CULTURA
novela grafica

Sale en Francia “Rosario”, de Sampayo-Stassi

Ambientada en la Chicago argentina a fines de los años 20 y comienzos de los 30, narra una historia con policías corruptos, mafiosos sicilianos y tratantes de blancas polacos.

Historieta. Acaba de publicarla la editorial Ankama, en París, y tendrá también una edición en España.
| Cedoc Perfil
El presente de la ciudad de Rosario, atravesado por el narcotráfico y los ajustes de cuentas entre bandas, puede seguirse en las crónicas policiales. El pasado mítico de la llamada Chicago argentina, con su combinación de policías corruptos, mafiosos sicilianos y tratantes de blancas polacos, es en cambio un dominio de la ficción, como se plantea en Rosario, novela gráfica del escritor argentino Carlos Sampayo y el dibujante italiano Claudio Stassi, de reciente edición en Francia. La obra propone contar “la historia de una sociedad enferma, en manos del delito privado y del delito de Estado” a través de un músico a quien las circunstancias llevan a enfrentar al crimen organizado.
La acción transcurre entre fines de los años 20 y principios de los 30 y tiene como protagonista a Rogelio Durán, un violinista que se propone rescatar a una joven judía presa de tratantes de blancas. Agata Galiffi, “la flor de la mafia”, el rufián Noé Trauman –probable inspirador del personaje de Haffner, en Los siete locos de Roberto Arlt, según la leyenda– y el fusilamiento de los anarquistas Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó son algunos personajes y episodios tomados libremente de la historia para construir la novela.
El recurso a la documentación como punto de partida para la ficción suele encontrarse en las obras de Sampayo, como la historieta Evaristo, realizada con Francisco Solano López sobre el comisario Meneses, o la novela El año que se escapó el león (2000), ambientada en tiempos de la Revolución Libertadora. En este caso, “se me ocurrió hacer algo afuera de Buenos Aires, y Rosario me pareció lo mejor porque presentaba una sociedad organizada perfectamente con todos sus delitos”, dice. La historia “está contada a través de las cartas que escribe desde la cárcel Rogelio, un personaje tan patético como el de cualquier otro inocente de esa época y de otras, pero aquella era una época muy poética de alguna manera, muy proclive a la invención tanto artística como de utopías”.
Una cita de V. S. Naipaul sobre los inmigrantes –“Aquellos italianos y españoles, abandonados a su suerte en unas playas remotas, enloquecieron”– sobrevuela el destino del protagonista. “Naipaul no es un escritor que me simpatice, pero tiene un poder de observación extraordinario y esa idea me obsesionó a partir de que la leí en un ensayo, El regreso de Eva Perón. Tiene que ver con nosotros, esa mezcla tan caótica que somos”, explica Sampayo. En particular, “Rogelio es una víctima del desatino de su propia ideología y de la perversidad del juego cruzado del poder, en sus formas oficiales y extraoficiales”.
La idea de Rosario, agrega el escritor, “surgió a partir del conocimiento que tenía Stassi del tema mafioso”. El dibujante italiano reelaboró su experiencia propia al respecto, como oriundo de la ciudad de Palermo, en Brancaccio. Una historia de la mafia cotidiana, y posteriormente en Me llamo Giovanni, sobre el juez Falcone, asesinado en 1992.
Sampayo (1943) se radicó en Barcelona en 1972 y volvió a Buenos Aires a fines de 2010. Este año reeditará dos de sus obras: Alack Sinner, la gran novela gráfica que realizó con el dibujante José Muñoz, aparecerá en dos volúmenes en Inglaterra –cuando se cumplen cuarenta años del origen de la serie– y la novela El lado salvaje de la vida, publicada en España en 1992, aparece este mes en Buenos Aires, a través de Aquilina. “Está corregida, desespañolizada. El libro no me gustaba nada y de repente cuando lo releí, veinticinco años después, me interesó. Generalmente no me pasa con nada mío, en absoluto”, confiesa.
Rosario acaba de publicarse por la editorial Ankama, en París, y tendrá una edición en España. La ficción funciona como un péndulo: “Como toda historia del pasado, se puede leer en clave actual”, sugiere el autor.