CULTURA
entrevista a Almudena grandes

Una grieta sin sutura

Escritora premiada y prolífica, Almudena Grandes pasó por Buenos Aires para presentar “Los pacientes del doctor García”, el cuarto título de una serie en la que se propuso abarcar los 25 años de la posguerra. Con su habitual estilo verborrágico y florido como el que despliega en su prosa, profundiza en el origen de esta serie que resultó una obra monumental sobre la Guerra Civil Española.

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Puro exito. La autora nació en Madrid en 1960. En 1989 publicó Las edades de Lulú, adaptada para el cine al año siguiente por Bigas Luna. | Nestor Grassi
De visita en Buenos Aires para presentar Los pacientes del doctor García, el cuarto título de una serie en la que se propuso abarcar los 25 años de la posguerra, Almudena Grandes conversó con PERFIL en su estilo verborrágico y florido como el que despliega en su prosa, sobre el origen de esta serie de seis novelas que resultó una obra monumental sobre la Guerra Civil Española.
“Hace quince años, cuando estaba escribiendo El corazón helado, tenía la sensación de que lo que sabía sobre la Guerra Civil era suficiente y que iba a leer unos libros para refrescar la memoria, y entonces descubrí que lo que sabía de la historia de mi país era apenas nada, y eso me inquietó mucho y entonces me puse a leer sin parar en un bucle en el que he estado por más de diez años y del que todavía no he salido. Y en ese proceso me encontré con una cantidad de historias que valía la pena contar, así que esta serie es la consecuencia de esas historias que me permitieron contar la historia de la posguerra en seis novelas”
Y Los pacientes del doctor García es la historia de dos militantes republicanos infiltrados en una red de evasión de criminales de guerra nazis que operaba una mujer alemana, “y española” –aclara– “tiene lo peor de los dos”, Clara Stauffer, desde Madrid hacia Buenos Aires. ¿La Guerra Civil Española es una herida que no cierra.

“Las consecuencias todavía duelen y no están resueltas. Porque de lo que estamos hablando es de una fragilidad congénita de la democracia española, donde no ha habido ninguna política de la memoria. España es un país muy raro, es el único país de Europa que procede de una dictadura, que no empezó su andadura democrática con una declaración solemne de repulsa de la dictadura y esa consigna que en la transición pareció dar tan buen resultado de que hay que olvidar para progresar ha dejado muchas disfunciones sociales en mi país”.

—Tus personajes tienen ese doblez de los personajes dickensianos: malvados que resultan atractivos, muchas veces bellos, y héroes con rasgos negativos. ¿Qué te atrajo de los nazis que tomaste para tu novela?
—Clara es un personaje tan fascinante porque, trabajando para la quintaesencia del mal, fue una mujer enormemente abnegada, que se entregó en cuerpo y alma a ayudar a los suyos, con los que tuvo una relación casi maternal. Me atrajo mucho porque no era la típica matrona malvada, ella se la jugó, asumió sus responsabilidades, aunque estaba razonablemente segura de que el Estado franquista no la iba a entregar porque ella era el Estado franquista y, como tantos, murió en su cama, tranquilamente.
—El rol de Perón en esa red clandestina de evasión –de hecho, creó un organismo estatal de recepción de los prófugos– es un aspecto de su primer gobierno que no fue destacado por la historiografía. ¿Cómo creés que será leído en Argentina?
—Cuando yo vine, a principios de año, a la feria del libro y conté de qué iba la novela, algunos lectores se me acercaron y me hicieron unas observaciones que a mí me parecieron de ciencia ficción: si no me daba miedo que la derecha tomara mi novela para atacar al peronismo, y les he dicho que yo no lo he buscado, simplemente eso estaba ahí. Siempre he seguido esa máxima de Aristóteles que dice: “Soy amigo de Platón, pero más de la verdad” y en mi primera novela hice el ajuste de cuentas con mi propia tradición, el Partido Comunista, y ahí describí los procesos estalinistas. Perón, en verdad, fue alguien que interpretó el espíritu de la Guerra Fría de una forma admirable. El comprendió muy bien que los nazis habían perdido la guerra pero que habían ganado la posguerra, que habían convencido a los aliados de que el enemigo era Stalin, y él intuyó que a él no le iba a pasar nada si reclamaba técnicos y científicos para que vinieran aquí a trabajar. El reclamo independentista catalán, sostiene, uno más en la serie de equívocos históricos, tiene su origen en un nacionalismo conservador y clerical que surge en el siglo XIX y que se desarrolla en el siglo XX con otra presentación.
“En España hay un refrán que dice: ‘Entre todos la mataron y ella sola se murió’, y un poco es lo que está pasando ahora, una sociedad fracturada, con este final esperpéntico, con medio gobierno en la cárcel y el otro medio en Bélgica, y todos diciendo que se van a presentar a elecciones. En el tema catalán me ha pasado algo que no me ha pasado nunca: descubrí que no estaba de acuerdo con nadie, y luego ha evolucionado a peor porque ahora lo que estoy es en contra de todos.
—Viendo hacia dónde se dirige el mundo, y después de tantas derrotas compartidas, ¿no será hora de terminar con la esperanza?
—Soy una optimista congénita pero sí, en eso estoy de acuerdo. No podemos esperar nada bueno, pero es que todavía no hemos encontrado una fórmula nueva para luchar por lo que queremos. Porque estamos viviendo la resurrección de demonios que creíamos que habíamos enterrado, y yo creo que frente a eso hay que replantearse la forma de responder y no me parecería mal acabar con la esperanza.”n