—¡Silencio! Soy el jefe y me deben obediencia y sumisión. Nuestro camino será cubierto de sudor, lágrimas y sangre. ¿Listos?
—(todos) Táá...
—Marcharemos durante meses, tendremos castillos, riquezas y mujeres de grandes pechos. Taccone, ¡levante las banderas!
—No tengo.
—Está bien, levante eso bien alto. De ustedes cinco haré…
—Somos cuatro.
—Ah. De ustedes cuatro haré un ejército intrépido y veloz. ¡Avanti mis valientes!
—¿Adónde va ese idiota? (chiflido) ¡Ehh…! Es por este ladooo…
—Ah, sí, sí. ¡¡Branca, Branca…!!
—(coro) ¡¡León, León, León!!!
De “La Armada Brancaleone” (1966), dirigida por Mario Monicelli. Vittorio Gassman (Brancaleone) arenga a su tropa de pícaros malvivientes.
Imparable, el excelentísimo presidente de la nueva AFA, don Chiqui Wall de Moyano, continúa con su raid de torpezas.
La semana pasada, en un flash, se las arregló para incomodar a todo el mundo. A Bauza, con más dinero en el banco pero el alma herida; a Diego Simeone, con su Aleti en duelo eliminatorio con el Leicester, indignado por el anuncio de un imposible approach que lo dejaba expuesto sin razón; a la dirigencia del Sevilla, que necesita que el equipo gane la pelea por el tercer puesto que los clasifique directo a la fase de grupos de la Champions; y al mismísimo Sampaoli, que ya no sabe más cómo decir sí y no al mismo tiempo.
Sutil como un rinoceronte en sidecar, nuestro héroe es un Atila que pisa para que jamás crezca el pasto y avanza, a escobazos, acelerando su acoplado de 24 ruedas, sin preocuparse mucho por las formas. Marcelo Tinelli acusó un problema de salud y, prudente, se bajó de la gira europea que el presidente Chiqui organizó al Brancaleone style. ¿Lo recuerdan? Aquel desopilante falso caballero del Medioevo en constante caravana junto a su armada de alucinados. Un genial trabajo de Gassman, dirigido por Monicelli.
El plan de Chiqui era ver a Simeone en Madrid y convencerlo, en charla tête à tête; después, en Barcelona, hablaría con Messi sobre el viaje del 4 de mayo a Zurich para apelar in situ la sanción, y sobre el casi nuevo técnico; y ya en Valencia, donde juega el Sevilla, cerraría todo con Jorge Sampaoli. Genial. Pero no. Todo mal. Porque Simeone le echó flit, Messi sólo habló sobre estrategias jurídicas y los andaluces, si lo descubren cerca de su entrenador, le soltarán los perros. Guau.
El enigma de Kaspar Hauser, el film dirigido por Werner Herzog en 1974, cuenta la historia de un joven de 16 años que, con una carta en la mano, apareció en las calles de Nuremberg el 26 de mayo de 1828. Había pasado su vida encerrado en una torre, a pan y agua. El niño salvaje fue educado y en clase solía aplicar su lógica frente a un problema. “Kaspar –planteó el tutor–, si estuvieras en un cruce y llegara un viajero, ¿cómo sabrías si llega del pueblo de los mentirosos o del pueblo de los que dicen la verdad?”. Kaspar pensó y dijo: “Le preguntaría si es una rana verde; si contesta que sí, es un embustero”.
En el país en general y en la AFA en particular, abundan las ranas verdes. El presidente –el de Viamonte– elevó la virtud de la especie hasta alcanzar niveles asombrosos. “Vine a hablar con Messi”, le aclaró a la prensa recién arribado a Barcelona, sin detener su marcha, parco o aterrado. “¿Sampaoli? No vine por él; y no estamos apurados por contratar un nuevo técnico”, mintió comme il faut, fiel a su estilo.
En la extraña conferencia de prensa que se vio obligado a dar el martes, Bauza agradeció al San Pablo por no haber puesto ninguna traba cuando decidió irse, rescató del subsuelo de la historia a la viscosa Comisión Nosecuantodora que le ofreció el cargo, destacó la entrega de los jugadores, describió su experiencia como “maravillosa” y repitió su latiguillo: “Argentina va a clasificar y será campeón”. Además, confesó que con Chiqui fueron “muy francos” a la hora de juntarse y decirse todo en la cara.
Ya liberado, Bauza se sinceró ma non troppo. Conteniendo la bronca, habló sobre su despido: “Cada uno elige la manera de comunicarlo o hablarlo. Yo hubiese elegido otra, porque me considero una persona muy transparente. Las cosas son blancas o negras”. Cuando el tema fue Chiqui, volvieron las ranas verdes: “Estuve enojado con él, pero ya no. Le deseo lo mejor”.
Los correveidile de Sampaoli alimentan a los medios con data sobre sus métodos de trabajo, los jugadores que prefiere, nombres que suenan para su cuerpo técnico y una audacia: citar a Icardi, el hombre que le robó el paquete a López. Mientras tanto, el calvo de Casilda sueña despierto y enfrenta el mosqueo de su presidente, José Castro, que arregló todo en secreto con su amigo Angel Easy y, por culpa de la incontinencia nativa, ahora es destrozado por el sevillismo. Su íntimo de las pampas bosteras contó todo: “A mi querido José no podía mentirle, le dije que Sampaoli era nuestro candidato. Ya están dadas todas las condiciones para que sea el nuevo entrenador”. Uy.
En el Sevilla huyen hacia adelante. En un duro comunicado le advierten a la AFA que es una “falta de respeto”, y por completo “inaceptable”, que alguien pretenda reunirse con su entrenador para que rompa su vínculo con el club. Sampaoli, estresado, reparte ranas verdes a full. “Sólo pienso en la Liga y la afición. Muchos están jugando con mi nombre. ¿Si recibiré al presidente Chiqui? No, a ver… Hablan de supuestos, no de realidades. A mí nadie me llamó”.
¿Hay más? Hay. Los abogados de Messi prepararon una curiosa estrategia de defensa. Frente al tribunal dirán que la frase “la concha de tu madre” no es un insulto, sino un simpático modismo argentino. Como prueba, llevarán un audio de Messi, micrófono en mano, celebrando un título en el Camp Nou. “¡Visca el Barsa, visca Catalunya y aguante Argentina, la concha de su madre!”, grita el geniecillo.
Más ranas verdes. Y así estamos, compatriotas; lejos como nunca del pueblo de los que dicen la verdad.