En medio de la congoja general que produjo en el ambiente del fútbol la muerte del presidente de Boca, Pedro Pompilio, el ex DT boquense Carlos Bianchi quiso expresar públicamente su aprecio y su gratitud hacia quien lo acompañara como vicepresidente del club durante sus dos ciclos al frente del plantel xeneize. Y lo hizo de un modo por demás emotivo, con un mensaje que publicó en el espacio que habitualmente tiene como columnista en el portal de la cadena ESPN.
Claro que el hasta hace poco candidato a dirigir al Seleccionado no sólo se limitó a agradecer y reflejar las cualidades humanas y dirigenciales de Pompilio, sino que se atrevió además a contar algunos pormenores hasta ahora no revelados de la relación que ambos tuvieran, y que pintan a la perfección los códigos similares que los hermanaban en el fútbol y en la vida.
Eso, sumado al homenaje póstumo que Bianchi propone para Pompilio al final del texto y al modo sin rodeos en que el DT expresa su bronca, da una emotividad y una calidez muy particular al mensaje en cuestión, que a continuación se reproduce tal como fue publicado en el sitio de ESPN:
Estimado y respetado Pedro.
Este es uno de esos días de mierda en los cuales nos damos cuenta de que todo es secundario y de que la vida sigue siendo lo más importante junto a la familia.
Hace un año sufrí la pérdida de uno de mis mejores amigos, además de cuñado, y sentí esta misma sensación. Y entre estos dos momentos siempre me dije que a una cierta edad tenemos que tener bien en claro las prioridades.
Nos decimos que los problemas, por peores que sean, tienen que tomar una importancia justa y no deberíamos dejarlos crecer hasta que nos dejen un gusto amargo en la boca. Debemos tener muy presente que estamos de paso y tenemos que dejarnos de joder con cosas sin importancia, sobre todo cuando los demás tratan de hacernos creer que lo que ocurre es grave, tratando de ensuciarnos la vida.
Cuando llegué a Boca en el '98 me mostrabas orgulloso Casa Amarilla, como si fuera el lugar ideal para trabajar con un equipo. Y yo, viendo tu entusiasmo, te dije que el plantel de Boca iba a entrenar todos los días allí, en La Bombonera, algo que en el pasado jamás se había hecho.
Me miraste y me dijiste incrédulo: "¿En serio? A los entrenadores anteriores no les gusta entrenar acá porque, cuando la situacion no viene bien, el ambiente se pone difícil, y entonces quieren irse lo más lejos posible". Afortunadamente, en el día de hoy, diez años más tarde, se siguen entrenando en tu segunda casa.
Pedro, vos y yo sabemos todo lo que conversamos en diciembre, durante seis horas, en mi casa. Te escuché. Tenías una cantidad inmensa de proyectos, en los cuales me querías incluir. Pero yo no me sentía preparado para darle prioridad a tus sueños. Te pido disculpas. Hoy, diez meses más tarde, te nos vas dejando un espacio vacío tan grande.
Siempre fuiste clave en tu rol de componedor, de conciliador: nunca renunciabas a encontrarle una solución a los problemas, cuando el resto de la gente creía que no la había.
Tanto en la primera como en la segunda de mis idas de Boca, no cesaste de decirme que me tenía que quedar a vivir en el club. Me decías: "Vos tenés que firmar un contrato de por vida" o "acá lo tenés todo...". Y yo, en el fondo, me decía que tenías razón, aunque muchas veces hay que tomar decisiones contrarias a lo que uno piensa, porque ante todo es necesario estar tranquilo con uno mismo.
Católico como soy, mi FE me hace pensar que ya debés estar en un mundo mejor. Quedarás siempre en la memoria y en el corazón de los que te conocimos. Te extrañaremos más de lo que vos mismo te podrías llegar a imaginar.
La Casa Amarilla se tendría que rebautizar con tu nombre. Sería un digno homenaje para alguien que le dedicó mucho tiempo de su vida a ese sentimiento llamado Boca.
Mis respetos a tu esposa e hijos, que siempre estuvieron a tu lado, apoyándote en todo.
Disculpame otra vez. Estoy empezando a flaquear.
Vos no merecías irte.
Siempre estarás en mi recuerdo.