El nombre elegido es el de Carlos Bianchi. Será él, en su condición de mánager, el que señale al sucesor del hombre al que trató de sostener en el cargo, a pesar de lo opinión contraria de la cúpula mayor de la dirigencia. Léase bien: al no aceptar el Virrey el ofrecimiento de asumir como técnico, se le otorgó la potestad (¿u obligación?) de elegir al candidato que viene.
El que sea, tendrá que hacerse cargo de la depuración del plantel, justamente el trámite que no pretendía resolver Bianchi. Una vez allanado el camino y aplastado el recuerdo de Carlos Ischia, recién entonces será el turno del Virrey como DT, por tercera vez en la historia de Boca.
Mientras, el presidente Jorge Ameal hacía anoche su última movida. Fue hasta el hotel Emperador, donde ahora se concentra Boca, con el fin de convencer a Ischia para que renuncie después del partido de hoy ante Vélez. Si acepta, ya está en marcha el plan de pago: cobrará el monto total de su contrato, en cómodas cuotas hasta diciembre.
Aviso clasificado. “Autoridad”, esa es la palabra clave en el diccionario de los dirigentes de Boca. Acaso, la principal característica que no piensan negociar del próximo entrenador. “Se necesita alguien que logre manejar al plantel, que está claramente dividido”, le reveló en off a PERFIL un dirigente oficialista. Y es justamente ese punto el que más se le cuestiona a Ischia. No tanto la táctica como el modo de proceder ante figuras que, ahora, gozan de privilegios que afectan la convivencia. Sí, sobre todo Riquelme.
Uno de los entrenadores que más seducía era Alfio Basile (obtuvo cinco títulos en Boca), pero, paradójicamente, tiene un currículum mucho más prestigioso que el de un “técnico de turno”.