DEPORTES
los autenticos decadentes

La banda de las tribunas

Cuentan Los decadentes que en latinoamérica los conocieron gracias a los cantitos de las hinchadas, que en Colombia tocaron mientras cientos de barras se trenzaban a golpes y que cantaron en el partido de despedida de Francescoli. Historias de un grupo atravesado por el futbol.

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Cuentan Los decadentes que en latinoamérica los conocieron gracias a los cantitos de las hinchadas, que en Colombia tocaron mientras cientos de barras se trenzaban a golpes y que cantaron en el partido de despedida de Francescoli. Historias de un grupo atravesado por el futbol. | salatino

Gastón Bernardou, percusionista, fundador de Los Auténticos Decadentes.

En varios países, como México y Colombia, a los Decadentes los asocian con el fútbol. Allá hay siete u ocho hinchadas que siempre cantan nuestras canciones. Somos el grupo de la cancha. Las primeras veces que fuimos a México nos iban a ver todas las hinchadas. Nosotros no nos damos cuenta, pero afuera la gente es muy fanática del fútbol argentino. Boca es el más conocido porque tiene los mismos colores que el América y Los Pumas. Se vende mucho el merchandising de los Decadentes con colores azul y amarillo. El primer teatro grande que hicimos –creo que se llamaba Metropolitan– lo tuvieron que partir a la mitad con vallas para separar a los del América de los de Los Pumas. Ese fue el primer show grande que hicimos solos en México: todo el teatro vallado tipo guerra, esperando quilombo. Para el primer DVD, grabado en el Palacio de Los Deportes, teníamos pensado hacer una sola función usando todo el lugar. Por miedo a que se armara quilombo y la gente se tirara, no nos habilitaron, así que tuvimos que hacer dos funciones chicas. Ahora somos más masivos y eso, por suerte, se perdió. Por las dudas, seguimos pidiendo que vayan sin las camisetas.


Alberto Moles, director de Pop Art Discos, compañIa discogrAfica que edita a Los AutEnticos Decadentes.

Hacía bastante tiempo que los Decadentes no iban a Colombia. En 2015 los contrataron para tocar en el Royal Center, un lugar para tres mil quinientas personas. El show agotó las entradas. Era una fecha compartida con el Bahiano, pero la gente iba por los Decadentes. Coincidió con la final de la Copa América, así que vimos el partido y cayó el Moneda, el capo de la hinchada de los Millonarios. Los Deca se hicieron muy populares con los cantos de las hinchadas de todo el mundo, entonces los Millonarios –que son los más populares, como Boca– siempre los reciben, los agasajan y los invitan a lugares. Cuestión que mientras estábamos viendo el partido, Nito se acercó al Moneda:

—Acá tiene treinta entradas que pedí para ustedes –le dijo–. Por favor, vayan sin las camisetas.

—Nito, si vos me estás pidiendo que vaya sin la camiseta, ¿cómo voy a ir con la camiseta? –le respondió.

—Jurame.

—Te lo juro.

El Moneda se fue. Perdimos por penales con Chile y nos quedamos todos amargados, tomando una cerveza mientras esperábamos que se hicieran las diez para ir al show. Sin embargo, el productor me llamó a eso de las seis de la tarde.

—Alberto, por favor –me dijo–, que los Decadentes vengan lo más temprano posible.

—¿Pero qué pasa? –le pregunté.

—Hay mucha gente afuera y quieren entrar todos. Se nos está yendo de las manos.

—Pero, ¿no tiene que tocar Bahiano?

—Sí, pero a los que tocaban antes ya les tiraron cosas y los bajaron. El Bahiano sube ahora y tengo miedo de que le pase lo mismo.

Lo encaré a Nito, pero decidimos esperar un rato. Estábamos a sólo cuatro cuadras del lugar: subíamos a las dos combis y en cinco minutos estábamos. Pum. Otro llamado del productor.

—¡Por favor! –me gritaba, con todo el quilombo de fondo–. ¿Están viniendo?

—Es que no los encuentro a todos –le dije–. Son muchos.

—¡Tienen que venir! ¡Se me está desmembrando todo!

Hicimos bajar a todos de sus habitaciones, arrancamos y llegamos al lugar. Más o menos, el Bahiano había zafado. El productor nos puso al tanto.

