No se sabe si hay festivales porque hay muchos escritores, o si hay muchos escritores porque hay festivales. La frase pertenece a Juan Sasturain, y condensa uno de los principales interrogantes que atraviesan el estado de la narrativa policial y su difusión en Argentina. El calendario negro incluye este año tres eventos y al menos un eje compartido en torno a las relaciones de literatura y política: BAN!, Buenos Aires Negra, irá del 31 de julio al 8 de agosto y tendrá como autor homenajeado a Rodolfo Walsh; Azabache, todavía sin fecha confirmada en Mar del Plata, definirá su programa con el año electoral como referencia, y Córdoba Mata, del 7 al 14 de septiembre, se desarrollará en la capital de esa provincia y en dos localidades del valle de Traslasierra.
“Se está dando una primavera del género en todo el mundo. Las editoriales, en su afán de vender, se han lanzado a una publicación frenética de novelas policiales. De la misma manera se multiplican los festivales del género”, dice Ernesto Mallo, director del BAN! Pero el optimismo tiene un límite: “No todo lo que se publica u organiza es de calidad, es de temer que demasiada novela negra termine matando a la novela negra, tanto a nivel local como internacional”.
Javier Chiabrando, uno de los organizadores de Azabache, comparte la opinión: “El género negro, como otros géneros que se ponen de moda, corre el riesgo de la sobreproducción, y no precisamente de buena calidad, lo que implica que también necesita decantarse naturalmente para distinguir lo bueno de lo que es decididamente malo, que lo hay”.
Entre otras actividades, los tres festivales organizan concursos de novela policial en sociedad con distintas editoriales. Una forma de renovar los catálogos, como ocurrió, entre otras obras, con la edición de El último milagro, de Horacio Convertini, y la singularísima Hotaru, de Martín Sancia (premio BAN!-Del Nuevo Extremo 2013 y 2014, respectivamente), y No llores, hombre duro, de Mariano Quirós (premio Azabache 2013 y Memorial Silverio Cañada, en España).
No obstante, la proyección de la narrativa negra es todavía un asunto pendiente. “Los festivales hacen más visible la producción literaria, lo que a veces no sucede en ferias. Eso debería redundar en que el género venda masivamente”, dice Chiabrando. Los autores más vendidos, como Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y Pablo De Santis, publican sus libros fuera de las colecciones específicas y se consagraron al margen de los encuentros del género. Las traducciones y ediciones en el extranjero alcanzan por el momento a textos puntuales, como la trilogía del comisario Lascano, que Ernesto Mallo publicó en España, o las versiones al italiano de El síndrome de Rasputín, de Ricardo Romero, y al alemán de Sangre kosher, de María Inés Krimer.
“Hijo bastardo de la Semana Negra de Gijón”, como le gusta definirlo a Mallo, el BAN! propuso el modelo de un encuentro abierto a la producción cultural en sentido amplio con la mira en “instalar el debate social respecto de la criminalidad”. Los escritores John Connolly, William Gordon, Carlos Zafón y Andreu Martin, y la cantante española Marina Mariscal están entre los invitados de este año. Azabache, puntualiza Chiabrando, “siempre tiene un pie puesto en el género negro, aunque ha elegido abrirse a otros géneros por una cuestión estratégica y para no estar sujeto a la misma agenda de autores y temáticas que otros festivales”. Córdoba Mata, con el impulso de Fernando López, anuncia las presencias del mexicano Elmer Mendoza, el chileno Bartolomé Leal y el uruguayo Milton Fornaro, y tiene en marcha un almacén de cuentos que libera derechos de autor para realizadores audiovisuales.
Más que celebrar un boom, los encuentros del calendario negro permiten apreciar mejor los problemas del género y los recursos para llegar a un público más amplio.