Participó de la última edición de La Noche de la Filosofía en el Centro Cultural Kirchner con dos conferencias, una de ellas relacionada con Vivir existiendo. Una nueva ética, publicado en estos días por El Cuenco de Plata. También dio una charla en la Biblioteca Nacional. Filósofo, helenista y sinólogo, François Jullien (1951) ha escrito una de las obras más interesantes y sugestivas del pensamiento contemporáneo. Entre la filosofía occidental y la sabiduría china, en un delicado equilibrio, ha compuesto una singular (lo cual no quiere decir “personal”) concepción del mundo. Durante una breve entrevista, respondió a algunas preguntas sobre Vivir existiendo, donde distingue “vivir” de “existir” (del latín exsistere: emerger, estar afuera) y propone una nueva ética sin fundamentos metafísicos. Sin embargo, en la medida en que cuestiona las estructuras de la metafísica occidental, y la ética se origina en ella, ¿de qué manera se diferencia esa “nueva ética” de las anteriores?
“Las éticas precedentes –responde Jullien– son éticas pensadas en términos del ser y de la positividad. Es decir, lo negativo es el mal que viene de lo externo. Mi elección es pensar la ética por fuera del ser para liberar el pensamiento de vivir, que no es general, sino singular.
Ser. El pensamiento del ser trabaja sobre la positividad del ser, como la lógica de Spinoza que persevera sobre el ser propio. Para mí hay que pensar el vivir saliendo de esa ética y no pensando lo negativo como algo externo, sino interno. Yo creo en la fecundidad de lo negativo intrínseco, interno. Me separo de la ética del ser para hacerme cargo de la negatividad interna, y promuevo el existir. Verbo que tomo del latín exsistere, liberado de su tradición teológica, pero en su literalidad: mantenerse afuera, existir”. En otras palabras, se trata de una ética en la que el bien y el mal, la conducta, son consecuencias. Si se tiene la capacidad de mantenerse afuera del mero vivir, de no estar en coincidencia con uno mismo y con el mundo que confina las ideas, lo que resulta es la ética.
Pero si existir es literalmente “mantenerse afuera”, y si esto para Jullien significa “desadherir” a las adherencias vitales (profesión, familia, etc.), ¿por qué motivo el sujeto moderno se desprendería de su vida de producción y consumo para abrazar una ética del afuera? Según Jullien, debido a la contradicción que albergamos, que implica que somos inmanentes, es decir, residimos en el mundo, pero que también podemos mantenernos fuera de él. Eso, a su juicio, es existir. No estar aprisionado, sujetado al mundo, adherido a las cosas (a una ideología, al confort de uno mismo) sino sostenerse afuera en función de esa negatividad interna. Existir significa: cada uno puede “des-coincidir”, salir de la adaptación que lo mantiene en su mundo. “Des-coincidir” supone hacer aparecer una fisura que nos permita estar afuera, existir. Esa adherencia a la vida funciona como una suerte de pegamento. A ello se opone la fórmula de Sócrates, cuando bebe la cicuta y dice: “No estoy pegado a la vida”. Existir surge de desprenderse de ese pegamento.
Preguntas. ¿Desapegarse de la vida y de uno mismo? ¿Aceptar la negatividad del ser? ¿Cómo? ¿No vivimos en una sociedad que ambiciona la absoluta positividad de la existencia? “La pregunta es buena –dice Jullien– y tiene que ver con lo político. Por ejemplo, tanto en la Argentina como en Europa hay una tendencia a todo lo positivo. Una especie de ideología que indica que atravesando lo negativo llegamos a una suerte de paraíso donde todo es positivo. Es verdad que el mercado del consumo conduce a eso y que toda ideología dominante se desembaraza de lo negativo. Se lo soporta solamente como algo que hay que superar. No se percibe su fecundidad. Por otra parte, es el imperativo estoico de que aquello malo que me sucede es bueno porque me fortalece, una ocasión virtuosa. Cuando hablo de lo negativo interno, me refiero a que hay algo del orden de la contradicción, donde yo ubico la ‘des-coincidencia’, porque la capacidad de la existencia surge de ‘des-coincidir’ con el mundo, con uno mismo, de despegarse para hacer surgir la posibilidad de lo sorprendente”.
Vida. Es cierto: en Vivir existiendo hay influencia nietzscheana. ¿Qué lugar, para Jullien, ocupa el pensamiento de Nietzsche en la historia de la filosofía? El de la realización de una operación esencial, aunque primero Kant hace aparecer la ilusión metafísica. En el pasaje de Kant a Nietzsche, este último “denuncia” la cuestión vital de esa ilusión metafísica y cómo había degradado y desvalorizado la vida. A Jullien le interesa Nietzsche porque en nombre de la vida revela el espejismo instalado por la concepción metafísica: el más allá, el estar afuera pero en otra parte, etc. “Nietzsche –afirma Jullien– permite pasar del pensamiento del ser al pensamiento de la vida y a pensar la vida en términos de absoluto. De ahí la idea del poder, de la vida por la vida misma. Pero yo prefiero tomar la idea de existir, que me permite salir del pensamiento del ser y al mismo tiempo me despego de la inmediatez del vivir”.