La imagen desde la popular, la platea o el living de una casa era la de un arquero protestándole airadamente al árbitro por el penal que acababa de cobrar. La vivencia, ahí adentro del área, era totalmente distinta. Se los puedo asegurar…
—Nooo, Baldassi, ¿para qué cobrás penal? Ya sé que mis defensores son un desastre, pero no los pongas en evidencia. Cuidámelos un poco más. Dejate de joder, Héctor, no quieras convertirme en figura… ¿Ves cómo sos, ¡eh!? Ahora me obligás a atajarlo…
No era una queja la de José Luis Chilavert. No señor. No lo era…
Profesión: arquerazo. Nacionalidad: paraguayo. Personalidad: fuerte tirando a indomable. Hobby: la actuación. Todo eso debería decir en el currículum/prontuario de Chila. Era, además de un gran futbolista, un notable actor dentro de la cancha. Jugaba, ganaba y actuaba. Todo eso hacía en 90 minutos. Una cosa, como les contaba, era verlo desde afuera; otra, tenerlo ahí en vivo, frente a frente, con su cuerpo robusto, sus más de 190 centímetros de altura y sus nunca comprobados kilos de peso. No sé si eran noventa, cien o más, lo que sí me consta es que no todo era lo que parecía con este paraguayo al que me tocó dirigir un montón de veces mientras atajaba en Vélez y en la Selección de Paraguay. Entendía bien el juego, el de la pelota y del show. Parecía siempre enojado, pero se divertía, siempre disfrutaba dentro del área. Bah, mejor dicho, dentro de la cancha: fue uno de los pocos arqueros que dirigí cuyo territorio iba mucho más allá del arco, el área chica y el área grande. Sí, Chilavert era un jugador de toda la cancha.
Por eso muchos no comprendían por qué no lo amonestaba cuando me hablaba así, gesticulando ampulosamente. Porque era un acting lo que hacía: pese a lo que veían los demás, él a mí no me protestaba ni se dirigía en malos términos. ¿Le iba a mostrar la amarilla por fanfarrón? ¿Por chistoso? ¿Por mandar en cana a sus defensores? No. Era vivísimo. Sabía dónde estaba el límite. Y lo hacía una y otra vez, pero sin pasarse de la raya. Yo le tenía calculado el tiempo, le había agarrado la mano. Lo miraba con una sonrisa y le decía,
si había sancionado un penal: “Dale, papá, andate para el arco y si sos tan bueno como decís, atajalo”. Hasta los rivales se comían esa actuación y venían a pedirme que le sacara tarjeta: a más de uno lo miraba con ganas de decirle: “Vos no entendés nada, pibe, cuánta sopa te falta…”.
A veces, todo esto le salía bien y lograba poner nerviosos a los adversarios, que terminaban desenfocados y Chilavert sacaba ventajas de esa situación, fuera en un penal o en cualquier otra circunstancia de juego. En otras ocasiones, todo este show que montaba no le alcanzaba para salirse con la suya. Duelos ásperos que recuerdo eran los River-Vélez del año 2000, sea por Copa o por torneos locales. Me tocó dirigir varios de esos, con Chilavert de un lado y con un ex Vélez, Roberto Trotta, del otro. Un duro de domar contra un difícil de llevar: un cóctel explosivo eran esos choques… Habían sido compañeros y, por Grupo los comentarios que me hacían uno del otro, la cosa no había quedado del todo bien. Y se notaba en los enfrentamientos: los árbitros teníamos que lidiar con esa tirantez que había entre dos de los últimos caudillos que tuvo nuestro fútbol.
El 12 de abril de ese año 2000 se enfrentaron en Liniers por la fecha 9 del Clausura. ¡Había cada nene en ese partido…! En Vélez jugaban Chilavert, el Gallego Méndez, los Husain, los Domínguez y, entre otros, Patricio Camps. En River eran titulares Bonano, Trotta, Berizzo, Placente y Cardetti, entre los que más recuerdo. Trotta se hizo un gol en contra y lo empató River enseguida con gol del Chapulín Cardetti. A los 22 minutos del segundo tiempo, penal de Fede Domínguez a Saviola y, después del showcito natural que hacía y de decirme que el Conejito se había tirado, Chila se paró delante de Trotta y lo miró fijo. Capitán versus capitán. Rambo contra Terminator. La hinchada de Vélez lo insultaba al ex defensor del club y le cantaba: “Trotta sos cagón”. El 2 de River, inmutable: remató fuerte, alto y arriba, y adentro. Pero como hubo invasión de zona, lo hice ejecutar de nuevo. El arquero de Vélez, otra vez con sus gestos, intentando poner nervioso a su ex ladero. El clima era tenso, el aire se cortaba con un cuchillo… En el relato del partido,
Marcelo Araujo decía: “¿Qué estará pensando Trotta?”. Y en lo que estaba pensando, sin que nadie lo supiera, era en una locura. Lo pensó y se lo “picó” nomás al penal… Había que tener coraje para hacer algo así en ese momento y el capitán de River lo hizo. No solo eso: mientras lo pateaba, hasta le alcanzó a gritar al arquero: “Andá a buscarla adentro”.
