Ni por Huracán ni por San Lorenzo. Este texto debería empezar por el campo de juego del Tomás Adolfo Ducó. Es un déjà vu, es cierto, porque el césped del estadio del Globo casi siempre está maltrecho, porque la Superliga lo sancionó por esa razón en 2018, porque le exigió que mejorara su calidad (no porque le interesara la salud de los jugadores, sino por la pésima imagen que regalaba la transmisión televisiva) pero anoche –y acá la novedad– el campo estaba peor que de costumbre. En ese terreno irregular con distintos matices de verde, San Lorenzo pasó a los octavos de final de la Copa de la Superliga con el doble sabor de haber eliminado a su rival de toda la vida. Fue por penales, luego de empatar otra vez 0 a 0, como había sucedido en el domingo pasado en el Bajo Flores.
¿El campo ayudó o perjudicó a algún equipo? Es difícil saberlo, sobre todo porque los dos venían jugando mal, y porque ayer siguieron en esa línea. Almirón puso a un tridente de creación novedoso –Barrios, Castellani y Botta– para nutrir a Rentería, pero esa variante no funcionó. Tuvo más la pelota, especialmente en la segunda parte del primer tiempo y en casi todo el complemento, pero nunca logró sorprender ni llegar con claridad al arco de Pellegrino.
Lo que hizo Huracán tuvo que ver más con el empuje que con el juego. Y el empuje se evidenció al principio del partido, cuando las ganas son muchas y el cansancio todavía no pesa. Pero eso no se tradujo en situaciones que incomodaran a Monetti. La más clara fue en la segunda parte a través de una media vuelta de Gamba. El exdelantero de Unión y Lucas Barrios (un centro rasante en el final pudo haber terminado en gol) ingresaron y molestaron a la defensa azulgrana justamente por su dinamismo en un contexto de tensión, cansancio y nerviosismo.
El partido era eso. Un acumulación de tensiones que se reflejaban, sobre todo, en jugadas inconclusas y una escasa elaboración de juego. Ya no era problema del campo, sino de los que lo habitaban. Así y todo, sobre todo por el morbo de un final que determinaba a un ganador y un eliminado, el final fue lindo. Lindo por lo dramático. Y así llegó la jugada clave: un penal que le cometió Coloccini a Gamba, que el árbitro Pitana cobró y que Monetti le atajó a Barrios. Todo el mundo quemero lo lamentó. Y en los penales lo lamentó aún más, porque el festejo fue para su vecino de barrio: San Lorenzo.