Cuando terminó el partido, Alex Ferguson se fue derecho a su casa. Estaba destrozado. Entró a su habitación, se acostó y se tapó la cabeza con una almohada. Se sentía culpable, según escribiría 11 años más tarde en su autobiografía, Managing my life. Ese 23 de septiembre de 1989, el Manchester United, al que dirigía desde hacía tres temporadas, había caído 5-1 en el clásico ante el Manchester City. Los hinchas de su equipo habían exigido su renuncia –“Fergie out!”, cantaron– mientras que los del Manchester City, irónicos, respondían: “Fergie must stay” (se debe quedar).
Incluso, un hincha del Manchester United llamado Pete Molyneux, llegó a colgar en diciembre de ese año una bandera, que ocuparía las primeras planas de los diarios, para pedir la salida de Ferguson: “Tres años de excusas y esto es una porquería, Fergie”. Ese día, el Manchester United perdió 2-1 con el Crystal Palace.
El mismísimo Ferguson reconoció veinte años después, en mayo de 2009: “Esa época fue la más oscura por la que pasé en el fútbol”. Es que el entrenador, que acaba de anunciar su alejamiento del Manchester United después de 27 años y 38 títulos, pasó seis temporadas sin conseguir un campeonato de Primera División y debió lidiar con un equipo al que se lo conocía, escándalos mediante, como “Madchester”.
Esta es la historia de las primeras seis temporadas de Ferguson, un entrenador que en la Argentina no habría sobrevivido ni medio campeonato.
Los años olvidados. Ferguson, que había rechazado cinco ofertas de clubes de Inglaterra (Aston Villa, Sunderland, Arsenal, Wolverhampton, Tottenham Hotspur), debutó el 6 de noviembre de 1986 como entrenador del Manchester United. Esa tarde, su equipo caería 2-0 con el Oxford. Ferguson venía de dirigir a Escocia en el Mundial de 1986. Había asumido el 10 de septiembre de 1985, cuando el entrenador Jock Stein murió de un infarto a dos minutos para el final de un partido entre Escocia y Gales. Ferguson estaba sentado junto a él. Lógico: era su ayudante de campo.
No bien llegó al Manchester United, el equipo viajó a Bahrein para disputar un partido de exhibición. Una noche, el presidente del club, Martin Edwards, llamó a Ferguson para avisarle que estaba en un bar en el que también estaban Norman Whiteside y Bryan Robson, los mejores futbolistas del equipo. Recordó Whiteside en su autobiografía, Determined: “A los 15 minutos, Ferguson entró al bar revoleando la puerta como en un bar del Lejano Oeste. Nos agarró y nos sacó a la calle. ‘¡Todavía ni firmé mi contrato y estoy acá con mis mejores jugadores en este estado lamentable!’, nos increpó. Le pedí disculpas: ‘Por favor, ya está, tomemos un taxi y volvamos al hotel’. Ferguson se puso rojo: ‘¡¿Taxi?! ¡Ningún taxi!’.” Ferguson volvió a agarrar a Whiteside y Robson, que se tambaleaban, borrachos, y los llevó a la rastra hasta el hotel, que estaba a dos kilómetros.
Tres años más tarde, Whiteside volvería a enfurecer a Ferguson: en 1989, el día previo a un partido, él y Paul McGrath aparecieron borrachos en el programa televisivo Kick Off. McGrath, según contó en enero de 2007 en la revista Four Four Two, estaba nervioso porque nunca había salido en vivo en un programa de televisión. Por eso, le pidió a Whiteside que lo acompañara a un bar para tomar una cerveza. “Al final, me tomé más de una docena para ver si se me pasaban los nervios”, confió McGrath, que nunca más aceptó una entrevista en vivo. Ferguson los vendió no bien se abrió el mercado de pases. Eran, Whiteside y McGrath, los ídolos de la hinchada del Manchester United, pero a Ferguson, que todavía no había ganado ni un campeonato (ni cerca estaba tampoco), no le importó.
“Ferguson –le cuenta a PERFIL el periodista Ben Lyttleton, de la revista Sports Illustrated– iba a ser despedido el 7 de enero de 1990 si el Manchester United no le ganaba al Nottingham Forest por la FA Cup. Era natural: estaba desde 1986 y no había ganado nada. Lo salvó Mark Robins, que anotó el 1-0 para el Manchester United, que al final obtendría, con esa FA Cup, su primer título en la era Ferguson.”
“Estoy muy feliz de que Ferguson no me haya hecho caso y se haya quedado en el club, porque al final consiguió ganar títulos con los que ni siquiera soñábamos”, dijo en 2011 a The Guardian un tal Molyneux, un hincha del Manchester United que una vez había colgado una bandera en Old Trafford.
El arrepentido
Esta vez no hay vuelta atrás: Alex Ferguson anunció su retiro y el Manchester United ya contrató, por seis años, a David Moyes, entrenador del Everton desde 2002. Ferguson ya había anunciado su alejamiento del club una vez, al inicio de la temporada 2001/02. Pero el Manchester United apenas si disimuló con la tercera posición en la Premier League lo que Ferguson llamaría “una temporada desastrosa”. Entonces, el escocés recapacitó y continuó.
En realidad, lo convencieron, según le contó al periodista Paul Henderson, de la revista GQ: “Una tarde estaba dormido en el sillón cuando mi esposa, Cathy, y mis tres hijos me patearon los pies para despertarme. Cathy tenía puesta una especie de capa y hasta me asusté: parecía Drácula y pensé que me iba a morder. ‘Ya lo decidimos: no te retirás’, me dijo, y así fue que decidí seguir en el Manchester United”.
También decidió entonces (y así lo anunció) que se alejaría recién cuando el club estuviera sólido, fuerte. No por nada se acaba de alejar: su equipo viene de salir campeón de la Premier League por decimotercera vez en 21 años.