Pasó Italia. Viene España. Y Rusia está ahí, a la vuelta de la esquina: a 81 días. Jorge Sampaoli sabe, entonces, que tiene una carrera desigual contra el tiempo: no porque esté apurado, sino porque le queda apenas un partido –el de este martes contra España– para probar in situ a los jugadores que se disputan los siete o ocho lugares que aún están vacantes en la lista de 23. Luego del encuentro en Madrid, lo que quede sin resolver será una evaluación a distancia y con otras camisetas: la de los clubes de cada uno de los que pelean por entrar en la memoria colectiva, en el álbum de figuritas.
El triunfo contra Italia fue, en ese sentido, un punto a favor, un síntoma de que algo anda bien. No hay que exagerar ni exaltar lo que pasó, pero lo cierto es que no hubo tachaduras, ni de nombres ni de ideas: el entrenador encontró más certezas que dudas. Y esas certezas fueron de abajo hacia arriba.
No solo manos. Lo mejor del debut de Wilfredo Caballero en la Selección no fueron sus atajadas, sino cómo se adecuó a lo que pretende Sampaoli en la salida desde abajo: el arquero del Chelsea es un jugador con buen manejo de pelota, y nunca tuvo miedo a la hora de tenerla, de pasarla al ras del piso o de buscar un pase largo. Willy no solo se ganó la inclusión en la lista; generó una plataforma para disputarle la titularidad a Sergio Romero, a quien Sampaoli sostendrá, pero no a toda costa.
Crece desde el pie. Si la prédica de Sampaoli es armar el juego desde abajo, que el pelotazo siempre es un recurso pero el último, y que todo se piensa y se ejecuta para que a Messi la pelota le llegue lo más limpia posible, la construcción del dúo Otamendi-Fazio es un cimiento necesario. Sin solidez defensiva, no hay posibilidad ni de salida ni de juego limpio. Y por el momento la apuesta está saliendo bien. Casi con seguridad, los centrales en Rusia serán ellos. Ahora resta saber quiénes los respaldarán en los costados. El DT ensayó con Tagliafico y Bustos. No descollaron, pero al menos sirvió para que se conocieran.
Sin el 10. “Es la Argentina de Leo, no la mía”, dijo Sampaoli esta semana. Más allá de los eslóganes, es bueno saber que hay vida después de Messi. O sin Messi. Para los imprevistos –lesiones, expulsiones, acumulación de amarillas– que puedan surgir durante el Mundial, y para lo que deberá afrontar el entrenador luego de Rusia 2018: un camino en el que nadie sabe si tendrá al mejor jugador del mundo a disposición. Haber enfrentado a Italia sin Messi y que el equipo haya tenido una actuación positiva es uno de los aspectos más valiosos de la gira. Es probable que contra España tampoco esté Leo, algo que redobla la apuesta: habrá que validar lo que se hizo ante Italia, contra un rival de mayor nivel.
Medio y medio. La de Italia también fue una prueba en cuanto al sistema táctico. Porque Sampaoli probó su 4-5-1, con Higuaín como faro y Lo Celso en la posición de Messi: ni tan delantero ni tan mediocampista. Pero lo mejor en el medio no salió de Lo Celso (que no siente el ataque y se retrasó demasiado) sino de Paredes y de Lanzini, dos jugadores que sumaron puntos. Lanzini convirtió un gol y pide pista del otro lado de Di María, que siempre desequilibra (y también se lesiona).
Un nueve. Casi un año después de asumir, Sampaoli llamó a Higuaín. Pero el Pipa, que se merecía volver, se encontró otra vez con un estigma: las definiciones con la camiseta de la Selección. Aunque eso al DT no le pareció lo más relevante: “Jugó como un líder; se mostró muy comprometido con este proceso y realmente lo valoramos”, remarcó. Una buena manera de dejar en claro que el Pipita no depende de un mano a mano para estar en Rusia.