CULTURA
goytisolo: Premio cervantes 2014

Una tenacidad incansable

Autor de una obra mestiza que lo mismo se nutre de la tradición musulmana ibérica como de los vastos mundos del erotismo y la cultura popular, el español Juan Goytisolo ha sido distinguido esta semana con el Premio Cervantes de Literatura, el más importante de la lengua castellana. El prestigioso crítico Julio Ortega recorre sus creaciones, que derrapan en la exploración de una circunstancia sembrada por la contaminación y la hibridación de diversos horizontes culturales.

Huellas. Algunos de los títulos que componen su cartografía intelectual, compuesta por prosa, poesía y ensayo. Su obra festeja como pocas la naturaleza multicultural de la península ibérica.
| Cedoc

El otro día en una librería de Barcelona compré una Biblia y el dependiente me preguntó: ¿Se la envuelvo para regalo? No, gracias, le dije, es para leer. Me acordé que Borges advierte que aunque Swift creyó que escribía para desprestigiar a la humanidad, terminó siendo leído por los niños. Charlotte Brontë no hubiera podido concebir que alguien llegaría a sostener que ella había animalizado a la esposa loca de su novela porque era una criolla jamaiquina. Hawthorne jamás habría imaginado que Moby Dick era una representación materna perseguida por su capitán, arpón en mano. Y  Kipling se ofendería mucho de ser leído hoy como un macho colonial, imperialista y patriarcal. Algunos autores de obra polémica, fronteriza o de ruptura, como Juan Goytisolo, novelizan esa violencia interpretativa. Si antes eran los más conservadores los que se defendían de su obra polémica, hoy lo hacen los más políticamente correctos, que lo leen y des-leen a partir de sus propias agendas. Cuando José Donoso murió y sus cartas revelaron su homosexualidad, una revista chilena le dedicó la tapa con el título: “Chico del mes.” En sus últimos libros, no sin humor, Goytisolo ha novelizado a sus críticos como parte de la Comedia de la lectura que viene construyendo.

En las cuatro conferencias que dictó en la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey (México), reunidas como Tradición y disidencia con prólogos de Carlos Fuentes y Eduardo Subirats, Goytisolo resumió el escenario de la lectura que postula su trabajo creativo. Ese trabajo supone que el  autor es antes que nada una persona que rechaza convertirse en personaje. Su perspectiva pasa por revisar la tradición literaria española desde la mezcla cultural, la contaminación musulmana, el erotismo, y el empirismo popular. Y se afirma en la denuncia de la complacencia actual con una literatura de consumo instantáneo, hecha para happy people with happy problems. Sin deberse a otra cosa que a su irrestricta capacidad crítica, con valor y pasión, Goytisolo renueva en estas páginas su fe en la disidencia como identidad creativa.

La obra de Juan Goytisolo postula el carácter escénico de una lectura de intensidades: la historia forma parte del presente que la noveliza. Sólo Goytisolo pudo haber encontrado que el Arcipreste de Hita y la Madre Celestina son figuras de actualidad polémica. Sus novelas están escritas en un género transitivo, que empieza en biografía, sigue en ensayo, prosigue en fábula, y termina haciendo de su propia forma una exploración. Son novelas que no se deben a una norma idiomática regional; y mucho menos al español traducido, que nadie habla, hoy predominante. Estas redes abiertas, críticas y formales, ponen en cuestión los hábitos del lector; y su rica ambigüedad favorece lecturas incluso contrarias. Aun si estas novelas siempre han resultado anómalas, incómodas y disidentes, su último rasgo es su capacidad de novelizar a sus lectores de todo orden, convertidos en autores y hasta en críticos, que a su vez se descubren leídos y des-leídos.  

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Una vez Juan me contó que en una cueva de Marruecos hay una estatua de la Virgen que de 8 a 9 es musulmana, de 10 a 11 católica, de 1 a 12 chamánica; y por fin, ella misma, una estatua sobredecorada de beduina simpática, toda la noche. Esta es, me dijo, mi Virgen favorita. Me doy cuenta ahora que esa imagen está libre de sí misma, como la buena literatura, y su genio se debe al talento que cada lector es capaz de  reconocerle.

El Premio Cervantes hace esta vez justicia a esa lectura libre de dogmas, violencia ideológica, y dominación cultural. Se trata, de lo más cervantino: la libertad, ese bien, el más preciado.

Julio Ortega, crítico peruano, acaba de publicar César Vallejo y la escritura del devenir. Barcelona, Taurus.