Fue una tarde marca Racing. Repleta de matices típicamente asociados a una manera de vivir el fútbol. Se repite tanto que terminó siendo una verdad aceptada que Racing es sufrimiento. Sus festejos, las más de las veces, son un desahogo de cachetadas previas. Las menos responden a una alegría genuina. Volvió a pasar ayer en su estadio, en un marco con todos los ingredientes que conforman la marca Racing.
Sufrir, sufrir. “Saja mercenario, jugadores hijos de puta”, se leía en una bandera (¿cómo habrán hecho para ingresarla?). Venía acompañada de insultos que apuntaban a los jugadores en general y omitían explícitamente a Merlo. El hombre de la estatua es el único intocable para los hinchas en esta historia.
La primera media hora del partido hizo que esos mismos que puteaban tuvieran más ganas todavía. Porque Racing mostraba apenas las buenas intenciones de Villar y De Paul, bien abiertos, pero nada de profundidad. Viola y Vietto combinaban poco, y la defensa de Belgrano lo pasaba bien. El plan de los cordobeses empezaba a ser efectivo: primero hacer pie, después empezar a desplegar las alas en ataque. De a poco, esos avances se fueron convirtiendo en un tiroteo contra Saja. Y el arquero, el apuntado como “líder negativo” en la vida interna del club por aquellos interesados en que se vaya, fue sacando todo lo que le llegaba, al extremo de hacerse muralla.
Una doble tapada a Márquez, un desvío a un tiro al ángulo de Rigoni y otro rechazo a un intento de Lollo fueron su aporte a la causa en cuatro minutos. Y a la que no iba a llegar lo salvó Pereyra, que cabeceó afuera a medio metro del arco.
Esa sucesión de llegadas claras de Belgrano fueron el preludio a más insultos a un equipo que no hacía pie. Pero Racing, para ser más Racing, tuvo un penal a favor para salir de ese túnel, y allá fue Saja. El señalado pasó a ser el bendecido, fierrazo de zurda mediante. “¡Chinooo, Chinooo!”, cantaban enloquecidos (¿también los de la bandera?).
Gozar, gozar. No fue un buen partido de Racing. Pero ingenuo hubiese sido esperar otra cosa en medio de una crisis semejante. Aunque en el segundo tiempo, al menos, encontró una dosis mayor de equilibrio. Belgrano no lo desbordó tan fácil y De Paul y Vietto revivieron algunos pasajes de los buenos viejos tiempos en los que eran las caras juveniles de la esperanza. Nadie podrá hablar de reconciliación entre la tribuna y los jugadores, pero sí de un armisticio. Eso firmaron, cuando el 2-0 quedó patentado. Antes, la marca Racing se dejó ver en el penal que falló Saja, la gran figura, y algún centro de Belgrano que levantó el temor de tener que ver una película conocida.
No sólo no pasó, sino que además hasta hubo tiempo para el desahogo final salido de la buena definición de Hauche tras una buena combinación con Viola. Ese festejo exagerado, claro que sí, también es Racing