No sabía a quién encomendarse San Lorenzo. En la última media hora había inclinado la cancha hacia Trípodi, pero entre el arquero, la cabeza de los centrales de Sarmiento y la propia impericia de sus delanteros, la derrota parecía inevitable. Hasta el Papa parecía abandonarlo. Pero en alguna oración perdida en la misa que estaba dando México, Francisco seguramente elevó sus plegarias y el Ciclón, como Lázaro, se puso de pie y anduvo. Primero llegó el milagro de un penal hábilmente gestionado por Pipi Romagnoli y burdamente cobrado pr Delfino para que Ortigoza tradujera el engaño en el 1 a 1 que ponía algo más de justicia en el marcador. Justicia divina a la que el Ciclón se abrazó con un pase mágico de Mussi para Barrientos en la última bola del partido para la victoria.
San Lorenzo lució una imagen muy distinta al equipo que destrozó a Boca por la Supercopa Argentina: confundió presión con aceleración, desborde con centralidad y -algo que ya no sprprende- quedó expuesto muchas veces en el fondo al mano a mano.
La receta de Sarmiento de presionar desde el comienzo el armado de juego del Ciclón le frutos muy rápido: a los 5, Busse recibió un pase al vacío de Cháves y sacudió un remate que luego de desviarse en Caruzzo descolocó a Torrico para poner el 1 a 0. Neutralizados Ortigoza, confinado casi a jugar metido entre los centrales, y encimado Belluchi cada vez que se mostraba como salida, el Ciclón recurrió a los laterales para abrirse camino entre la muralla verde que Sarmiento iba construyendo cerca de Trípodi. De todas maneras, los intentos de Buffarini y Mas terminaban casi siempre en centros sin destino o favorables a los despejes de Lequi, poco menos que impasable. En iuna de las pocas lñleghadas claras, Blandi tuvo el empate pero su cabezazo se fue por encima del travesaño, y el arquero atoró a Barrientos cuando encaraba con chances.
Guede se la jugó en el complemento con los ingresos de Mussis, Cerutti y Blanco, y acertó un pleno: el ex Gimnasia, sin la precisión y ductilidad de Belluschi, aportó presión y recuperación. Y Cerutti fue clave para abrir caminos por la derecha, desde donde desbordó cada vez que quiso, aunque sus centros terminaran casi todos en los despejes de los defensores de Sarmiento. Pese a ello, San Lorenzo empezó a acumular situaciones como para no irse con las manos vacías. En las más claras, Barrientos desperdició un mano a mano y en otra un tiro de Blandi fue atrapado en la línea por Trípodi casi de milagro. Hasta que Mussi se vistió de Romagnoli y puso ese pase que Pitu definió para desatar el delirio Santo. No fue magia: fue un equipo que de tanto ir, se quedó con lo que cosechó.
PALABRA DE GUEDE
“La culpa fue mía. No me salió el planteo que habíamos pensado y tuve que cambiar”, admitió Pablo Guede, apenas finalizado el encuentro, aunque enseguida dijo que estaba convencido de que iban a dar vuelta el desarrollo hasta quedarse con la victoria. “Estuvimos un poco tensos, más que nada por el esfuerzo que hicimos en el partido contra Boca. De todas maneras, nos quedamos con una victoria justa. Los muchachos la merecían. Ellos son los culpables de este triunfo”, ironizó en otro aspecto el entrenador del Ciclón. Con el encuentro de ayer, Guede lleva seis partidos entre oficiales y de verano al frente del Ciclón, con balance repartido: dos victorias (Boca y Sarmiento), dos empates (Independiente y Patronato) y dos derrotas (Huracán y River).