Iker Casillas hace señas. Es el hombre que probablemente más haya sufrido el partido. Y todavía quedan 135 segundos. La nada, ese todo. Sin cómplices ni defensores cerca, el arquero español busca reparo en el árbitro. Le pide clemencia, que se termine; que lo termine. Que ese ratito de gracia se sepulte debajo de un pitazo. Pide justicia poética. El arquero lo que quiere evitar es la agonía de su equipo ante un rival espejo. Holanda toca la pelota y el “ole, ole” que tantas veces celebró al fútbol de la selección de Del Bosque ahora reivindica a los de Van Gaal. Cuando dirigía al Barcelona, al entrenador holandés le cuestionaban el estilo: “Van Maal”, lo rebautizaron con ironía los catalanes.
Casillas es símbolo del Real Madrid, pero entiende que esta Holanda enfurecida es la naranja mecánica y no el rival apichonado de la final del Mundial pasado.
Sabe que no habrá imagen edulcorada con el beso de Sara Carbonero. El ballet de los holandeses desconcierta a Casillas, que ve que los de enfrente no quieren detener la cuenta en cinco. Hay saña. Holanda ataca con la voracidad de los que buscan revancha, por más que ningún primer partido podrá vengar una final.
Enaltecida en los pies de Robben, Holanda disfruta de un partido que dio vuelta y desnuda a España. Como el fútbol también es arte, se impone la figura de Van Persie.
Desde atrás, Casillas lo ve todo. Y pide la eutanasia. El resultado para España puede resultar la muerte, pero el arquero lo que quiere sepultar es el castigo innecesario. Esos segundos que son las sombras arrastradas de un campeón.
Con lastre. Un equipo entero. Había once. De España, siete: Casillas, Piqué, Sergio Ramos, Xavi, Xabi Alonso, Sergio Busquets e Iniesta. Los cuatro de Holanda eran De Jong, Van Persie, Sneijder y Robben. Once titulares de ayer que estuvieron desde el arranque en el partido decisivo de Sudáfrica 2010. El partido fue otro en el sentido más amplio. La Holanda asesina y estética se cobró su deuda con intereses.
España empezó arriba con un gol de penal, a pesar de que Diego Costa se tiró y no fue víctima del pie de De Vrij; como una revancha, el defensor anotó el tercer gol de Holanda, en el que hubo previa falta de Van Persie sobre Casillas.
Con la ventaja a favor, España había acomodado el partido a su cuerpo. Los pases cortos activaron su juego de posesión, mientras su rival había perdido el sentido de la presión en mitad de cancha. Sin pelota, Holanda condenaba al exilio a Van Persie, que surfeaba por el off-side.
A gusto, Iniesta inventó un pase de magia y dejó mano a mano a su socio David Silva. La definición fue picada con sutileza, pero no alcanzó a burlar a Cillessen, que desvió la pelota al córner. La transición de posible 2-0 a 1-1 fue meteórica. Un pelotazo desde mitad de cancha de Blind encontró sólo al nueve, al artista, al del vuelo exacto. Un delantero con alas que dejó parado a Casillas.
Después, el show. Robben es un jugador práctico, vertical, cerebral y convierte golazos. Hasta hace un tiempo era el que no ganaba finales, pero también de eso se redimió. Inspirado, ayer marcó dos perlas. Rey del control y el manejo de los dos perfiles, sacó a pasear a los defensores y a Casillas por el área en el segundo y quinto goles. Delicias de un futbolista de 30 que corre como si tuviese piernas de uno de 20 y la experiencia de otro de 100. El ausente en cancha fue Sneijer. Pero Robben tuvo de socio a Van Persie, que antes de salir le traspasó la cinta de capitán.
Cuando Holanda ya había dibujado el partido perfecto, el de la redención. El campeón lloraba.