El Mundial paraliza al país. O, al menos, a casi todo el país. Las oficinas -inclusive las reparticiones públicas- se detienen durante esos 90 minutos en los que el seleccionado corre en busca de la próxima gloria efímera. Los colectiveros suben el volúmen de la radio. Los taxistas y los cadetes se agolpan en los bares o las vidrieras de las casas de electrodomésticos. ¡Hasta hay una resolución oficial del Ministerio de Educación para detener las clases y ver los partidos! Sí, un partido de la selección tiene una contundencia más demoledora que la CGT a la hora de parar el país.