—Las entradas estaban agotadas, pero se metieron por todos lados. No los pudimos detener. La policía no los puede controlar.

—Quedate tranquilo –le decía Nito, acostumbrado a estas situaciones.

Salieron los Decadentes y el público a full: una ola gigante en un teatro sin butacas. De repente, prendieron las luces y vimos ¡doscientas remeras de Millonarios! En el medio, el Moneda arengaba con sus anteojos y su pelo largo.

Empezó el show: Cómo me voy a olvidar. Era una locura, la gente cantaba, todo felicidad. Segundo tema: El tutá-tutá. Arrancaron grosso, con todas las canciones de cancha. Se empezaron a ver unas trompadas y, cuando nos quisimos acordar, estaban todos agarrándose a piñas. La banda paró la música: “Bueno, muchachos, qué pasa”, decía Nito. Pero volaban vasos y se seguían cagando a trompadas. Claro: todos los Millonarios tenían la camiseta y los de Independiente Santa Fe, que se habían metido camuflados, cuando divisaban a uno, le empezaban a dar. El show estuvo cinco minutos parado. “Muchachos, déjense de joder

–decía Dieguito Demarco–, por favor, vinimos a dar una fiesta.” Cucho también los intentaba calmar, pero no lo escuchaban. De las tres mil quinientas personas que había en el lugar eran sólo doscientos los que se peleaban, ¡pero hacían un quilombo para diez mil! Arrancaron a tocar La prima lejana y pararon de darse, pero cada vez que se armaba el bache entre canción y canción volvían a las piñas. ¡Cuatro veces fue eso! Entonces empezaron a tocar todos los temas seguidos, pegados, y no se dieron más. Moraleja: los Decadentes meten seis mil personas en Colombia, pero ¡nadie los quiere llevar!


Afo Verde, ex productor artIstico de Los AutEnticos Decadentes.

Soy muy fanático de River. Una vez me llamó Enzo Francescoli porque se retiraba del fútbol: “Va a ser un día

muy triste para mí y como soy fan de los Decadentes me encantaría hacer una súper fiesta para que canten ahí. ¿Me ayudás a decirles?”.  Por supuesto, le dije que sí y lo llamé a Nito para contarle.

—Mirá, hay que hablar con Edu –me dijo–. La Moska y yo somos de River, pero Edu es fana de Boca y viste cómo somos los Decadentes: preferimos no meternos mucho con el futbol.

—¿Querés que lo llame a Edu? –le pregunté.

—¡Nooo! –me contestó–. Justo nos vemos ahora.

Al otro día me llamaron.

—Dice Edu que por el Enzo hay que tocar gratis. Por lo que sentimos por el fútbol.

Lo llamé al Enzo y le expliqué la situación, pero bajo ningún concepto aceptaba que fuera un favor: “Les quiero pagar”. Hubo un ida y vuelta conmigo en el medio hasta que Nito puso una

condición: “Tiene que cantar Los piratas con nosotros y tiene que venir a ensayar”. Enzo aceptó y los invitó a comer. Yo no sabía cómo carajo organizar eso: cualquier lugar quedaba perfecto y, al mismo tiempo, cualquiera era el incorrecto. Finalmente Enzo eligió un restaurante en Madero y, por supuesto, llegamos una hora tarde. Había una mesa larguísima y, en la punta, nos esperaban Francescoli y su mánager. ¡Fue el almuerzo más disparatado que se pueda imaginar! Estábamos con un tipo que quería hablar de su carrera en Francia, en Italia y como capitán de la selección de Uruguay, y Cucho le preguntaba: “¿Por qué te dicen El Rey?”. Después le tiraba ideas.

—Termina el partido, entramos con una carroza al Monumental, te subís como un príncipe y cantás Los piratas conmigo.

—Bueno, yo no me imaginaba exactamente en el partido, sino a la noche…

—Lo que quieras, pero tenés que venir a cantar.

¡El tipo fue a ensayar a la sala de la calle Lavardén! “¡No sabés lo que son estos pibes!”, me decía. Al final la fiesta fue increíble. Los de River hacían coros, Enzo tocaba el zurdo de Edu, estaban todos sus amigos, sus invitados, el Chileno Salas, el Chino Tapia, gente que había venido de otros países: todos cantando en el escenario. ¡Los Decadentes me regalaron un trencito con el chileno Salas!