“La Estambul de Ara Güler es la mía. En la que vivo, la que conozco y creo que conozco; una ciudad que veo como un mundo único y como parte indivisible de mi ser”, escribe Orhan Pamuk en el prólogo al libro de fotografías de quien le enseñara a mirar (escribir) sobre este lugar.
Güler nació en 1928 y murió en 2018, se consideraba a sí mismo un fotoperiodista. No soy “artista”, parece decir su presentación. Sin embargo, “el ojo de Estambul”, como se lo conoce, patentó una ciudad en blanco y negro entre los años 50 y 60 con su cámara Leica de manera indeleble. Hay imágenes fotográficas que son mucho más pregnantes que la realidad misma y que influencian drásticamente el modo de mirar. No sabemos cómo es Estambul, y si la conocemos, resignamos nuestra mirada mediocre de colores estridentes, de contrastes y de cielos limpios y azules en primavera por el riguroso blanco y negro de sus fotos. Que no son exactamente los paisajes o los edificios lo que interesa en su forma de captura. El fotógrafo que formó parte de las revistas más importantes, desde Time Life hasta Paris Match, se interesa menos en la imitación de la “realidad” por medio de su práctica que por encontrar (y robar) el “alma de las cosas”; la esencia de las personas y de los edificios. Debemos subordinarnos a la manera en la que Güler nos hace ver. Es “el fotógrafo de Estambul”. Para Pamuk, Güler es fundamental, sobre todo, en su literatura. El hüzün, la melancolía que describe en Estambul, su libro, es una pena en blanco y negro que aprendió mirando sus fotos.