Desde La Serena
Durante el ciclo de partidos amistosos de este año que lleva Gerardo Martino como director técnico de la selección argentina, siempre hizo hincapié en el retroceso del equipo a la hora de perder la pelota en ataque. Era su principal preocupación y el gran tema a solucionar.
Anoche, en el debut ante Paraguay, la Selección argentina pagó demasiado caro ese desequilibrio y ni siquiera pudo sacar provecho de una importante ventaja al terminar el primer tiempo, cuando se fue ganando por un amplio 2-0 que refrescaba bien la gran distancia que existía entre los dos equipos.
El pánico a Lionel Messi generó el gol de Sergio Agüero, porque obligó a un mal pase de Miguel Samudio hacia su arquero Silva, mientras que un penal que convirtió el propio Messi parecía terminar con todo y sólo quedaba saber cuál sería la diferencia final.
Durante la primera etapa, este Paraguay de Ramón Díaz no transmitió nada. Fue un equipo con jugadores muy veteranos y estáticos que ni siquiera osaban atacar. Parecían, en cambio, que se conformaban con una honrosa derrota.
Pero como dijo el propio Martino en la conferencia de prensa, el equipo argentino jugó otro partido en el segundo tiempo. Sus jugadores parecían cansados, Díaz hizo cambios lógicos apostando al descuento, y cuando llegó por Haedo Valdez, ya nada iba a ser igual.
La Selección nacional no recuperaba pelotas al volver. Martino optó por cambios convencionales, delantero por delantero, cuando el problema no estaba allí sino en el concepto que tanto repitió: el retroceso. De repente, el que ganaba quedaba atrás en inferioridad numérica, cosa poco común en el fútbol de hoy.
Los jugadores paraguayos se dieron cuenta de que si atacaban masivamente podían perder por mayor diferencia de goles con los contragolpes, pero tal vez podían empatarlo. Y así llegó, por fin, el gol de Lucas Barrios, que ni siquiera fue sorpresa.
Hacía rato que el equipo argentino cambiaba ataque por ataque cuando estaba en ventaja, y muchos de sus jugadores no volvían. Sin embargo, Martino no ordenaba la situación y cuando lo hizo, con la entrada de Lucas Biglia por Ever Banega, era tarde.
Ya Paraguay se las arreglaba con oficio para despejar los ataques medio intrascentes de la Selección argentina. En algunos faltaba el toque final, en otros, precisión. Al revés que en el primer tiempo, el combinado de Ramón Díaz empezó a salir con muchos jugadores, a buscar el empate. Más de una vez estuvo cerca pero chocó con Sergio Romero, que también había evitado antes buenas oportunidades de los guaraníes.
Al final, la selección argentina, que estaba para golear, acabó empatando. Y decepcionando: por sus figuras y porque no se esperaba la respuesta física y futbolística de la parte final.