Ricardo Barreda, que ayer fue puesto nuevamente en libertad condicional, tiene dos deseos futboleros. Uno inmediato y el otro de largo plazo. Fanático del Pincha, el odontólogo que en 1992 mató a toda su familia en La Plata quiere ir a la cancha a ver a Estudiantes y añora con algún día poder convertirse en técnico.