No les ha sido fácil a muchos grandes escritores convertirse en profesionales de la literatura y subsistir sólo con los derechos de autor. Algunos, aun profesionalizándose, no dejaron su segundo oficio, ya sea por predilección o por necesidad, y otros alternaron lo uno y lo otro según buenas o malas épocas. La docencia y el periodismo frecuentemente han sido elegidos entre los escritores para asegurarse el sustento, mientras escribían su obra por las noches o en el tiempo libre. Stephen King, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, J.R.R. Tolkien o C.S. Lewis –la lista es larga– fueron profesores, pero también otros ejercieron durante muchos años el periodismo, como John Dos Passos, Juan Carlos Onetti, Ernest Hemingway, Graham Greene, George Orwell, Joseph Roth, Mario Vargas Llosa o, en la literatura argentina, Roberto Arlt o Miguel Briante. Sin embargo, como lo interesante no es la regla sino la excepción, hay algunos escritores de la literatura moderna que trabajaron en los más diversos oficios, desde Franz Kafka (empleado de compañías de seguros) a Jorge Luis Borges (catalogador entre 1937 y 1946 en una biblioteca municipal de Boedo).
Hermann Hesse, cercano al oficio borgeano, luego de abandonar los estudios de teología, y de un año y medio en el taller mecánico de Heinrich Perrot (fabricante de relojes de torre en Calw, localidad ubicada en Baden-Wurtemberg), fue librero desde 1893 hasta 1904. Entre octubre de 1895 y junio de 1899, realizó en la librería Heckenhauer de Tubingia (especializada en teología, filología y leyes) un aprendizaje de tres años, después del cual trabajó durante un año como ayudante. En esa época publicó sus primeros libros de poemas, Canciones románticas y Una hora después de la medianoche. A partir de 1899 ingresó a una librería de saldos en Basilea y, dos años después, en la misma ciudad, se empleó en la librería Wattenwyl mientras publicaba poemas y relatos breves en revistas literarias y sus primeras colaboraciones periodísticas en diferentes medios. Con la publicación de la novela Peter Camenzind, en 1904, Hesse comenzó a vivir exclusivamente de su obra y se instaló a orillas del lago de Constanza. En 1946 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Entre los escritores de ciencia ficción se destaca especialmente Ray Bradbury, quien fue vendedor de periódicos de 1938 hasta 1942. En 1943, después de publicar su primer cuento en 1938, dejó este trabajo con el que se había ganado la vida y se dedicó solamente a escribir, y no le fue mal. Publicó numerosos relatos breves en revistas pulp, hasta que en 1950, con Crónicas marcianas, comenzó su exitosa carrera literaria. También otro autor famoso del género, Frank Herbert, trabajó en múltiples oficios, como pescador de ostras, fotógrafo, camarógrafo de televisión o locutor de radio. En 1965, a los 45 años, dio a conocer la novela Dune –llevada al cine en 1984 por David Lynch– y consiguió el favor del público y la crítica, además de los premios Hugo, Nébula y Premio Internacional de Fantasía. Menos dramática es la historia de Isaac Asimov. En 1948 se doctoró en Química (durante la guerra fue investigador químico en los astilleros de la marina), lo que le permitió ingresar a la Universidad de Boston. Cuando ésta dejó de pagarle el sueldo en 1958, los ingresos provenientes de sus novelas eran bastante más altos que los que obtenía con su tarea universitaria, si bien en los 25 años siguientes publicó sobre todo ensayos de tema científico.
Policiales. También hay varios notorios escritores de la novela policial negra estadounidense que trabajaron en diversos oficios antes del éxito (siempre lábil), y quizá ninguno como Jim Thompson –el autor de 1280 almas, el número mil de Série Noire de Gallimard, adaptada el cine en 1981 por Bertrand Tavernier. De 1923 a 1955, fue sucesivamente botones de hotel, obrero de la construcción, vendedor ilegal de alcohol, empleado de una pastelería, escritor por encargo, operario de una fábrica de aviones, periodista y guionista cinematográfico. Como él, finalmente guionista de la industria del cine, Dashiell Hammett trabajó entre 1915 y 1922 como detective de la Pinkerton’s National Detective Agency (la agencia de seguridad privada de los Estados Unidos más contratada en aquella época por las empresas para infiltrar y combatir las organizaciones obreras). Luego de renunciar a la agencia, comenzó a escribir relatos policiales para revistas pulp, pero en 1926 dejó de escribir para Black Mask, disconforme con el pago, y se empleó como encargado de publicidad de una joyería. En 1929 publicó Red Harvest (Cosecha roja), con la que logró un gran éxito.
