El 24 de octubre de 1929 Virginia Woolf publicó Un cuarto propio. El texto se basa en las conferencias que ella dio en octubre de 1928 en el Newnham College y el Girton College, ambas universidades femeninas de la Universidad de Cambridge. Luego de presentar el problema a tratar, las mujeres y la novela, en un tono dubitativo, oscilante, impreciso, contrario por completo al ensayo tan frecuentado por los varones, se desliza por una serie de cavilaciones, argumentos que son ficciones, listas caóticas, escenas inolvidables. La de ella sentada en el pasto que estaba prohibido pisar; de vuelta ella misma en la British Library. En ese museo, compendio del saber occidental, la narradora se pregunta: “¿Tienen alguna noción de cuántos libros se escriben al año sobre las mujeres? ¿Tienen alguna noción de cuántos están escritos por hombres? ¿Se dan cuenta de que sos quizás el animal más discutido del universo? Yo había venido equipada con cuaderno y lápiz para pasarme la mañana leyendo, pensando que al final de la mañana habría transferido la verdad a mi cuaderno. Pero tendría yo que ser un rebaño de elefantes y una selva llena de arañas, pensé recurriendo desesperadamente a los animales que tienen fama de vivir más años y tener más ojos, para llegar a leer todo esto. Necesitaría garras de acero y pico de bronce para penetrar esta cáscara. ¿Cómo voy a llegar nunca hasta los granos de verdad enterrados en esta masa de papel?, me pregunté, y me puse a recorrer con desesperación la larga lista de títulos. Hasta los títulos de los libros me hacían reflexionar. Era lógico que la sexualidad y su naturaleza atrajera a médicos y biólogos; pero lo sorprendente y difícil de explicar es que la sexualidad –es decir, las mujeres– también atrae a agradables ensayistas, novelistas de pluma ligera, muchachos que han hecho una licencia, hombres que no han hecho ninguna licencia, hombres sin más calificación aparente que la de no ser mujeres.”
Propongo cambiar mujeres y novela por mujeres y artes visuales. Contemos, con lápiz y papel como la protagonista de tan delicioso tratado, qué cantidad de mujeres aparecen en ese campo artístico. Con mayor precisión hagamos un relevamiento de las muestras de arte actuales y verifiquemos ese corpus para seguir con esta indagación.
En todo caso, como primer acercamiento, seguir el razonamiento de Woolf, constatar hasta dónde nos lleva el tema de la cantidad para terminar discutiendo qué es ser mujer. Por lo menos en las artes visuales.
Tres muestras y las opiniones de tres curadores serán el terreno de experimentación, arena de disputas, tubos de ensayo para un pensamiento sobre la visibilización de las artistas mujeres, las artes visuales y los feminismos, la lógica del mercado en la construcción de nuevos paradigmas. De paso, un poco de reflexión sobre el lenguaje inclusivo y la esperanza de no volver a pensar categorías como algo firme, predeterminado y resuelto.
Francisco Lemus, Lara Marmor y Larisa Zmud, curadores de las muestras en exhibición, tienen mucho para decir sobre todo esto.
Francisco Lemus es el curador de Tácticas luminosas. Artistas mujeres en torno a la Galería del Rojas en la Colección Fortabat. “Desde hace varios años investigo el arte argentino de los años 90. En principio, me enfoqué en pensar los cruces que se presentan entre las formas de subjetivación gay y las producciones y posiciones artísticas que tuvieron lugar en la Galería del Centro Cultural Rojas. Ahí no solo encontré un horizonte de politización para pensar en el modelo del Rojas –impugnado bajo la idea de arte light–, sino también una zona muy creativa en la que se conjugaron formas de vida alternativas y estéticas que podemos pensar desde los códigos del camp y lo queer. De esta óptica, en mi investigación me propuse observar el itinerario de las artistas mujeres del Rojas, no solo porque su activa presencia fue omitida en los relatos más fijados y divulgados sobre el Rojas sino también porque sus recorridos al mismo tiempo que forman parte del imaginario generado por el Rojas”, explica Lemus y la primera disonancia está a la vista. En este mismo sentido, la muestra refiere menos a esa “falta” en la presencia de artistas mujeres sino en los modos de lectura que el período ha tenido por parte de la historia del arte. De hecho, el itinerario de las artistas involucradas, Ariadna Pastorini, Graciela Hasper, Cristina Schiavi, Fernanda Laguna, Elba Bairon, Magdalena Jitrik, Ana López y Alicia Herrero es frondoso y muy productivo. En la investigación de esta muestra, además, se comprueba la ligazón entre “elementos residuales del arte feminista de los años 70 y 80 y formas de mutualidad entre las artistas. Es decir, generan una apertura para politizar y agitar las imágenes generadas en los años 90”.
