Hace unas semanas, la casa Sotheby’s de Londres subastó 83 serigrafías de Andy Warhol, entre ellas la celebérrima serie de latas de sopas Campbell, exhibida por primera vez en 1962, que se vendió a 317 mil dólares. Además, se remató la serie Cowboys and Indians (ilustración de la historia de la conquista del Oeste con imágenes de John Wayne, el jefe indio Gerónimo y el presidente Theodore Roosevelt) por 463 mil dólares, cuatro retratos de Goethe por 226 mil dólares, Details of Renaissance Paintings (Paolo Uccello, St. George and the Dragon, 1460), (una interpretación de la pintura de Uccello) por 65 mil dólares, y las cuatro láminas de Reigning Queens (Royal Edition): Queen Ntombi Twala of Swaziland, rociadas por Warhol en 1985 con polvo de diamantes, por 33 mil dólares.
Sin embargo, las imágenes más famosas que salieron a la venta, las serigrafías de Marilyn Monroe, que se esperaba subastar por unos 150 mil dólares, no obtuvieron ningún comprador.
De todas maneras, estas cifras vendidas por Sotheby’s están muy por debajo de las que han alcanzado las obras de Warhol. En noviembre de 2010, la subasta de arte contemporáneo de Sotheby’s de Nueva York vendió una de las piezas (son cuatro lienzos) de Coca-Cola 4 (1961-1962) por 31,5 millones de dólares. Anteriormente, en 2007, en la casa Christie’s de Nueva York se remató por 71,7 millones de dólares el cuadro Green Car Crash (Green Burning Car I), parte de los accidentes de autos que Warhol realizó en 1963. Otro cuadro de la misma serie, el Silver Car Crash (Double Disaster) en 2013 alcanzó en Sotheby’s la cifra de 105,4 millones de dólares, mientras el mismo año, en la subasta de Christie’s, se vendió otra pintura de la serie de Coca-Cola por 51 millones de dólares y el Mercedes-Benz W 196 R Grand Prix Car (Streamlined Version, 1954) –el Flecha de Plata de Fangio– por 11,5 millones. Esta danza millonaria de dólares no sólo refleja las dimensiones pecuniarias del mercado internacional del arte, y los índices logrados por la obra de Warhol, sino también (y más de fondo) la transformación de lo que debe considerarse una obra de arte. Según el crítico y filósofo Arthur C. Danto, que previó esto medio siglo antes, se trataría del surgimiento de una estética “poshistórica” luego de la exposición en 1964 de la Brillo Box de Warhol (una escultura que reproducía en tamaño más grande cajas de esponjas de metal con jabón) en la Stable Gallery de Manhattan. Poco antes, Warhol había participado en The American Supermarket, donde se exponían latas de conservas y cortes de carne. Luego, en su segunda muestra individual en Nueva York (en la primera, también en la Stable, expuso las imágenes de Marilyn, las botellas de Coca-Cola y billetes de un dólar), presentó objetos de marcas comerciales, entre ellos las esponjas Brillo.
En 1964, Danto publicó el ensayo The Artworld, donde proponía que las instituciones relacionadas con el arte –museos, galerías, coleccionistas, bienales, etc.– determinaban si una cosa (cualquiera sea) podía considerarse o no una obra de arte. Para Danto, con la Brillo Box, Warhol abolía de una vez la diferencia entre arte y productos comerciales.
Las serigrafías de las sopas Campbell’s, vendidas en Sotheby’s, aparte de su valor de mercado, consagran esa transmutación pop de los íconos industriales y de la cultura popular en arte. Porque si desde Platón hasta Hegel la obra artística supone la visibilidad de lo invisible, desde Warhol exhibe su propia significación vacía, imágenes de ninguna invisibilidad, sino sólo visibilidades que redimen los objetos triviales del mundo moderno.