En cambio, Raymond Chandler –el gran maestro del género– llevó una vida laboral más o menos apacible como contador, al menos hasta un poco antes de publicar su primera novela, a los 51 años, El sueño eterno (1939, la primera donde aparece el detective privado Philip Marlowe). Nacionalizado británico en 1907, después de un breve empleo en el Almirantazgo, trabajó como periodista para el London Daily Express y la Bristol Western Gazette. Tras regresar a los Estados Unidos en 1912, se radicó en San Francisco y aprendió contabilidad por correspondencia. Luego, trabajó como empleado bancario (como Gombrowicz y Eliot). En 1932, Chandler estuvo a punto de ser nombrado vicepresidente de la compañía Dabney Oil Syndicate en Signal Hill (California), donde se desempeñaba como auditor contable, pero fue despedido a causa de alcoholismo y ausentismo (y también por mujeriego). Debido a que había testificado a favor de la compañía en un juicio, le ofrecieron cien dólares por mes para los gastos. En 1933, bajo la Gran Depresión, Chandler se dedicó exclusivamente a escribir relatos y venderlos en revistas pulp.
Otro que, como Thompson, transitó por innumerables oficios antes de conocer el éxito literario es Henry Miller. Desde su juventud se desempeñó en diversos empleos. Luego de una serie de viajes por el sur de los Estados Unidos, durante los cuales sobrevivió haciendo cualquier tipo de trabajo, regresó a Nueva York en 1914. A partir de ese año, trabajó en la sastrería de su padre y, entre otras ocupaciones, como funcionario municipal y empleado de una compañía de cemento. En 1923 realizó su primer viaje a Europa con su segunda esposa, June. Al año siguiente renunció a su puesto –director de personal– en la compañía de servicios de telegramas Western Union. Se trasladó a París en 1930. Allí residió diez años llevando una vida bohemia (al principio, mendigando comida y durmiendo en la calle) descripta en Trópico de Cáncer (1934), publicada simultáneamente en inglés y francés gracias a su amiga (y amante) Anaïs Nin. Las penurias económicas de Miller cesaron cuando un abogado estadounidense radicado en París, Richard Osborn, le dio albergue en su departamento y 10 francos por día. En 1931, Miller comenzó a trabajar como corrector de estilo en el periódico Chicago Tribune y, luego, como profesor de inglés en el Liceo Carnot de Dijon. En 1940 volvió a los EE.UU., donde estaban prohibidas todas sus novelas.
Faulkner y Carver. También William Faulkner y Raymond Carver tuvieron ocupaciones menores y transitorias. El primero, luego de abandonar los estudios en 1915, empezó a trabajar en el banco de su abuelo, pero al estallar la Primera Guerra Mundial se alistó como piloto de la Real Fuerza Aérea Británica (aunque hay dudas sobre esto). De regreso, realizó distintos oficios como contrabandista de ron, bombero, pintor o cartero y, a partir de 1921, trabajó como periodista en Nueva Orleans. Luego de la publicación de sus primeras novelas, se ganó la vida como guionista en Hollywood, hasta que en 1949 recibió el Nobel de Literatura. En cuanto a Carver, mientras estudiaba literatura en el Humboldt State College de California, en 1963, realizó varios trabajos: asistente de una gasolinera, vendedor de productos farmacéuticos, portero u operario en un aserradero. En 1976 se hizo conocido con los relatos de ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? A partir de 1980 ejerció la docencia en la Universidad de Siracusa, hasta que en 1983 la Academia Norteamericana y el Instituto de Arte y Literatura le dieron un importante premio monetario, lo que le permitió dedicarse a escribir sin premuras económicas.
En el caso del escritor polaco Witold Gombrowicz, quien escribió parte de su obra en Argentina, desde que llegó en agosto de 1939 invitado por la embajada polaca –una semana antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial– vivió varios años en pensiones pobres, mientras subsistía escribiendo artículos firmados con seudónimos para el diario La Nación y revistas como Aquí Está y El Hogar. Hasta entonces no había sobrellevado privaciones, tanto por su pertenencia a una aristocrática familia terrateniente como debido a su licenciatura en Derecho obtenida en 1926. En Buenos Aires recién consiguió un empleo en 1947, en el Banco Polaco de la ciudad, donde trabajó (y escribió la novela Trans-Atlántico) hasta 1955, cuando decidió mantenerse con sus derechos de autor, las colaboraciones en la revista Kultura, de l’Institut littéraire (radicado cerca de París) y una pequeña renta de Radio Free Europe de Munich, para la cual escribió entre 1959 y 1961. De cualquier manera, hasta principios de los 60 también desempeñó diferentes tareas como periodista, traductor y profesor de filosofía. Luego de la publicación en francés de Ferdydurke (1937) y del segundo volumen de su Diario (1957-1961), en 1963 regresó a Europa, y cuatro años después fue candidato al Premio Nobel de Literatura.
