DEPORTES
maidana

El que no esta en ningún póster

No es idolo ni corean su nombre, y tiene perfil subterraneo. pero con un nivel altisimo se convirtio en simbolo.

Impasable. Siempre baila con las más fea. En semifinales marcó a Santander, y le ganó; en la final el hombre fue Guignac, y volvió a ganar.
| Cedoc

Jonatan Maidana es lo único bueno que Angel Cappa dejó en River. Entre tanta confusión futbolística y frases desafortunadas –“Barcelona estaba preparado físicamente igual que Dálmine–,
el líder del Huracán ’09 lo pidió. El equipo llevaba varios años con serios problemas defensivos: desde la salida de Horacio Ameli no había un “2” que diera seguridad.

Maidana, en 2009, estaba en Banfield. Volvía después de un año en el fútbol ucraniano, donde jugó en el Metallist. Quería retornar al país y el Taladro le abrió las puertas. Se afianzó como central. Dejó de ser el comodín de la defensa, como fue en Boca, y se transformó en un jugador imprescindible. Por eso, Cappa puso sus ojos en él. Y nunca se fue: es el único sobreviviente del plantel que descendió. Es el abanderado de la resurrección.
En las piezas de los chicos no hay pósters de Maidana. Jony no es carismático, precisamente. No da entrevistas memorables, tampoco suelta frases graciosas. Habla con el casette puesto, se cuida en sus declaraciones. Esa personalidad sobria se nota en la cancha: no tira lujos, ni festeja los goles con corazones. Maidana marca. Salta, cabecea, molesta, ordena a sus compañeros. Y marca. Es el líder que construye en las sombras, desde el silencio.
El Faraón. A pesar de haber jugado en Boca y salir campeón de la Libertadores en 2007, nunca estuvo identificado con el club de la Ribera. Sin embargo, cuando llegó a Udaondo y Figueroa Alcorta, los hinchas lo miraron de reojo: en un año complejo, una especie de “topo” venía a ponerse la banda roja. Su nivel, de entrada, no descolló, pero se ganó los aplausos cuando se elevó y cambió de palo un córner de Erik Lamela para ganar el superclásico.

Después de la promoción, mientras algunos futbolistas llamaban desesperados a sus representantes para que los sacaran del infierno que asomaba en Núñez, Maidana señaló el rumbo: “Estoy pensando en volver a Primera”, dijo, mientras clubes de México venían a buscarlo. Fue titular en 36 partidos del regreso. Lloró en la tarde frente a Almirante Brown. Ese día quedó grabado en su piel: con una estrella, se tatuó la fecha del ascenso.
Desde la vuelta a Primera, el plantel mutó. Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez salieron expulsados por Matías Almeyda y Daniel Passarella. Rodrigo Mora, un desconocido delantero uruguayo, llegó para convertirse en el nuevo acompañante de Trezeguet. Cavenaghi volvió, Leonel Vangioni se incorporó y Rodolfo D’Onofrio asumió. Maidana siguió. Jamás pidió irse, tampoco generó inconvenientes para renovar sus contratos. Ramón Díaz le sostuvo la confianza. Y el Faraón, como le dicen en un sector de la platea Millonaria, cosechó el título local del 2014.

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Marcelo Gallardo, ni bien se sentó en el banco de suplentes del Monumental, tenía otros planes para el ex Los Andes. Creía que Germán Pezzella debía ser el primer central titular. Cambió de opinión cuando lo conoció. Lo acomodó al lado de Ramiro Funes Mori, su gran apuesta en la defensa. Salió perfecto: fue el único jugador que disputó todos los minutos de la exitosa Copa Libertadores.
Maidana es el símbolo de la estabilidad en la época más caótica de la historia de River. Jugaba de “2” cuando se fue a la B y jugaba de “2” cuando levantaron la Copa Libertadores. Marcó al 9 de Guillermo Brown de Puerto Madryn y quizás en diciembre marque a Lionel Messi. Por más que en la cancha no coreen su nombre y no lo elijan para las fotos institucionales, los simpatizantes saben que es el ícono de un camino que culminó en la cima de América.