La historia de Linda Cedeño invita a la búsqueda en la Argentina de otro caso, no de mujeres que entrenen equipos de fútbol masculino (que no hay), sino de mujeres que estudien para recibirse de entrenadoras. En el club Teléfonos de Vicente López funciona una escuela de entrenadores a cargo de Luis Lescurieux. A ella asisten dos mujeres, Viviana Cristante y Susana Alba de Iglesias, que se recibirán en diciembre.
“A las dos nos mueve lo mismo: el fútbol con niños”, explica Viviana, que es psiquiatra. “No podemos aspirar a dirigir adultos –se lamenta– pero sí a los niños, porque hay muchos técnicos de infantiles a los que se les va la mano en el trato con los chicos.” Susana asiente: “Veía ese trato que tienen los hombres con los niños, y por eso empecé”.
“Al principio fue muy duro –relata Viviana– porque los muchachos se asombraban de que nosotras estudiáramos con ellos. Pero con el tiempo nos empezaron a ayudar.” Cuando Viviana ingresó a la escuela, Susana ya cursaba. “Cuando estaba sola los hombres me preguntaban por qué lo hacía”, recuerda Susana.
Las dos cuentan que miran cuanto partido se televise. E incluso van a la cancha. “En mi casa no se ven novelas –relata Susana– y con mi marido y mi hijo de 17 años miramos los partidos. Con mi hijo hablamos del partido, y él me pregunta qué me parece tal cosa o tal otra.”
¿Soñarán estas mujeres con hacerse cargo de un equipo de fútbol masculino? Ellas responden. “Sí, pero es difícil. Aunque quizás en 20 años sea algo normal”, se esperanza Viviana. “Por qué no”, agrega Susana.