Lara Marmor es la curadora de PintorAs en la Usina del Arte. “Soy historiadora del arte, pero me dedico a la práctica curatorial y a la docencia en curaduría, es decir que mi foco de interés en realidad está puesto en todas las prácticas artísticas y en la reflexión sobre el hacer exposiciones. No tengo una investigación centrada en algún momento histórico o práctica artística en particular. La muestra de PintorAs surgió porque las artistas me han llamado, saben que la pintura es un lenguaje que me fascina, también saben, que sin tener una postura declamativa, hace años vengo trabajando para que las mujeres podamos ocupar más lugares y trabajar en mejores condiciones en nuestro campo”.
Por su parte, Larisa Zmud es la curadora de Inclusive, una muestra colectiva en la galería El Gran Vidrio de Córdoba. En principio mi investigación académica muta mucho. Me interesa, entre otras cosas, establecer relaciones entre conceptos teóricos, prácticas políticas y ficción. Sostengo permanentemente la “no verdad”, lo “no binario”, y no acepto lo infinitamente inmutable.
Lo que ellas quieren. Mientras que en Tácticas luminosas hay una lectura del pasado, una nueva, PintorAs e Inclusive se concentran en otras zonas. En la primera hay una confianza en la pertenencia a un grupo. La A de su título, la celebración de los 10 años de consolidación de esa reunión inicial, parecieran así decirlo. Hay cierto humanismo, en el sentido de las categorías claras y fijas: la reunión de amigas, el intercambio, la colaboración, la idea de futuro, “la muestra ideal”. Aisemberg, Bertone, Bohtlingk, Del Río, Di Toro, Gurfein, Hasper, Ibáñez Lago, León, López, Maculan, Minoliti, Pruden, Raiteri, Tschopp y Vega tiene temáticas y técnicas variadas y son prolíferas; viven aquí y allá, participan de diferentes generaciones, pero algo, ¿ser mujeres?, las impulsa a mostrar juntas.
En el caso de Inclusive, la curaduría refuerza el carácter anómalo: el texto es una experiencia muy personal, hay un sesgo “federal” y no trabaja con una terminología que explique o sujete nociones en ese sentido. En ella, Carla Barbero, Florencia Almirón, Luciana Lamothe, Luna Paiva, Mariana Tellería, Mercedes Azpilicueta, Ni Una Menos Fiorito, Rocío Moreno y Susana Gamarra forman “una constelación universal de radiación múltiple, afectiva y despabilante.” Pero le interesa aclarar que: “no hablamos de “feminismo” como tema en la exposición, ya que considero que no hay nada que yo haga que no esté dentro del feminismo.”
A la moda: política y mercado. “Podemos criticar las exposiciones compuestas solo de artistas mujeres, ya que el feminismo de la contemporaneidad (en constante revisionismo y modificación) no piensa solo en mujeres. En términos de mercado global y de real circulación de obras de artistas mujeres aún estamos a años luz de pensarnos como “iguales”, y seguir visibilizando las prácticas de artistas mujeres es todavía indispensable”, señala Zmud.
