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Boca-River, un clásico al que de súper sólo le queda la historia

Sin ídolos ni referentes dentro del campo de juego, el foco va a estar puesto en los entrenadores. A pesar de todo, el show está armado.

A vos, te digo. Agustín Orion, arquero de Boca, y Leonardo Ponzio, volante de River. Los dos son capitanes y hombres fuertes en equipos escasos de referentes. Las ausencias de Riquelme y Trezeguet dej
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Si Boca y River no fueran Boca y River, si el fútbol argentino rompiera lazos con su propia historia, el de esta tarde sería un clasiquito. Un dato, un solo dato podría sostener la teoría: los referentes de los equipos van a estar de este lado de la línea de cal. Porque ninguno de los veintidós jugadores que a las cuatro y media de la tarde pisen el campo de juego de La Bombonera son más figuras que los entrenadores. Las cámaras, qué duda cabe, van a hacer foco en Carlos Bianchi y Ramón Díaz. Los héroes de la jornada no tocarán una pelota. Ni las 50 mil personas que desborden el estadio ni los millones que lo seguirán por televisión pueden aspirar a ver a un ídolo en acción. El desgarro de Juan Román Riquelme y la operación de tendinitis de David Trezeguet lo lograron. Las figuritas, esta vez, no llevan los cortos puestos.
Y como si la ausencia de referentes dentro de la cancha no fuera motivo suficiente, este cruce entre los dos más grandes del fútbol local pone muy poco en juego. Es cierto, River está prendido entre los escoltas del puntero y el resultado lo puede afectar, pero tampoco se trata de puntos definitorios. Y Boca, bueno, Boca es lo que muestra la tabla: está penúltimo, apenas sumó nueve puntos en once fechas, convirtió sólo ocho goles y sufrió 17 en contra. Hasta hoy igualó la peor racha sin triunfos de su historia. Esto significa que si hoy no ganara rompería su propio récord. Y todo de la mano de Bianchi, el técnico con más logros en el club. Es evidente, la adrenalina por ganar tres puntos determinantes quedará para la próxima.

El árbitro es otra variable. Si bien Germán Delfino viene bien posicionado y dirigió partidos de Copa Libertadores y del reciente Sudamericano Sub 17, también es cierto que el de esta tarde es su primer Boca-River. Lejos quedaron esos superclásicos en los que el juez era uno de los protagonistas. Delfino no es Baldassi, ni Pezzotta, ni Elizondo. En el show del fútbol para todos es un actor de reparto.

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El show debe continuar. Lo paradójico de este clasiquito sin ídolos ni puntos definitorios en juego es que la cancha va a estallar, y que a partir de las cuatro y media de la tarde no va a quedar un televisor que no esté clavado en la Televisión Pública. Lo que escatima el fútbol lo ofrece el show. Las tribunas, se sabe, van a estar repletas. El color y los cantitos, como siempre. Más que nunca, la fiesta del superclásico tendrá como escenario los escalones de cemento. Los turistas tal vez no podrán disfrutar de una definición exquisita o de un pase gol milimétrico, pero seguro que dejarán La Bombonera encandilados con las tribunas.
La venta y reventa de entradas en tiempo récord es otra señal de la paradoja. Los 4.500 tickets que estaban disponibles para los hinchas de River se terminaron en minutos. Se ofrecieron a través de una página de internet a partir de las 22 del jueves, a las 22.30 se habían agotado. Y después, como de costumbre, juega reventa. Conseguir una entrada en el sitio web Mercado Libre es posible, pero carísimo. El menú a la carta ofrece, por ejemplo, populares locales a 800 pesos, más caras que lo que costaba una ubicación para ver la ópera Cármen en la inauguración de la temporada del Colón. Aunque los precios desorbitantes están destinados a las flamantes plateas VIP: 4.800 cada una. Y para los visitantes, la reventa también es implacable: 1.500 pesos para ver dos equipos sin figuras desde la tercera bandeja.

En definitiva: la de hoy parece ser una jornada atípica. Poco importa lo que ocurra dentro del campo de juego. ¿No hay figuras? ¿No hay ídolos? No importa demasiado. Esta vez las estrellas del superclásico están afuera: en el banco de suplentes y en las tribunas.