Paula Ormaechea mostró la hilacha y ahora no hay quien la pare. Y no sólo porque con 19 años se escabulló llena de confianza hasta la segunda ronda del Abierto de Australia con toda la potencia de su derecha y un juego por demás inteligente, sino porque, además, ese logro, punto de inflexión en su carrera -es la primera vez que disputa un Grand Slam-, le permitió derrochar carisma y sacar a relucir su mentalidad ganadora en un torneo en donde se centran las miradas del mundo.