El número del que se habla en estudios de TV, cabinas de transmisión y oficinas gerenciales es dos millones de suscriptores. En estos días, mientras la primera Superliga ofrecía sus últimos partidos, en TNT Sports y FOX Premium se jactaban, con cierto orgullo, de las dos millones de personas que mensualmente pagan $ 300 para tener el Pack Fútbol. Y de que a esa cantidad –que supone entre siete y ocho millones de potenciales televidentes– se había llegado más rápido de lo esperado.
Es cierto que la cifra es superior a las expectativas que tenían en agosto del año pasado, cuando el torneo argentino cambió Estado por mercado y las dos empresas estadounidenses –que pagan 3.200 millones de pesos por año– aparecieron formalmente en escena, luego de una presentación en el Hotel Hilton. También es cierto, dicen, que todavía falta: según reconstruyó este diario, para que las cuentas empiecen a cerrar, el número de suscriptores debe doblarse. La manzana del meganegocio se ve a simple vista, pero todavía hay que escalar para tomarla y morderla.
Los directivos de FOX y Turner –que no quisieron decir si la inflación llegará al fútbol televisado– lo sabían desde las primeras negociaciones, cuando pulseaban con ESPN y la española MediaPro. Lo grafican con una suerte de línea de tiempo: en el año que pasó y en el que vendrá, sabían que iban a perder; en el tercero y cuarto año, la pérdida deberá convertirse en un empate; y recién a partir del quinto año, el negocio empezará a tomar forma y a dar ganancias. Si todo sale como esperan –en un país difícil para prever–, el contrato con la Superliga se extenderá por cinco años más.
Picos privados. El partido más visto en esta nueva era de fútbol pago fue, curiosamente, uno que no era parte del fixture de la Superliga: el clásico Boca-River por la Supercopa Argentina, que se jugó en Mendoza el 15 de marzo y se televisó solo para los que contaban con la suscripción. Esa noche, en la que River ganó 2-0 y salvó su semestre, tuvo picos de ráting de 23,5 puntos y un promedio de 20.
El inicio del fútbol “premium” fue, justamente, el fin de semana del superclásico, en noviembre del año pasado. Ese partido –menos convocante por la instancia y con menos cantidad de personas adheridas al pack– marcó 14,87 puntos de ráting: FOX, con Sebastián Vignolo en el relato y Diego Latorre como comentarista, tuvo 10,33; mientras que TNT Sports, con Pablo Giralt, Matías Martin y Juan Pablo Varsky, alcanzó 4,54.
Si bien son socios (por conveniencia, no por convicción), TNT y FOX tienen diferencias: quizás eso explica que FOX mantenga los derechos de televisación de la Copa Libertadores en soledad. Turner no licitó para transmitir ese torneo porque desconfiaba de los términos y condiciones de la Conmebol. FOX, instalada aquí desde hace tiempo, se mueve con más comodidad entre los desarreglos del fútbol latinoamericano. Por eso apostó igual. Conoce los vicios y costumbres. Al punto de que a veces, los hace propios.
Servicio “Premium” que no lo es
Claudio Villarruel *
A un año del desmantelamiento de Fútbol Para Todos no hay nada nuevo en la pantalla. Salvo que el financiamiento del negocio del fútbol hoy sale de los bolsillos enflaquecidos de los ciudadanos. Lo que antes fue pensado como una política de Estado hoy es, lisa y llanamente, un negocio. Cambiaron los propietarios de los derechos, pero no la calidad de las transmisiones.
El supuesto de que las cadenas privadas iban a invertir en tecnología de avanzada, alcanzando estándares internacionales que justificaran el pago del abono mensual, quedó en la nada. Hasta el momento, solo hubo cambios de relatores y comentaristas, se sumaron algunas estadísticas con dibujos electrónicos para ver en qué sector de la cancha jugó cada equipo, se mantuvo la cantidad de cámaras, y los ángulos de las repeticiones son los mismos. Por otro lado, no se ha trabajado en la iluminación de algunos estadios para que la luz sea pareja en todo el campo de juego. Tampoco en la construcción de lugares cerrados para que, en los días de lluvia, los lentes de las cámaras centrales no se empañen ni se mojen y permitan al televidente ver con claridad el juego. A su vez, no se observan ideas innovadoras de producción para contar el fútbol acorde a los tiempos audiovisuales que corren. El rugby y la NBA, en ese terreno, están a la vanguardia.