La palabra “estrategia” sobrevuela, para un lado y para el otro, el campo de las artes visuales actuales. Para Lemus: “En relación al mercado y sus estrategias desconozco el tema. Obviamente, soy consciente del uso instrumental que puede hacer el mercado del arte. Si fuera así, no me escandaliza: enhorabuena que se coleccione y se exhiban artistas mujeres. Que quedaron fuera de las genealogías de los “maestros del arte”. Algo abonado tanto por el conservadurismo de algunas instituciones como por las formas de sociologización del arte a las asiste de manera constante el arte latinoamericano consumido por el centro”. Por su parte, Marmor acuerda con que las instituciones no están exentas a las políticas del mercado, pero ve una oportunidad y refuerza: “es un buen momento para saber cómo aprovechar cada lugar de exposición para reivindicar mayor visibilidad, mayor participación, mejores condiciones de trabajo. Hay muchos modos de dar esta pelea: no soy una fanática de la noción de cupo, pero me parece importantísima tenerla en cuenta a la hora de participar de un jurado. Lo mismo cuando planteo en la institución que los artistas tienen que percibir honorarios”.
Por último, Lemus reivindica “lo personal es político” del feminismo histórico: “es muy productivo en las escrituras del arte en tanto permite desajustar o poner en una misma zona de vecindad aquellos temas y repertorios que no poseen una valoración social con mayúsculas”.
Mujer no se nace, se hace. Si bien en Virginia Woolf están algunas aproximaciones titubeantes al tema, Simone de Beauvoir fue quien afirmó en El segundo sexo: “Una no nace mujer, sino que llega a serlo”. En esa senda, en la de la fenomenología existencial de su marido Sartre, comprende al cuerpo como una situación de la que se parte y la condición de la mujer está sujeta al cuerpo. Hombre, en cambio, es la condición por defecto de la humanidad. Teóricas como Judith Butler, por ejemplo, extreman el pensamiento sobre esto: “Si una ‘es’ mujer, es evidente que eso no es todo lo que una es. El género no siempre se constituye de forma coherente o consistente en contextos históricos distintos, y porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase, étnicas, sexuales y regionales de identidades. Es imposible separar el ‘género’ de las intersecciones políticas y culturales en las que constantemente se produce y se mantiene”, escribe en El género en disputa.
Según Zmud: “No podemos pensarnos a nosotras mismas como patrón, ya que somos un grupo muy específico de privilegiadas: no todo el mundo se encuentra en nuestra misma página respecto a ‘la moda de mostrar artistas mujeres’. Hacer expos que lo remarquen es aún indispensable, según mi perspectiva. Por otro lado, si tuviera un conocimiento más amplio de artistas/cuerpos disidentes, trans, travestis, tal vez hubiese incuido obra de elles. Pero no es así. Me pareció aún más ‘moda’ tensar esa posibilidad y preferí hacerlo de esta forma”. Para Marmor: “Creo que será un proceso largo para quienes les interese esta reivindicación: hay que romper y mover estructuras. Tiene que haber cambios en políticas culturales, actores sociales, el nuestro es un ámbito súper misógino, pero me parece que esto es un camino de ida. Una escena tal como estaba no puede seguir funcionando”.
Paul B. Preciado consigna en su teoría que “el objetivo de estos proyectos feministas no sería tanto liberar a las mujeres o conseguir su igualdad legal como desmantelar los dispositivos políticos que producen las diferencias de clase, de raza, de género y de sexualidad haciendo así del feminismo una plataforma artística y política de invención de un futuro común”. Algo de eso está en lo que piensa Larisa Zmud: “La radicalización del feminismo para mí es absolutamente necesaria y vital. No hay nada más esperanzador y revolucionario en este momento que pensar en cuerpos deseantes y disidentes. Respecto al lenguaje inclusivo, me llevo muy bien con su existencia, me representa y me da comodidad. Para mí un verdadero cambio va a ser real cuando ya no haga falta hacer ninguna distinción respecto de las identidades de género”.