La poesía argentina contemporánea cumple veinticinco años. En noviembre de 1990 apareció en Buenos Aires el primer número de 18 Whiskys, la publicación que reunió a Eduardo Ainbinder, Ezequiel Alemián, Teresa Arijón, Fabián Casas, Juan Desiderio, Daniel Durand, Rodolfo Edwards, José Villa y Laura Wittner, entre otros autores hoy notables. Apenas dos números alcanzaron para construir un mito de origen para lo que iba a escribirse en el curso de la década.
El primer número, dedicado al editor José Luis Mangieri, incluyó una entrevista a Arturo Carrera y Jorge Aulicino que impulsó la polémica entre neobarrocos y objetivistas. La influencia de 18 Whiskys en la discusión precedía a la existencia misma de la revista: un integrante del grupo, Darío Rojo, había impuesto un año antes el término “objetivistas” para nombrar la corriente predominante. Pero no existía una posición uniforme, como se pudo ver en el número inicial con la ambivalente valoración de Alberto Girri en los artículos que escribieron Rojo y Mario Varela, o en la reseña elogiosa de Alejandro Ricagno sobre Carta a mi madre, de Juan Gelman, quien no estaba entre las preferencias de los poetas jóvenes.
“El primer Borges poeta era muy valorado por Durand y por mí –recuerda José Villa, director de 18 Whiskys–. A los otros la onda de Borges no les resultaba interesante, luchamos mucho por él, y perdimos. Alejandro Ricagno defendía una escritura menos exteriorista y verbalmente más expresiva. Rodolfo Edwards era una especie de difusor de la obra de César Fernández Moreno: allí se paraba para atacar toda la poesía introspectiva y vaga que venía un poco asociada con Alejandra Pizarnik, de mucho peso en esa época”.
Un punto de coincidencia pudo verse en la publicación de fragmentos de Paterson, de William Carlos Williams, traducidos por Sergio Raimondi, y sobre todo en el verso “no ideas salvo en las cosas”, una especie de mantra para los poetas de los años 90. “No había una poética en común, había una manera de plantarse frente al lenguaje, directa, pero cada uno llegaba a eso de diferentes maneras. Fuimos lo que ahora se denomina en música como el post punk”, dice Fabián Casas, que unos meses antes había publicado Tuca, su primer libro de poemas.
“La 18 Whiskys fue un latigazo, un cimbronazo y un soplo de aire fresco cono quería Gombrowicz. En aquel momento reinaba el Diario de Poesía y tal vez quisimos destronarlo”, especula Teresa Arijón, que tradujo a Angela Melim y Ana Cristina César para la revista. “Fue el canal formal donde pusimos nuestra amistad con todos los amigos que escribían y leían poesía en ese momento. No puedo separar el proceso de hacerla de nuestra vida cotidiana. Andábamos de un lado para otro, caminando la ciudad, trepando a los techos, durmiendo todos juntos”, agrega Casas.
Villa resalta las marcas del contexto: “Teníamos la intención de hacer una revista literaria distinta, en el sentido de que buscábamos una confluencia de lo que habíamos leído hasta el momento, revistas musicales y de interés cultural. Por eso entran notas de música y algunos relatos underground, muy de la época de los 80 y principios de los 90, el ámbito en que nos movíamos. También le dimos bastante importancia al diseño. Queríamos agregar elementos de otros géneros, que provenían del clima, por decirlo así, del momento”.
El nombre aludía a la leyenda sobre la muerte de Dylan Thomas, y también el plan de publicar 18 números. Pero pasaron casi tres años hasta la segunda y última entrega, en marzo de 1993. La poesía chilena tuvo un lugar destacado, con entrevistas a Nicanor Parra y Diego Maquieira (con el título “Se puede ser barroco sin ser maricón”) y textos de Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira y Guillermo Valenzuela, y en el primer número Carrera y Alejandro Marcaccio presentaron versiones de Sandro Penna, entonces poco conocido en la Argentina. También había lazos con otras generaciones, como sugirió el anticipo de Roña criolla, de Ricardo Zelarayán, autor de culto.
18 Whiskys fue la presentación en sociedad de poetas que en poco tiempo se convirtieron en referencias. La experiencia dejó también unos versos de Fabián Casas en El salmón (1996): “Las parejas y las revistas literarias/ duran casi siempre dos
números”.