Miami.- Con su juego ofensivo, su altura imponente y su devastador servicio, Juan Martín del Potro no parece argentino. Pero lo es como el que más, Del Potro es la nueva "joya" del tenis del país sudamericano, además del próximo obstáculo del español Rafael Nadal en el torneo de tenis de Miami.
"Quizás nos mandan a la cancha 14", bromeó Del Potro anoche tras lograr el mejor triunfo de su vida, un 7-6 (7-2) y 6-4 sobre el ruso Mijail Youzhny para avanzar a los octavos de final del torneo de Miami. Número 17 del mundo, el ruso está un puesto mejor ubicado en el ranking que el chipriota Marcos Baghdatis, al que Del Potro había derrotado una ronda antes. "Las dos victorias son muy valiosas, pero hoy había más gente, era en la central, había más argentinos...", analizó el desgarbado joven de 18 años que atesora dinamita en su raqueta y solidez de acero en su mente.
Porque el juego de Del Potro es muy diferente a lo que se acostumbra ver cuando se habla de un tenista argentino. Sus 195 centímetros le permiten sacarle una o dos cabezas a la mayoría de sus compatriotas, aunque su pelo largo y desprolijo lo asimila al estilo albiceleste. Saca a una velocidad supersónica y con una facilidad asombrosa, es sólido desde el fondo y parece estar muy lejos de su límite.
Aún no alcanzó el nivel de dos de sus compañeros de generación, el serbio Novak Djokovic -décimo del ranking- y el británico Andy Murray, duodécimo. Pero está en el camino. "Ellos están más arriba que yo, pero ojalá termine yo también tan arriba", dijo el argentino, recordando que fue Murray quien le cortó el camino en los cuartos de final juveniles de Rioland Garros 2005.
El argentino fue el jugador más joven en terminar 2006 entre los 100 primeros del mundo, con 18 años y dos meses. Fue sumando triunfos importantes a lo largo de ese año, y comenzó 2007 con las semifinales de Adelaida.
Apodado " enano", comenzó a jugar a los siete años en Tandil, la misma localidad en la que nacieron y crecieron como tenistas Mariano Zabaleta y Juan Mónaco. Sus ídolos de adolescencia fueron Pete Sampras y Marat Safin, lo que certifica su buen gusto tenístico.
Fanático de Boca Juniors y de Juventus, prefiere sobre todo el cemento para jugar, y ganó el Orange Bowl para menores de 14 en 2002. Si no fuera tenista, dice, sería arquitecto. Pero todo indica que no podrá estudiar hasta pasados los 30, porque como tenista su futuro es enorme. Lo que no le impide ser modesto. "Soy chico, mi físico se está desarrollando aún", dice, mientras casi se sonroja cuando se le pregunta si sus actuaciones le están generando reconocimiento entre sus colegas. "Hace un año y medio los veía a todos por TV, y ahora comparto vestuario y cena con ellos. Es todo muy rápido, pero es lo que siempre quise hacer. Muchos chicos sueñan con lo que yo estoy viviendo".
"Mi equipo piensa que puedo lograr grandes resultados. Nuestros objetivos eran estos, aunque quizás no el debut soñado que tuve en la Davis", reconoce. Porque tan rápido va Del Potro, que ya es integrante fijo del equipo argentino de Copa Davis. Fue clave en la serie ante Austria en Linz, con un triunfo impactante ante el número uno local, Juergen Melzer, y es una de las cartas que tiene el capitán Alberto Mancini para los cuartos de final de la semana próxima ante Suecia en Estocolmo.
Pero antes está Nadal, mañana y seguramente en cancha central, a la que el argentino llegó ayer de carambola gracias a la lesión de Olivier Rochus, que no se presentó a jugar ante el número dos del mundo. Cuando habla del español, Del Potro parece aún más niño de lo que es. "Entrenando fuimos siempre muy parejos, pero no es lo mismo entrenar que competir. ¿Si le gané algún set? Algún tie break...", dice sonriendo. "Rafa corre siempre todas las pelotas, y voy a tener que estar muy bien de la cabeza para aprovechar las oportunidades que me de".