CULTURA
Apuntes en viaje

Otro invento argentino

Campbell había nacido el 8 de marzo de 1916 en Saint Jean de Luz, en la región de Bayona, al sur de Francia. Era hija de John Campbell, un escocés que vivía en nuestro país.

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Invento Argentino. | marta toledo

La secuencia es más o menos así: la largada no fue la mejor para Jeannette, que de todos modos busca recuperarse. Willy den Ouden, quien había batido el récord mundial dos meses antes, es la gran candidata; ambas pelean de forma insobornable. La argentina, en el andarivel número 6, da una exhibición de su pulida técnica, logra sobreponerse a la salida renga y llega a liderar en cierto pasaje del combate. Están todas parejas, es una batalla vibrante. Llega el final. El primer puesto lo consigue la holandesa Hendrika Mastenbroek, que había logrado remontar un sexto puesto pasada la mitad de la carrera y toca la pared 5 centésimas antes que Campbell, que abraza un tiempo de 1:06 en esa final de los 100 metros libres. De esa manera consigue, en aquella final de los 100 metros libres, aquel 10 de agosto de 1936, no solo ser la primera mujer argentina en participar en un Juego Olímpico sino también la primera en colgarse una medalla. Tenía apenas 20 años.

Jeannette Campbell había nacido el 8 de marzo de 1916 en Saint Jean de Luz, en la región de Bayona, al sur de Francia. Era hija de John Campbell, un escocés que vivía en nuestro país, y nieta de Mary Gorman, una de las maestras inmigrantes en la época de Sarmiento. En 1914, sus padres se estiraron hasta Escocia para conocer el país y viajar por su interior, pero al desatarse la Primera Guerra Mundial no pudieron regresar y fue entonces que decidieron trasladarse a Francia, donde nació Jeannette; al cabo de unos meses regresaron a la Argentina. Una vez en Buenos Aires, se instalaron en Belgrano R, barrio en el que Jeannette creció, vivió y murió. De pequeña se sintió atraída por los deportes, y la primera disciplina que practicó fue hockey sobre césped, en el reservado colegio Belgrano Girls School. Pero pronto descubriría la pasión por la natación, estimulada por su hermana mayor, Dorothy (tenía una menor, Kathleen), que practicaba el deporte en Belgrano Athletic Club, la institución donde pasó buena parte de su vida. En esa entidad fue donde también conoció a Ricardo Peper, su marido y entrenador en esa época.

Lo sabemos de memoria: al Comité Olímpico Internacional poco le importó que aquellos juegos fueran organizados en la Alemania nazi comandada por Adolf Hitler. Si bien en nuestro país se desataron algunas resistencias, el Comité Olímpico Argentino, que participaba en los Juegos desde 1924, decidió aportar una delegación que partió de Buenos Aires el 9 de junio de 1936, en el Cap Arcona. La delegación se componía de 55 deportistas, de los cuales 54 eran varones. En muchas entrevistas, la nadadora argentina comentó que esos 21 días de viaje fueron los más aburridos de su vida. 

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Tanto ella como Juan Carlos Borrás, su preparador, comprendieron de inmediato que permanecer tres semanas sin entrenar en el agua era prácticamente un suicidio atlético. De manera que cuando hicieron una parada en Río de Janeiro, Borrás tuvo una idea que modificó para siempre el curso de la natación mundial: en el centro de la ciudad compró unas cámaras de bicicleta; una vez en el barco las unió a un arnés y ató el sistema completo a los bordes de la pequeña pileta de la embarcación. Así fue que la deportista argentina entrenó durante aquellos días, con un cinto atado a la cintura. 

Lo curioso es que aquel invento que mantuvo activa a la gran nadadora argentina sirvió, casi un siglo después, cuando el mundo se suspendió entre paréntesis debido a la pandemia, a que nadadores amateurs y profesionales de todo el mundo pudieran seguir entrenando.