La evidencia de la tabla de promedios no le permite a Argentinos fantasear demasiado; lo más probable es que acabe la temporada descendiendo. Para evitarlo, deberá darse una combinación de resultados parecida a una confabulación de los astros. Muy difícil, casi imposible, digamos.
Ese peso le da más valor a los argumentos que esboza el equipo de Borghi: el entrenador decidió que si hay que descender, será con las armas que hicieron grande a una institución singular. Será con el estilo de siempre, con la pelota al piso y la cabeza levantada, haciéndole honor al nombre del estadio y no al de Caruso Lombardi, endiosado en tiempos recientes.
El triunfo de ayer contra Vélez, un rival con gran presente y mejor futuro, fue una constatación de la idea. Un colombiano, Reinaldo Lenis, fue el intérprete más adecuado del discurso de Borghi. Rápido para desmarcarse, bueno para amagar, incansable, Lenis tuvo la llave de la victoria, asistiendo primero a Ramírez y armando la jugada del gol decisivo de Barzola en el descuento; en el medio, el delantero también falló en la definición en un par de jugadas, todas iniciadas por él mismo.
Vélez regaló el primer tiempo, y también tuvo oportunidades de ganar el partido después del buen gol de Nanni, reemplazante de un flojo Zárate. Pero en el recuento final de los porotos, fue justo que el triunfo haya caído del lado de Argentinos, que no conseguía sumar tres puntos de un tiro desde hacía siete fechas.
Así las cosas, si las cuentas no les terminan cerrando, nadie va a quitarles el dolor de irse a la B a los hinchas del viejo Argentinos. Lo que no podrán reprocharse es el camino que eligieron recorrer para intentar el salvataje.