DEPORTES

Árbitra, abogada y audaz

Salomé Di Iorio empezó a estudiar el reglamento cansada de que la descalificaran. "'Andá a lavar los platos' es lo más suave que me gritan", cuenta. Fotos.

Salomé en plena acción arbitral.
| Marcelo Tucuna

Los códigos civiles y penales vinieron después. Antes, mucho antes, Salomé Di Iorio conoció los del fútbol. Era una niña y ni imaginaba que algún día se iba a zambullir en esos libracos con normas, leyes y artículos, pero ya fatigaba canchas. Iba con su madre y sus dos hermanas: cuatro mujeres que recorrían estadios de equipos de ascenso y de Primera, plateas y populares, de local y de visitante. Ahí nació la pasión por el fútbol, la locura por verlo y por jugarlo. La vocación por el Derecho iba a tardar un poco más. Ni idea tenía por entonces la niña Salomé que años después iban a convivir la abogada de traje sastre con la árbitro de short negro. (¿Estará bien dicho “la árbitro” o se dirá “mujer árbitro”? Porque hablar de “el árbitro mujer” es medio ridículo. ¿Será, tal vez, “árbitra”?)

—¿Cómo tendr ía que decirte?

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—¡Arbitra! –se apura Salomé–. Es una palabra que reconoció la Real Academia Española en 2001.