El último jueves, mientras navegaba por la web en mi habitación de hotel en Johannesburgo, vi en Clarin.com una frase que me alertó. “No quedan billetes en la venta oficial para el partido de Argentina ante México”, afirmaba uno de sus enviados especiales, que agregaba: “tampoco para los otros tres que puede llegar a jugar”. Me parecía extraño porque un día antes yo había comprado a través del sitio web de la FIFA mi ticket, pero supuse que la fiebre mundialista había arrasado con todo, incluyendo cuartos, semis y la hipotética final que Argentina podría llegar a disputar.