De la mano de Gaby, la vuelta vamos a dar”, cantaban los hinchas de Independiente cuando Gabriel Milito fue presentado como el sucesor de Mauricio Pellegrino en Independiente. Otro ídolo del club que llegó con la espalda suficiente para sentarse en un banco que hace rato que se come los créditos rojos y que en sus primeros meses, debido a los flojos resultados, ya empezó a sufrir el mal de los DT de la casa.
Este infierno no es nada encantador. Nunca mejor dicho lo que pasó en el lado rojo de Avellaneda en estos últimos años. Mejor dicho, en esta última década. Es que en poco más de diez temporadas el club presidido hoy por Hugo Moyano terminó con los ciclos de varios mitos cuando se pasaron del otro lado de la línea de cal. Sólo Miguel Brindisi y el Tolo Gallego (ver recuadro) supieron dar la vuelta en el torneo local en los últimos 22 años (1994 y 2002). Y Antonio Mohamed en la Copa Sudamericana 2010.
El fútbol se encapricha en terminar con cada lugar común que se le atraviesa. El “mejor uno de casa” no logra funcionar en Independiente. Desde la dupla central histórica Trossero-Villaverde, pasando por Clausen, Pastoriza, Bertoni, Monzón, Santoro, Burruchaga, Garnero y Cristian Díaz. Ninguno pudo guiar al club a su objetivo. Con la llegada de Milito parecía que era el momento de dar el salto de calidad. El buen trabajo hecho por el Mariscal en Estudiantes, a pesar de no lograr ningún título, mezclado con ser la imagen más fuerte de Independiente en los últimos años –junto a Agüero–, hacían soñar en grande.
Pero los resultados no fueron los esperados. Luego de un triste primer semestre, en el que, a pesar de ser el único grande que no estaba en la Libertadores, las eliminaciones tempranas en la Copa Argentina (ante Defensa, en octavos) y la mala imagen en la Copa Sudamericana (frente al humilde Chapecoense) agotaron el crédito para con unos jugadores que no terminan de dar el salto. Tras el 0-2 ante Sarmiento, el estadio fue un silbido enorme. Es que Independiente quede a cinco puntos en las primeras seis fechas acabó con la –poca– paciencia del paladar negro. Milito siempre fue consciente de lo que exigen sus hinchas: “En los clubes grandes las exigencias son enormes. Hay que preparar al equipo para ganar, respetando las formas y el estilo, y siendo valientes”, dijo alguna vez.
“Este es mi mayor desafío. Quiero más que nadie conseguir los objetivos. Este es mi sueño, para esto me preparé”. Eso dijo Milito en su presentación. El campeonato recién empieza y debe empezar a darle forma a un equipo que arrancó con más resultados que rendimiento y que ya entró en la vorágine del infierno. Conocimiento tiene de sobra. Espalda también. Deberá encontrarle la vuelta para no ser uno más en la tristemente célebre lista de ídolos que bajaron del cielo cuando se calzaron el buzo.