Faltaba Rafael Nadal para completar el póker de viejos piolas. De tenistas sin tiempo. Porque Venus y Serena Williams, y Roger Federer y Rafa son eso: jugadores y jugadoras que rompieron fronteras y décadas. Incluso siglos. Y que volvieron cuando muchos ya contaban sus hazañas como parte del pasado, no como parte del presente.
En Australia, los cuatro llegaron otra vez a la final y marcaron un hito: por primera vez en la era abierta, todos los finalistas de los cuadros masculino y femenino en Melbourne tienen más de 30 años.
Pasó mucho tiempo y estos clásicos siguen vigentes. Dos días antes del atentado a las Torres Gemelas de septiembre de 2001, Serena y Venus Williams jugaron en Nueva York su primera final de Grand Slam. Hoy, 5.620 días después de aquel partido, chocaban desde las 5.30 por el título del Abierto de Australia. Hay que remontarse todavía un poco más para recordar el primer enfrentamiento entre las hermanas estadounidenses, en la segunda ronda de Australia de 1998. Aquél fue el primer ladrillo de una rivalidad que se resiste a los años. Una rivalidad que abarca tres décadas y dos siglos de historia.
En esa historia del siglo XX y del siglo XXI, las hermanas se enfrentaron 28 veces. La actual número dos del mundo, Serena, ganó 17 encuentros, mientras que Venus (17º del ranking) lo hizo 11 veces. Sin embargo, más allá de números fríos y estadísticos, la de hoy era una final especial. Una final que marcará el reencuentro en el más alto nivel, y que podría ser el partido que consagre a Serena como la jugadora con más Grand Slams de la era abierta. La posibilidad está latente: la hermana menor, de 35 años, puede sumar su Grand Slam número 23 y recuperar el primer puesto del ranking mundial, ahora liderado por la alemana Angelique Kerber. Serena está actualmente empatada en 22 Grand Slams con la alemana Steffi Graf. Un título más le permitiría liderar la estadística y quedarse a una sola estrella de igualar los 24 de Margaret Court, el récord de los récords.
“Venus es una inspiración, es básicamente mi mundo y mi vida. Significa todo para mí”, dijo Serena el jueves. Con 36 años, Venus, que ganó siete torneos de esta clase a lo largo de su carrera, busca también la eternidad. Las hermanas estadounidenses disputaron hasta el momento ocho finales de Grand Slam, con un 6-2 a favor de la menor, Serena.
El clásico encantado. “Vamos a disfrutarlo porque igual no va a volver a ocurrir”, dijo ayer Nadal sobre el reencuentro con Federer. El español –todavía agotado por la extenuante victoria frente al búlgaro Grigor Dimitrov por 6-3, 5-7, 7-6 (7-5), 6-7 (4-7) y 6-4, en cuatro horas y 56 minutos– recordó cuando, en octubre, el suizo viajó hasta Mallorca para inaugurar su escuela de tenis. Los dos estaban lesionados, alejándose de lo más alto del ranking, y ninguno sabía en qué fecha iba a volver al circuito. Uno, el suizo, buscaba recuperarse de su rodilla. Otro, el español, de su muñeca. “Sólo pudimos jugar unos puntos con los niños”, dijo ayer Rafa, recordando aquella clínica bautismal, sin poder creer que ahora, tres meses más tarde, ambos habían llegado a la final del Abierto de Australia.
Como pasó con las hermanas Williams, el primer duelo entre Federer y Nadal fue en Estados Unidos, aunque en otra ciudad. Sucedió en Florida, en 2004, cuando Federer, en aquel momento ya número uno del mundo, perdió 6-3 y 6-3 contra un Rafa de 17 años que ocupaba el puesto 36 del ranking y empezaba a sorprender a todo el circuito. En el otro vértice de la historia, el último duelo entre ambos fue en Basilea, la ciudad de Federer, el 1º de noviembre de 2015. Allí, el ídolo local venció 6-3, 5-7 y 6-3 y se quedó con el título.
El registro entre estos dos gigantes cuenta con 34 partidos y una clara ventaja a favor de Nadal, que tiene un juego que incomoda a Federer desde sus primeros partidos. El español ganó 23 encuentros; el suizo, 11. Se enfrentaron en 13 ciudades distintas, en cuatro continentes, y definieron, entre ellos, tres de los cuatro torneos de Grand Slam (les queda pendiente el US Open). Los números de esas finales cuentan con una particularidad propia de lo que sucede en el historial general: Federer sólo pudo vencer al español en dos de los ocho partidos decisivos. Y los dos fueron sobre el césped de Wimbledon, en 2006 y en 2007.
Esa historia, como la de las hermanas Williams, tendrá un nuevo capítulo este fin de semana. Un capítulo que le dará vigencia a dos duelos que para muchos eran parte de un pasado glorioso.
“Necesito dormir”
Agotado física y mentalmente, Rafa Nadal sólo pidió dormir luego de su triunfo ante el búlgaro Dimitrov: “Quiero ir al hotel, descansar y recuperarme”.
En rueda de prensa, los periodistas le recordaron que en 2009 la historia había sido similar a la de este 2017. Porque el español le había ganado a su compatriota Fernando Verdasco en semifinales, en un partido que duró cinco horas y 14 minutos, y dos días después chocó en la final con Federer.
“Recuerdo que aquel año ocurrió exactamente lo mismo que ahora. Federer jugó el jueves y nosotros el viernes. Recuerdo que cuando fuimos a calentar dos horas antes de la final Rafael estaba hecho polvo”, señaló Toni Nadal en el Rod Laver Arena.
Ese año, pese al cansancio, Nadal levantó el trofeo. Aunque ayer el tenista español marcó una diferencia sustancial: “Ahora tengo ocho años más”.