CULTURA
muestras en el museo de bellas artes Franklin Rawson

Pierna de ases en San Juan

Liliana Porter, Jorge Sarsale y Ana Gallardo exponen con propuestas y estilos muy diferentes: Porter, con sus esculturas diminutas; Sarsale, con doce trabajos de técnica mixta, y Gallardo, con una pieza performática.

En exposicion. A la izquierda, una obra de Jorge Sarsale; a la derecha, una de las emblemáticas miniaturas de Liliana Porter. Arte genuino al pie de la Cordillera.
| Gentileza MPBA FRANKLIN RAWSON

Me dicen que cuando sopla el viento zonda es mejor ponerse a resguardo. Es seco, caluroso y trae mucha tierra. Cuenta la leyenda que es un viento de venganza por desoír a la Pachamama. Eso me dijeron cuando llegué a la ciudad del ilustre sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento. Hago caso. El Museo de Bellas Artes es un excelente lugar para refugiarse. Las muestras de Liliana Porter y Jorge Sarsale, que se inauguraron hace poco, son ideales para visitar, mientras afuera la naturaleza arregla cuentas.
La de Porter es una exhibición con mucho de retrospectiva. Obras de la artista de fines de los años 60 hasta un video muy hermoso de este mismo año. En ese trazado está la evidencia de un trabajo sorprendentemente acompasado. Como si desde los comienzos de su práctica conceptual hubiera tenido claro no sólo qué estaba haciendo sino lo que lanzaría hacia el futuro. La busca de la divina proporción, en el caso de Porter, es lo diminuto. Esa pequeñez que cobra sentido y lo potencia con una dosis homeopática de humor, inteligencia y belleza, como en una receta magistral. Dibujos, collages e instalaciones sufren el proceso de achicamiento de Porter. Un bocadito dulce, como poción mágica, que hace acordar a la que le dieron a Alicia para poder ser pequeña. También nos invita a mirar mucho, a caminar tranquilo, cada pieza. Una demora que el arte contemporáneo pocas veces ofrece porque promueve cierta inmediatez y velocidad.
En lo orgánico está la respuesta a lo que somos y cómo lo vivimos. Presente, la muestra de doce trabajos de técnica mixta de Jorge Sarsale, es una entonación distinta en cada caso que intenta esa contestación. Obras que remiten al tejido, de colores planos y con mucha materia. La espesura de lo real, la imposibilidad de aprehender esa actualidad que se escurre son algunas de las tentativas a lo difuso del presente.
Los últimos rayos de sol se escabullen por las puertas vidriadas del Museo Provincial de Bellas Artes de San Juan. Es lo que estábamos esperando: que cayera la tarde para que diera comienzo La colección de gallos de Ana Gallardo. Una obra que llegó porque el largo brazo de la Bienal de Performance 2015 quiso tocar la cordillera. Esta pieza performática necesita de oscuridad y en el luminoso museo Franklin Rawson eso se consigue de noche. Gallardo está sentada casi a ras del piso, en un banquito pequeño, muy cerca de una modesta colección de figuras de gallos. En una pantalla empiezan a aparecer imágenes y se desata un relato. La voz de Gallardo está en vivo y cuenta la relación entre su apellido y la colección de gallos que tenía su padre. Casi toda una infancia creyendo que el señor Gallardo, poeta español, juntaba esas piezas, miles de ellas, para hacer consonancia con lo que de ese animal hay en aquellas letras. No sólo la pequeña Ana se preguntaba por ese afán coleccionista del padre. Un programa de televisión, enteramente dedicado al notable “hobbista”, como lo llaman, intenta dilucidar las razones de por qué los gallos del señor Gallardo. La explicación toca otra zona del origen del apellido, la etimológica. Porque el padre de Ana empezó con la colección en honor a Federico García Lorca. Organizó una exposición de estos adornos con motivos de las aves porque Gallo se llamaba la revista en la que el poeta andaluz escribía y sus versos habían sido prohibidos. Gallardo, entonces, por valiente y noble.