención: Una libertad soberana puede llegar a ser uno de los libros más interesantes del año.
Y en 2006, la editorial Caja Negra publicó, en forma de libro, la edición integral de Acéphale, la revista que Bataille dirigió entre 1936 y 1939 (una de las tantas revistas que fundó o en las que participó, como Documents, La critique social, o Critique; todavía falta una buena investigación sobre la relación de Bataille con las revistas literarias y culturales). La edición argentina de Acéphale es impecable. Y nunca más oportuno su momento de aparición. En los ensayos publicados en ella por Bataille (y también por Klossowski), ronda el fantasma de la fascistización de la vida cotidiana, de la guerra como estado permanente, de la pérdida de intensidad en el pensamiento, de la debacle de la cultura. Es el momento más extremo en su idea de comunidad: la creación de una comunidad sin cabeza, acéfala, sin líder, guiada por el espíritu dionisíaco, radicalmente negativa. Un poco como ese poema de Nietzsche, que cita el propio Bataille: “Todo lo que soy quiero serlo: / al mismo tiempo paloma, serpiente y cerdo”.