CULTURA

Sur: una lección de audacia y cordialidad universal

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Cuando entré por primera vez en el departamento de Pepe Bianco, secretario de Sur, empecé con él una larga conversación que nunca se detuvo. A pesar de los conflictos que lo habían separado de Victoria Ocampo, Pepe la consideraba la persona más inteligente que había conocido: su lealtad y lucidez no podían fallarle con respecto a alguien que contaba con una estatura excepcional –semejante a la suya–.
Gabriela Mistral escribe a Victoria: “Ud. ha cambiado la dirección de lectura de varios países en Sudamérica”. Si Sur es vista como un baluarte de nuestra cultura es porque García Márquez, Octavio Paz, Vargas Llosa y Cortázar reconocen su relevancia. Sin embargo, la labor de Sur suele ser retaceada: así, Beatriz Sarlo la describe como “una empresa de traducción”, cuando la mayor parte de los cuentos de Ficciones, de Borges, aparecieron primero en Sur –ciertamente, no como traducciones–. No sólo Borges, sino Paz, Lorca, Alberti, Mistral, Neruda, Cortázar publican allí sus originales.
Las reservas que rodearon el nacimiento de Sur no eran injustificables: ¿cómo esta aristócrata pudo desarrollar, junto con el sentido de la empresa editorial, el olfato del descubrimiento literario y la energía para convocar a las plumas más brillantes y dispares de su tiempo? ¿Cómo supo rodearse de críticos tan sobresalientes pero tan desconocidos como Pepe Bianco o Enrique Pezzoni, de asesores tan excepcionales como Alfonso Reyes, de admiradores tan diversos como Rabindranath Tagore, Ortega y Gasset, Drieu La Rochelle y Roger Caillois al mismo tiempo?
“La capacidad de crear no es sino una facultad adivinatoria, una manera de inscribir nuestro enigma en el universo y entrar en comunicación con él”, decía Victoria. Pero no dejaba de clavar un estilete en las grietas de los gloriosos. Son despiadadas sus instantáneas acerca de los genios que la rodean: “Lacan me pareció un pequeño Napoleón”; ”Borges no se merece el talento que tiene”; “Simone de Beauvoir, que me dictaba clases sobre el feminismo de Virginia Woolf, no conocía Tres guineas”.
Entre los adversarios más duros de Sur se cuenta Contorno, nacida en las postrimerías del peronismo. Con sólo diez números compuso una imagen mítica por su redefinición de la crítica literaria como campo de compromiso histórico y político ineludible. Por principio, no publicaba autores extranjeros. Vivo contraste con Sur, que traducía a europeos y estadounidenses al lado de Gandhi y se anticipaba a las grandes revistas literarias europeas publicando números dedicados a la literatura japonesa o a la cuestión de la mujer.
Lo más valioso de Sur fue su actitud de diálogo activo –no de escucha sumisa– con respecto a las grandes literaturas contemporáneas. Sur abrió el dial sobre la totalidad del escenario mundial y presentó a un grupo de latinoamericanos capaces de dialogar sin reverencias con lo mejor y lo más provocativo de la época. Como en toda empresa de ese calibre –más de trescientos números–, hubo errores y omisiones, pero la suya fue una lección de audacia y cordialidad universal, de riesgo y libertad que sobrevive en la memoria de los que tuvimos el privilegio de viajar con los capitanes de ese barco inolvidable.

*Poeta y ensayista.

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