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El extraño hábito de coleccionar estadios

El tema arrancó en Inglaterra. Después se desparramó por otros países de Europa, pero la cuna es la misma que la del fútbol.

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El tema arrancó en Inglaterra. Después se desparramó por otros países de Europa, pero la cuna es la misma que la del fútbol. ¿De qué se trata? De una legión de hinchas que tiene como objetivo conocer la mayor cantidad de estadios de fútbol. Pero ojo, no se trata de gente que aprovecha un viaje de laburo para ir al Nou Camp o unas vacaciones para visitar el Maracaná. Este grupo de fanáticos organiza su vida en función de los fixtures. Y no descartan ningún campo de juego donde ruede una pelota, sea de la Bundesliga o de la tercera categoría de Nueva Zelanda. Los tipos, por supuesto, registran su visita, suben las fotos a las páginas web que agrupan a los miembros del clan y se pavonean: “Acá, en el Stadion Metalac, del FK Metalac Gornji Milanovac, en Serbia”.

Esta práctica tiene un nombre: groundhopping. Allá, en Inglaterra, se practica desde hace unos cuarenta años y cada vez suma más aficionados. El gran objetivo de todo buen groundhoppingista es ingresar a The 92 Club. Se trata del selecto grupo integrado por aquellos que hayan visitado los estadios de los 92 equipos de las cuatro categorías del fútbol inglés. Y con pruebas fotográficas, claro. Estos mochileros del fútbol cuentan con apoyo externo: hay páginas web, una revista y hasta una aplicación para smartphones hechas por especialistas en el tema que ofrecen consejos, guías, fotos y mapas.

La biblia de estos fanáticos de los estadios es The Football Ground Guide, un libro escrito por Duncan Adams, uno de los personajes que más hicieron para difundir este hábito. Duncan es un hincha de fútbol que nunca se fanatizó por ningún equipo. Cuando era pibe iba a ver equipos menores de Birmingham, la ciudad donde se crió. Y mantuvo la costumbre. Un domingo que viajaba en tren para ir a una de esas canchas empezó a hacer la cuenta de cuantas conocía: contó 28. Ahí se propuso llegar a los 92 para poder ingresar al grupo de los elegidos. Estimó el tiempo que le llevaría completar el álbum de estadios, pero se quedó corto: tardó seis años. En ese lapso armó un blog que se popularizó. Años después, ese blog derivó en un sitio web especializado y en el libro/guía.

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El groundhopping cruzó las fronteras de Inglaterra: hay fieles en Alemania, Holanda y Bélgica. Por ahora, no llegó a América Latina. Si a algún desprevenido se le ocurriese encarar la aventura en la Argentina, tendría por delante un desafío descomunal: entre los equipos de la Superliga y los del Ascenso hay 106 estadios. Además de recorrer el país, de Puerto Madryn a Mendoza, de Santiago del Estero a Jujuy, también debería peregrinar por el Conurbano. Tomar el Roca hasta la estación Claypole, por ejemplo, o fatigar La Matanza para ver a Laferrere, o invertir una tarde de sábado para bucear por Isidro Casanova hasta la cancha de Almirante Brown, o caminar las calles de Valentín Alsina para encontrar el estadio Saturnino Moure, de Victoriano Arenas. Groundhopping argento, todo un desafío.