Un amigo suele cantar “ quisiera no frenar mi impulso de verdad, mi prédica de amor”. Y como a él, a todos nos cuesta: nadie sabe amar.
Lo cierto es que el amor es algo extraño que llega y da pelea, revoluciona. Luego debe vivirse, aprenderse, aunque sin recetas, sólo discursos de época, códigos que funcionan como guías para fluir de la mejor o de la peor manera: también depende de los intérpretes. Ay, el amor, el amor: puede actuar con la fuerza de una creencia que nos acerque a la felicidad o nos traslade a los tiempos del cólera.
Ahora bien, para agregar un dato clave a la escena: hoy, la hoja está en blanco. No hay un Discurso, o mejor dicho, coexisten resabios de viejas narraciones, de arquetipos ancestrales que perduran en forma de microinsatisfacciones cotidianas. Las mujeres ya no pueden pedirles a los hombres que las conviertan en princesas, aunque sin ser conscientes lo sigan haciendo. Ninguno quiere el poder.
“En cuestiones de amor estamos todos desorientados”, sintetiza a perfil.com Sandra Russo, periodista y escritora que acaba de publicar el ensayo "Amar y Flirtear" (Editorial Planeta) en el que se propuso revelar cómo amamos en nuestra época. Viajó para ello a la profundidad de sus vivencias, cruzó el prejuicio de cierta intelectualidad que considera al tema “algo menor” para ser estudiado, leyó, analizó y volvió con reflexiones que pretenden ocupar “el vacío de explicaciones interesantes” o, al menos, disputarle unos párrafos a la abundancia de “géneros manieristas que se refieren a los sujetos como si viviesen dentro de una canción melódica”.
Hubo un punto de partida. “Hemos hablado tanto de la caída del paradigma de la familia, del hombre sensible y la mujer fuerte: los debates llegan hasta ahí. Ya son un nuevo cliché. Yo quise ir más allá. Percibía que las mujeres estamos necesitando reencontrarnos con nuestra parte frágil, con lo que nos hace sentir minas”, acusa Russo y concluye: “ Ya aprendimos la lección de que la pasión dura un tiempo. Seguir insistiendo en relaciones así es jugar un juego que sabemos que sale mal. Hay que intentar otras estrategias y me parece que el valor que se revalorizará para construir vínculos sólidos es la amistad por sobre la pasión”.
Pero del dicho al hecho hay mucho miedo. Desde hace siglos, escuchamos, leemos, cantamos y nos convencemos de que el amor conlleva necesariamente sufrimiento, en Occidente el amor es sufrimiento. “Nuestra cultura - escribe en el libro - no nos dota de un saber amatorio que incluya la generosidad. El otro, aunque haya sido o sea todavía nuestro cónyuge, es después de todo peligroso. El otro puede fallar”. Puede abandonarnos.
Russo quiso entonces poner luz sobre las modalidades de relaciones actuales y cruzó dos posturas, la del psicoanalista británico Adam Phillips y la del sociólogo alemán Zygmunt Bauman, quienes entienden que los modos de aproximarnos al amor trascienden a los sentimientos, se inscriben en una época. Dedujo que este tiempo, en el que prima el miedo a lo sólido, “ admite amar y flirtear: contra el amor no puede estar porque las épocas no pueden evitar lo inevitable, pero abona el flirteo”, un tipo de vínculo light que se propone evadir el dolor. Aunque viene con yapa: una especie de melancolía como precio de ser nuestros propios ombligos, “nosotros como discapacitados para abrirnos y dar”, otro síntoma de actualidad.
Para cada análisis, la periodista acerca una historia que carga al texto de emociones. Así se refiere a cómo la tradición judeocristiana supo inculcar “el para siempre” en la noción de tiempo, que contrasta con la vida y que dota, otra vez, al amor de ese sentido de padecimiento pasional. Y lo narra con el cuerpo, con el detalle de la noche en que pasó de ser “mujer de” a “viuda de” y, en segundos, el futuro se hizo añicos. “ El azar hará lo suyo y se reirá de mi plan”, vuelve a cantar mi amigo.
También con ese estilo reflexiona acerca de la falta de un discurso sobre el erotismo en la madurez; los roles y prejuicios en la seducción; la monogamia y su peligroso supuesto de entrega absoluta del otro, inclusive de la privacidad; la inestabilidad natural del deseo o la radicación de los problemas en los mecanismos “que pretenden que los hombres y las mujeres sean diferentes de lo que son. Al matrimonio, por ejemplo, sólo le interesa que sigan juntos en la enfermedad”, remata Russo.
En fin, con agudeza y compasión, "Amar y Flirtear" plantea la necesidad de reconceptualizar los vínculos para desmalezar los modos y ayudar a compartir sanamente “nuestro interior conmocionado”, eso que se genera cuando el amor todo lo invade. Es que si nadie sabe amar, es bueno llegar a ser Nadie!
Edición de video: Hernán Lerinmann