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basquet de la NBA

La Gran Manzana madura con un cordobés

Pablo Prigioni llegó a los New York Knicks con 35 años y como tercer base. Pero su vuelo fue tan alto que el mítico Madison Square Garden coreó su nombre. Hoy, un partido clave.

Dominio. El cordobés recuperó la titularidad y su equipo volvió a la victoria. Está 2-3 ante Indiana.
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La noche en la que Pablo Prigioni escuchó sin terminar de comprender que el mítico Madison Square Garden coreaba su nombre, fue a comer con gente amiga al restaurante argentino Novecento. Quería constatar con el resto de los comensales, presentes en la cancha, si lo que había oído él lo habían oído los demás. Estaba todavía incrédulo. El jugador menos esperado, el tercer base del plantel, el que llegó para ver qué pasaba con un contrato mínimo (470 mil dólares) y sin promesas de minutos, de pronto se había ganado la ovación de uno de los públicos más difíciles de la NBA en una noche decisiva de playoffs. Nada menos. El veterano al que ningún compañero conocía (el rookie más viejo de la historia de la NBA), el que parecía llegar a culminar su carrera cumpliendo el sueño de jugar un ratito en la mejor liga del mundo, en un parpadeo estaba siendo centro de referencia de los hinchas, por encima de basquetbolistas con muchísimo más marketing. “Me puso muy contento que corearan mi nombre. Tuve que escucharlo dos veces para darme cuenta de que era para mí. Lo vi como un reconocimiento al esfuerzo que hago cada minuto que estoy en la cancha”, comentó luego de aquel triunfo ante Indiana, con su clásica diplomacia. Hay todo un mundo detrás de esa declaración formal…
En el Garden, hasta hace un mes, no se vendía la camiseta de Prigioni; hoy sí. En la sala de periodistas, a fines de 2012, los cronistas locales preguntaban, tendenciosos, por qué la dirigencia no lo cortaba para traer a Delonte West; hoy le consultan por su renovación. El furor que obtuvo este cordobés, que ayer llegó a los 36 años, en un punto, es incomprensible. Consiguió insertarse en un grupo lleno de individualistas y rebeldes, logró la utópica misión de entrar en la rotación hasta lograr la titularidad y la más difícil aún: ser valorado en una competencia en la que los jugadores pensantes no son valorados. Pero él no piensa en eso. El todavía se sorprende cuando llega de un viaje y, al lado del avión privado del equipo, está su auto encendido y con la calefacción prendida. O de que haya dos cocineros contratados especialmente para el plantel. O de la cantidad de visitas que recibe permanentemente. Desde conocidos de Río Tercero a famosos que quieren saludarlo después de los partidos. Un día se estaba vendando en el vestuario y descubrió que entraba un grandote con paso cansino. Lo distinguió de inmediato. No así el resto de los integrantes del plantel, que siguieron en lo suyo sin siquiera reparar en su presencia: era Juan Martín del Potro.
Cuando llegó a Nueva York, Pablo tardó en acomodarse: el clima, la falta de adaptación de su señora, Raquel, el idioma, la dinámica del calendario NBA y el pobre protagonismo lo llevaron a replantear su continuidad, incluso en medio de la temporada. Pero todo cambió y, como siempre en su carrera, la trama dio un vuelco inesperado. Sus hijos se amoldaron (el menor hasta se hizo fanático de los Knicks), llegaron las oportunidades deportivas y, con ellas, el sorprendente despegue. Prigioni en el New York Post, Prigioni en gigantografías, Prigioni admirado por Spike Lee, Prigioni elogiado por colegas del mundo entero. Y si Prigioni entra poco (como sucedió en el cuarto punto de la serie frente a los Pacers), el DT Mike Woodson tiene que salir a dar explicaciones en la conferencia de prensa. Y si Prigioni no es titular, los medios repudian la medida. ¿Quién lo hubiera pensado siete meses atrás?
Hay rumores concretos de que la franquicia le acercará al base una oferta por el doble de dinero que gana para que continúe otra temporada. Hay rumores, incluso, de que lo pretenden otros tres equipos (no especificados por el agente George Bass). Pero Pablo no piensa en eso. Es una persona que jamás pierde el eje. Ni cuando estaba sin club (y hasta contemplaba la posibilidad de volver a la Argentina), ni ahora, en su pico de popularidad. Nada lo desenfoca. Excepto esa ovación del Garden. Que todavía se pregunta si realmente ocurrió