Advertencia: Cristiano Ronaldo, no Carlos Tevez, es la celebridad futbolística por excelencia que jugará hoy para el Manchester United, en la final de la Liga de Campeones de Europa frente al Chelsea, en Moscú.
La jerarquización no es antojadiza: con ella se pretende, sin más, rehuir de los análisis futboleros chauvinistas que desvirtúan la realidad cuando de un argentino se trata.
Simple: Ronaldo, un futbolista tan extraordinario como irritante por sus poses permanentes dentro y fuera de la cancha (un Beckham en potencia, nomás), finalizó como goleador de la Premier League y se dirige, con siete goles, a quedarse con ese galardón también en la Liga de Campeones.
¿Menoscaba ese estrellato de Ronaldo, acaso, la importancia de Tevez en el equipo? No, para nada. En apenas una temporada, con 19 goles en 47 partidos, el ex atacante de Boca se consolidó en una de las potencias económico-futbolísticas de Europa. Encima, disfruta (al igual que otros, como Ryan Giggs, Paul Scholes o el mismo Ronaldo) de que los simpatizantes lo vitoreen al grito de “argentino, argentino” siempre que lo sustituyen.
Por si fuera poco, Ferguson y sus compañeros lo ponderan cada tres minutos. La Inglaterra futbolera habla (no sólo) de Tevez, así como en España se lo hace de Lionel Messi y Sergio Agüero.
Pero el equipo que conduce Ferguson desde hace 22 años no depende sólo de él, ni aun de Ronaldo: por el presupuesto exorbitante que maneja y por una historia que intimida, el Manchester United, permítase la síntesis durkheimiana, es más que la suma de sus partes.
Puede jugar, por ejemplo, el emblemático Giggs o el coreano (¡co-rea-no!) Park Ji-Sung y la cosa no varía. Así, la estructura no se resiente con el cambio de futbolistas: la supremacía del Manchester United en Inglaterra es incuestionable. Ahí refulgen sus 10 títulos en los últimos 15 años.
En su adaptación –también incontrovertible– a ese ensamblaje, pues, se halla la explicación del éxito de Tevez.
Hoy, en definitiva, habrá en Moscú un simposio de fenómenos. Tevez no es la única atracción. Pero, ni por asomo, es un cuatro de copas.