Un fantasma recorre el mundo académico y también el editorial: un fantasma llamado Gilbert Simondon. Se trata sin dudas de un fantasma, porque es un autor central de la filosofía del siglo XX que recién comenzó a conocerse a principios del XXI. Recorre el mundo editorial, porque sus dos libros principales, La individuación a la luz de las nociones de forma y de información (Cactus) y El modo de existencia de los objetos técnicos (Prometeo), acaban de ser reeditados. En los últimos tres años, además, se publicaron su Curso sobre la percepción e Imaginación e invención. Y por si fuera poco, Prometeo imprimirá próximamente un libro ya no de su autoría, sino sobre este filósofo francés (1924-1989) contemporáneo de Michel Foucault y de Gilles Deleuze.
Y recorre finalmente el mundo académico porque este jueves 16, el viernes 17, el jueves 23 y el viernes 24 tendrá lugar el Segundo Coloquio Internacional Gilbert Simondon, “Lo transindividual: técnica, estética y política”, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA; hubo entonces un primero, realizado en 2013. Este evento contará con conferencistas de lujo como Etienne Balibar (ver aparte), Andrea Bardin, Fernanda Bruno y Vittorio Morfino, y ponentes de Chile y de varias regiones de nuestro país (http://www.facebook.com/seminariosimondon / [email protected], para más información).
En sentido estricto, la moda Simondon trasciende el espacio meramente académico, o al menos lo atraviesa, porque lo leen ingenieros, directores de teatro, arquitectos, biólogos, físicos, pintores, músicos y, por supuesto, filósofos y cientistas sociales. La teoría de la individuación y la filosofía de la técnica de Simondon han tratado todos estos campos mediante conceptos clave tomados, por ejemplo, de la teoría y las tecnologías de la información. Se trata de una ambición de totalidad infrecuente en un siglo que renegó justamente de las totalidades; un alcance que este siglo quizás esté esperando. Pues si fue justamente Foucault quien dijo alguna vez que el siglo sería deleuzeano, no estaría mal jugar una ficha a que este tiempo sea simondoniano. Después de todo, fue el propio Deleuze quien más citó y más ponderó la filosofía de Simondon.
Por lo pronto, a fines de los años 50 Simondon hablaba de singularidad y de diferencia, dos tópicos centrales de la filosofía francesa que vendría. Pero lo hacía desde una cercanía sorprendente con la ciencia y la técnica tratándose de un filósofo de formación humanista, como casi todos los de aquel tiempo. Sin dudas, habrá colaborado para su desconocimiento prolongado el hecho de que dedicara capítulos enteros al electromagnetismo, las esponjas marinas o los motores de combustión, o de que propusiera mezclar a Nietzsche y a Aristóteles con la cibernética; no era precisamente amable con el lector. Sin embargo, la experiencia de su escritura es notable por el encabalgamiento de las frases, cierta cadencia en la que a punto de cerrar una idea brota otra diferente, saltando de tema en tema con una naturalidad extraña.
Si Charles P. Snow pronunció en 1959 su famosa conferencia denunciando la distancia entre “las dos culturas”, la humanística y la científica, y alentando la conformación de una “tercera cultura”, Simondon se anota sin dudas para llevarla adelante. En un tiempo tan tecnológico como el nuestro, aporta un pensamiento de la técnica muy novedoso, y también se inmiscuye en arduos e irresueltos temas científicos como las derivas de la mecánica cuántica en física o el papel de la información en la biología molecular.
A Simondon le faltó referirse a los grandes debates de su época (el estructuralismo, el marxismo, etc.) y adoleció de una indiferencia hacia posicionamientos políticos concretos en un tiempo de revoluciones. Y sin embargo hay en su obra mucha tela para cortar al respecto. Habrá preferido que lo hicieran otros. En ese desafío lanzado al tiempo, el fantasma cifra su actualidad.