Pero dejemos de lado a Chilavert y volvamos a meternos en el tema que nos ocupa en este capítulo: los penales. La decisión más difícil para un árbitro porque es casi medio gol. Esa misma falta la cobrás en mitad de cancha y es raro que alguien se queje, pero dentro del área todo parece “protestable”. Si creía que era penal, me agachaba y lo cobraba. ¿Por qué me agachaba? No lo sé, era algo instintivo. Era como que comunicaba esa sanción con el silbato y con el cuerpo. A la FIFA no le gustaba esa manera mía de sancionar penales, llevando las rodillas hacia la tierra, marcando con una mano el punto penal y haciendo sonar el silbado lo más fuerte que pudiese. Según me corregían algunos instructores, el argumento era que “haciendo eso perdés estética arbitral”.
“Suerte, no te adelantes. El penal va a la derecha”. Esa frase se la decía a los arqueros a modo de muletilla. Algunos se reían y otros me miraban como diciendo: “¿Qué está diciendo éste?”. No sé por qué siempre repetía eso, pero lo decía, una y otra vez a cualquier arquero. Y es una frase que luego la podés defender siempre: el penal va a la derecha. Puede ser a la derecha del arquero, puede ser a la derecha del ejecutante… Cuando pateaban al medio o la picaban, ahí me dejaban sin argumentos. Pero no importa: la decía, no sé si por cábala, no sé si para distender al arquero, no sé si de bocón nomás…
¿Se acuerdan de un arquero venezolano que tuvo San Lorenzo, Gilberto Angelucci? No jugó muchos partidos porque era el suplente de Oscar Passet, pero estuvo cuatro años en el club. Atajaba siempre para su selección y en uno de mis primeros partidos por Eliminatorias Sudamericanas, Venezuela-Chile (25 de julio de 2000 en San Cristóbal), le tiré esa frase “matadora”. Le dije: “Suerte, el penal va a la derecha”. Y no recuerdo exactamente hacia dónde se tiró, pero le atajó el penal a Iván Zamorano. Así como le dije eso al arquero, lo consolé a Bam Bam, aunque siguió sin inmutarse demasiado. Igual, después ganó Chile 2-0, con un gol de Tapia y uno de Zamorano.
Así son las cosas con los penales. En un Independiente-Boca cobré uno a favor del Rojo por una falta al Pocho Insúa. Y no había sido. Bah, mejor dicho, había sido un penalcito. Pero a mí me pareció y lo sancioné sin dudar. Si lo ves y te parece, lo cobrás rápido, casi que por inercia.
Siempre dije que, en el caso de los penales, la mejor ley de ventaja es cobrándolo. Era un amante de esa teoría y, miren lo que son las cosas, justo un Día de los Enamorados, no cobré un penal en un Banfield 2-Lanús 0. Fue un 14 de febrero de 2010. Jadson Viera, un defensor uruguayo de Lanús, la tocó con la mano apenas comenzó el segundo tiempo. Los de Banfield, más allá de que ganaron el clásico, cuando terminó el partido me protestaron esa jugada. Camino al vestuario, le pregunté a mi compañero Hernán Maidana qué le había parecido esa acción. Me dijo que para él había sido penal, pero que no estaba seguro. Me fui convencido de que no había sido. A la noche, sentadito frente a la tele, vi de nuevo la jugada y lo llamé a mi asistente…
—Viste, Narigón, vos desconfiabas de mí. Te dije que no fue penal…
—(Silencio). Mirá, Héctor, no sé qué decirte…
—No fue penal: fue penalazo, papá…
Y bueno, me había equivocado como otras veces y me dolía el hecho de haber errado, pero eso no me hacía perder el humor.