Si bien el despegue definitivo del club en lo institucional y futbolístico comenzó a producirse en los años ’90, y a en 1956 Lanús estuvo muy cerca de coronarse campeón de Primera, gracias a un equipo al que la historia inmortalizó con un sobrenombre que demuestra la trabazón entre sus integrantes y el respeto por la pelota que lo caracterizaban: “Los Globetrotters”.
Aquel fue un conjunto que, como el actual, necesitó de varios años para formarse y llegar a su punto de madurez justa, que si bien no alcanzó para obtener el título le permitió, además de quedar para siempre en el recuerdo de hinchas propios y ajenas por su fútbol muy bien jugado, obtener un muy valioso subcampeonato en épocas en que eso era casi imposible para un club “chico”.
Allá por los años ’50, efectivamente, los clubes jugaban torneos “largos” bajo el sistema de “todos contra todos” a dos ruedas, y no a una como ahora. Por ende, hacia el final del campeonato lo normal era que sólo “sobrevivieran” en la lucha por el título clubes con una buena capacidad de recambio para suplir eventuales suspendidos o lesionados. Algo que, como es sabido, nunca fue fácil de lograr en el fútbol argentino para entidades humildes como la del sur del Gran Buenos Aires.
Básicamente por aquel motivo, de hecho, desde el comienzo de la era profesional únicamente dos de esas instituciones con corazón bien “grande” pero bolsillo aún “chico” (Banfield en 1951 y Vélez en 1953) habían logrado el título de subcampeón de Primera antes de 1956.
Pero algo tenía aquel Lanús de ese año que lo diferenciaba de aquellos anteriores “chicos” subcampeones. Y era que no necesitaba apelar a innovaciones o a un trabajo más fuerte que el del resto en lo táctico o lo físico para disimular esa desventaja que, sin dudas, sufría en cuanto a cantidad de figuras respecto de equipos como el River que terminaría despojándolo del título.
No, aquel Lanús definitivamente no era un conjunto basado en la fortaleza defensiva que sí había caracterizado al Banfield del ’51 o al Vélez del ’53. Más bien, lo suyo era simplemente jugar bien al fútbol. Un legado que aquel gran conjunto “granate” dejó a modo de mandamiento ineludible para las futuras generaciones de equipos y jugadores del club, como lo demostraría años más tarde el equipo de “Los Albañiles” y hoy lo demuestra este equipo de Cabrero.
Uno de los integrantes de aquel plantel subcampeón era el zaguero José Manuel Ramos Delgado, quien en 1956 recién comenzaba a jugar sus primeros partidos en la primera “granate” tras ser promovido desde las inferiores del club y que, tras su deslumbrante inicio en la división superior, no tardó en brillar en la Selección Nacional y llegó a destacarse también años después como uno de los titulares del poderosísimo Santos de Pelé.
Recientemente, Ramos Delgado dejó a la agencia Télam una gran definición sobre el mandato histórico que dejó aquel equipo: “En Lanús uno está obligado a dos o tres cosas elementales: jugar por abajo, levantar la cabeza y leer el partido a partir del propio juego, sin importarle demasiado el rival. Así crecen los chicos en el club y es una religión que tiene más de medio siglo".
Al recordar el partido clave de aquel torneo de 1956, el ex zaguero “granate” dijo: " Lanús vivió una gran desilusión cuando a fines de setiembre del 56 River nos ganó un partido imposible. Lo dio vuelta en nuestra cancha, cuando íbamos ganando 1 a 0. Fue 3 a 1 y la decepción resultó inmensa".
Tanto esa tarde como en el desarrollo del torneo en general, el equipo “millonario” terminó imponiéndose fundamentalmente por una cuestión de plantel y experiencia, y no por un juego más vistoso que ese que Lanús mostraba como atributo excluyente para merecer el título. Sin embargo, eso ya no importa a los hinchas “granates”. Porque hoy, a más de 50 años de aquella primera gran chance perdida, el club del sur tuvo por fin su revancha. Y en ello, mucho influyó sin dudas ese legado histórico que ídolos como Héctor Guidi, José Nazionale y Dante Lugo dejaron junto con aquellos otros "globetrotters" de 1956.