La privatización supuso un ahorro, ínfimo, para el Estado, y ganancia para los dos empresas que se repartieron el negocio. El tema de fondo es que, ahora, los que acceden al fútbol pagan como “premium” un servicio que no lo es. A nivel tecnológico no hubo ningún cambio significativo que le dé alguna singularidad a las transmisiones. Da la sensación que, al tener una audiencia cautiva, no se esmeraron mucho en elevar el buen nivel que ya tenían. Incluso, la empresa que realiza la producción en esta nueva etapa es la misma que las hacía para FPT.
Al ser un duopolio, los canales no necesitan competir entre ellos para captar más clientes. Pero si en algo salieron ganando es que cada uno creó una señal nueva que les permite promocionar programas, no solo deportivos, de sus otras señales. Es habitual escuchar a los relatores, por ejemplo, promocionar la última serie por estrenar, o la entrega de los premios Platino de Cine Iberoamericano que se emiten en alguna de sus pantallas hermanas.
De todas las promesas de campaña incumplidas, el caso de FPT –que, según el propio Presidente iba a seguir, pero sin “política”– es emblemático. Cuando hoy vemos que en las últimas semanas se rifaron 7 mil millones de dólares de las reservas del Banco Central para frenar la corrida cambiaria, los casi 200 millones que costó el Fútbol para Todos en 2015 parecen migajas. Se lo privatizó con el argumento de que el ahorro era para hacer hospitales y jardines de infantes. Nunca se hicieron. Y la pelota sigue rodando.
* Productor audiovisual. Ex director artístico de Telefe.
Una decisión acertada
Horacio Gennari*
Primera conclusión: se pudo sacar un peso de costo al Gobierno. Fue algo criticado en su momento, pero se demostró que el Estado argentino no estaba para solventar el fútbol de Primera. Hace un tiempo parecía una medida antipática. Hoy, por todo lo que está pasando en el país, queda demostrado que fue una decisión perfecta y acertada.
Segunda conclusión: hace casi un año que no se habla más del tema dinero porque la AFA y los clubes están bien abastecidos, con buen flujo. Ahora todo queda en manos de la buena administración que haga cada uno. Se acabó el escándalo de la AFA, de que los clubes estaban fundidos, de que no dan los balances. Todo se tranquilizó.
Tercera conclusión: la calidad de las transmisiones ha sido de buena a muy buena. Fue mejorando cada día. Pusieron la mejor calidad de periodistas y de técnicos. El resultado es óptimo y el pronóstico, conociendo la realidad de las dos empresas, será de más mejoras para el próximo campeonato. Turner y FOX, las dos empresas dueñas de los derechos de transmisión, están muy consolidadas y siguieron teniendo planes de inversión y expansión en toda América Latina, caso Chile y otros países. Esto demuestra que en manos privadas, el fútbol es factible de seguir adelante. No tengo dudas de que la televisación del fútbol argentino es un negocio para ambas.
Una última reflexión: cuando el ingeniero Mauricio Macri asumió, dijo que el programa Fútbol para Todos iba a continuar, no nos olvidemos de eso. En ese momento, a mí me pareció que no iba poder aguantar. Luego cambió sobre la marcha, algo que me pareció razonable. ¿Se imaginan si en estas semanas convulsionadas todavía existiera el Fútbol para Todos administrado por el Estado? ¿Qué estaría sintiendo la gente? Sé que hay varios románticos que aún creen que el Estado todo lo puede pagar, pero éste no es el caso. Está bien que el fútbol esté en manos privados. Es así aquí y en todo el mundo.
*Consultor de medios. Ex director en AFA del Fútbol para Todos.