También T.S. Eliot fue empleado de banco (del Lloyd’s Bank de Londres, a cargo del Colonial and Foreign Department), desde 1917 hasta 1925, pero a diferencia de Gombrowicz ganó el Nobel en 1948. Matriculado en el Harvard College en 1906, obtuvo en 1909 una licenciatura en Letras que, entre 1910 y 1911, extendió en Europa, primero en la Universidad de la Sorbona y poco después en el Merton College de Oxford. En 1911 volvió a Harvard, se doctoró en Filosofía y fue nombrado profesor ayudante. En 1914 regresó a Europa y se radicó en Londres, donde trabajó como profesor de idiomas (francés y alemán) e historia en un instituto y, poco después, como empleado del Lloyd’s. En paralelo con su trabajo de bancario, entre 1917 y 1919 fue subdirector de la revista literaria The Egoist y luego, de 1922 a 1939, director de The Criterion, una prestigiosa publicación de literatura europea. A partir de 1925 fue asesor literario y editor de la editorial Faber and Faber hasta su muerte, en 1965.
En otro orden de cosas, es sabido que –como Chéjov y otros– Louis-Ferdinand Céline se ganó la vida como médico, pero menos quizá que Vladimir Nabokov (aparte de profesor de Literatura) fue entomólogo. Como tal, trabajó de 1940 a 1947 como curador de lepidopterología (mariposas y polillas) en el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard (sus colecciones de mariposas están en las universidades de Cornell y Harvard y en Suiza), publicó artículos en revistas especializadas y descubrió una especie nueva, la Cyclargus nabokov. Aunque cursó estudios de zoología y literatura rusa y francesa en el Trinity College, Cambridge, a partir de 1922, sólo se licenció en Literatura, y por eso durante mucho tiempo sus estudios entomológicos fueron considerados menores. Sin embargo, progresivamente su labor científica se ha valorizado. Hace unos años, un equipo de investigadores probó su teoría de 1945 sobre las mariposas Polyommatus azules con tecnología de ADN, y a principios de 2011 en The Proceedings of the Royal Society of London se informó que la hipótesis de Nabokov era completamente correcta.
Castrense. Ernst Jünger también fue entomólogo, pero ante todo militar profesional, un raro oficio para un escritor (Poe y Dostoievski también lo fueron). En 1913, a la edad de 18 años, huyó de su casa en Hannover (era hijo de un farmacéutico) para enrolarse en la Legión Extranjera en Africa, y al año siguiente ingresó como voluntario de guerra en un regimiento de fusileros del ejército alemán. Como soldado de trinchera, reconocido por su valentía, hizo un bachillerato (el Abitur) de emergencia y realizó un curso especial para oficiales. En 1915, fue ascendido a teniente y jefe de tren. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, en la que lo hirieron siete veces, por lo cual fue condecorado, continuó en el ejército hasta 1923. Luego, en Leipzig y más tarde en Berlín, estudió Filosofía y Ciencias Naturales, especializándose en zoología. Si bien en 1933 rechazó el puesto en la Academia Prusiana de las Artes que le ofreció el régimen nacionalsocialista, en 1941 se incorporó al alto mando alemán durante la ocupación de París como capitán del ejército.
Entre los escritores más recientemente conocidos, el primer trabajo de Haruki Murakami fue en un local de discos y, antes de terminar sus estudios en literatura y teatro griegos, abrió el bar de jazz Peter Cat en Tokio, junto con su esposa, desde 1974 hasta 1981. Cinco años después, debido al éxito de su novela Norwegian Wood, abandonó Japón para vivir en Europa y Estados Unidos. En contraste, Stieg Larsson trabajó de lavaplatos, en una fábrica de papel y, entre 1977 y 1999, como diseñador gráfico para la agencia de noticias Tidningarnas Telegrambyra (TT), pero falleció a los 50 años a causa de un ataque al corazón, poco antes de que se publicara el primer volumen de su exitosa saga, Los hombres que no amaban a las mujeres (2004).
En cualquier caso, estas pequeñas historias de los oficios y profesiones de algunos escritores que lograron, tarde o temprano, que su obra fuera reconocida por los lectores enseña que la tarea del escritor muchas veces se nutre de esas experiencias para ganarse el sustento, y otras de una pasión tan urgente como la literatura. Por esto, forman parte de ella, no como la sustancia o el asunto primordial de ella, pero sí como el hálito vital que la torna (o puede tornarla) el cenit de los trabajos y los arduos días.